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La mención de la fiebre del oro lleva, muy posiblemente, a la imagen de una persona con los pies en el río buscando pepitas con una especie de colador de metal. También a la canción Oh My Darling Clementine que todo el mundo conoce aunque no sea consciente, o a películas ‘de vaqueros’.
La migración de miles de personas a California a mediados del siglo XIX, cuando se descubrió oro en Sutter’s Mill, llamadas por la promesa de un futuro reluciente como ese metal tan codiciado, marcó un hito en la historia. Tan remarcable que generó una gran cantidad de obras en referencia.
Se estima que en el subsuelo de la zona hay 300 toneladas del mencionado metal
Lo cierto es que para la mayoría de los que dejaron todo para encontrar la fortuna no alcanzaron su meta y el impacto en la vida de los nativos de la región y el medio ambiente fue muy negativo, pero es algo que no siempre se refleja en esas recreaciones en la ficción.
Muchos se llevarán una sorpresa al enterarse de que hay una historia de proximidad relacionada con el oro que también podría ser buen material de base para una producción literaria o audiovisual. Resulta que en Tapia de Casariego, un concejo de Asturias, está la mina de oro más grande de Europa. Se estima que en el subsuelo de la zona hay 300 toneladas del mencionado metal, algo que ha hecho que muchos se froten las manos pensando en un futuro próspero.
Pero sus ganas se han topado con una muralla: la oposición por parte de los vecinos a la explotación de la mina de Salave que podría cambiar para mal la vida de la zona. La sinopsis ya está hecha.
La fiebre del oro de los romanos
Lo cierto es que ‘la fiebre del oro’ en España empezó ya en la época del Imperio romano. El filón se encontraba en Las Médulas, en León, de donde consiguieron extraer más de cinco toneladas de este metal con un método que permitía el derrumbe de la montaña con el uso de la presión del agua (esta es una manera muy, muy resumida de la técnica).
Según el Museo Virtual de la Ciencia, funcionaba de la siguiente manera: “Se construía una red de pozos y galerías sin salida exterior que minaban toda la masa que se quería abatir, introducían en ella todo el caudal de agua almacenada en el depósito y producían un efecto de ‘golpe de ariete’, consiguiendo el derrumbe de todo el conglomerado minado”.
La llamada del oro llega hasta la actualidad, como se ha dicho, pero con disputa porque no todos quieren hacerse con el metal dorado. Las partes enfrentadas son, principalmente, la plataforma Oro No (que deja clara su posición desde su propio nombre) que se creó en 2005 y la empresa Exploraciones Mineras del Cantábrico (EMC), además de otros colectivos como la Asociación por la reindustrialización del occidente (IDOA).
Hay que señalar que desde los años 60 del siglo XX numerosas empresas han intentado explotar el yacimiento. En 2005, Río Narcea Gold Mines presentó un proyecto denegado por el gobierno del Principado de Asturias y Astur Gold lo intentó cinco años después, pero su petición tampoco prosperó. Ahora es EMC la que intenta hacerse con el control de la mina.
Según la compañía, que es filial de la minera australiana Black Dragon Gold, su objetivo es dar valor a los recursos minerales de la zona y así contribuir al: “desarrollo socioeconómico del entorno y a la generación de riqueza para accionistas, empleados, comunidades y territorios en los que desarrolla su actividad, siempre desde el máximo respeto al medioambiente y un riguroso cumplimiento de la normativa vigente”, explican en su web oficial.
Sus palabras suenan razonables, pero la plataforma Oro no tiene otra opinión sobre las consecuencias que tendría la explotación de la reserva de oro de Salave. “El proyecto es técnicamente una ficción e irrealizable tal y como la empresa lo plantea”, desarrollan en su espacio online. “(…) se está poniendo en riesgo el presente y futuro de toda una comarca que vive de la ganadería, pesca y turismo, sectores sostenibles que cada día más se demuestran como la única vía posible de futuro”.
Por el momento, el conflicto aún está por resolverse: al fin y al cabo, se trata de una decisión que para bien o para mal (según quién tenga la palabra) cambiaría para siempre la realidad de la parroquia de Salave y de todo el concejo en general.
Más allá del metal reluciente
Aunque la fiebre del oro tapiega sea muy interesante, no es lo único que llama la atención de la zona ni mucho menos. Los aficionados al surf posiblemente tengan su costa marcada como sitio de peregrinación. De hecho, desde hace más de dos décadas se celebra en sus playas un campeonato mundial de esta disciplina que tiene el título de Interés Turístico Regional. Sus fechas coinciden con las de la festividad de Semana Santa y está dedicado a la memoria del surfista australiano Peter Gulley.
Además, aquellos que disfrutan con los baños en el mar se llevarán una grata sorpresa porque en la localidad hay una piscina natural que se llena con las aguas del Cantábrico. Se trata de una antigua cetárea (un vivero de marisco y pescado) que los vecinos convirtieron en zona de baño tras el cese de su actividad original. Lleva el nombre de Antonio Alonso Bedia ‘Toño del Moderno’, un empleado municipal de la localidad, que cuidó con dedicación la instalación para que siempre estuviese en buen estado.
Uno de los mejores paseos puede darse por el barrio marinero de San Sebastián o por la zona más antigua del pueblo, conocida como San Blas. Pero el sitio de visita ‘obligada’ es la isla del Faro, que está unida al puerto de la localidad por un espigón de 100 metros. Esta lámpara guía a los marineros desde hace más de un siglo ya que se inauguró el 1 de septiembre de 1859.
Las mejores vistas de la zona se obtienen desde los diferentes miradores que se pueden encontrar en los alrededores: Os Cañóis, La Guardia o el conocido como del Monte. En Tapia de Casariego no es oro todo lo que reluce pero, en este caso, la frase está libre de connotaciones negativas: su luz emana de todos sus atractivos.
Carmen López
Soy periodista y escribo sobre cosas que importan en sitios que interesan desde hace más de una década.
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Lo de las 300 toneladas no lo había oído nunca, hasta ahora se hablaba de 30, que sigue siendo mucho, pero si fuesen 10 veces más me temo que ya estaría Salave patas arriba. Ojalá no llegue el momento, pq se perdería una parte de la costa y un entorno único y dudo que tal cosa mejore a los habitantes de la zona, más bien a los «inversores» de cualquiera procedencia que están poniendo recursos para conseguir pingües beneficios y dejar el lugar arrasado a costa de lo que haga falta.