Medina Azahara: la gloriosa ciudad Omeya que fue abandonada en Sierra Nevada
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06.04.2023
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Hay un lugar en Córdoba que, a pesar del paso del tiempo y de ser tan sólo una pequeña muestra de lo que fue, nos permite imaginar el esplendor con el que vivían los califas omeyas de al-Ándalus. Ese lugar es Medina Azahara, a unos 5 kilómetros de Córdoba. O, mejor dicho, los restos de esta ciudad-palacio creada para mostrar al mundo el poder y la importancia de los califas Omeya.
El nombre que usamos en castellano para denominarla proviene de Madinat al-Zahra, cuyo significado viene a ser La ciudad brillante. Toda una declaración de intenciones de su creador. Su construcción comenzó a finales del siglo X, en el año 936 concretamente, cuando Abderramán III decidió crear una ciudad propia, desde cero y que, entre otras cosas, mostrara su poder, su importancia política, religiosa y su amor por la belleza.
Medina Azahara fue construida para mostrar gloria y poder
Lo material y palpable era la forma de traslucir lo inmaterial, lo que no se podía ver. Así los mármoles, los jardines, los arcos con labrados minuciosos por doquier y los estanques, eran señales visibles a todos de la grandeza del califa. De este modo, además, dejaba su marca en la posteridad.
Este tipo de construcciones, estas ciudades-palacio, ya se habían desarrollado en Oriente por otros califas y con seguridad Abderramán III, el impulsor, siguió ese ejemplo. Por supuesto, servían también como elemento de protección, como último baluarte en el que refugiarse e incluso como lugar exclusivo sólo accesible a los más cercanos, evitando así peligros y traiciones.
En Medina Azahara llegaron a vivir cerca de 20.000 personas
En menos de una década, en el año 945, la ciudad ya estaba lista para acoger allí a la corte califal. Las obras, por supuesto, continuaron en los tiempos del propio Abderramán III y también sus sucesores en el poder fueron aumentando y modificando Medina Azahara.
Abderramán III fue el primer califa de la dinastía Omeya en al-Ándalus y durante su tiempo vio cómo prosperaba todo a su alrededor. Gobernó como emir entre el 912 y el 929, y a partir de entonces se proclamó califa. Cuando murió en el 961, precisamente en Medina Azahara a los 70 años, había estado en el poder más de medio siglo. Concretamente, 50 años, 6 meses y 2 días.
Se dice que en el diario que iba escribiendo Abderramán III a lo largo de su vida se podía leer que únicamente había tenido en su vida 14 días que le parecieron realmente felices. Y ello a pesar de crear una magnífica y lujosa ciudad pensada en gran medida para su grandeza y disfrute.
Lujo y belleza antes de llegar ante el califa
Situada en las faldas de Sierra Morena, se estructuró en tres grandes terrazas escalonadas. En la superior estaban los palacios, las salas de audiencias y la zona más lujosa y reservada. En la intermedia estaban los jardines y algunas dependencias para hombres y destinos importantes. En la inferior se distribuían las viviendas del resto de habitantes y la mezquita. Todo el contorno, por supuesto, estaba amurallado. También la parte más exclusiva se separaba con una muralla del resto.
En Medina Azahara llegaron a vivir cerca de 20.000 personas, que se dedicaban a todo tipo de tareas, muchas de ellas relacionadas con la burocracia gubernamental, pero la gran mayoría dedicadas a las labores mundanas que a todos se nos pueden ocurrir, esto es, todo tipo de sirvientes, artesanos y trabajadores.
En Medina Azahara se recibía a los embajadores y enviados de otros reinos y lugares, y todos se asombraban del lujo, de la belleza, del trabajo de los artesanos y constructores al servicio de Abderramán. Un protocolo estricto dirigía los actos y las visitas, para mayor gloria del califa, que era la personificación de todo aquel lujo.
El Salón Oriental, por ejemplo, servía de zona de encuentro en estas visitas importantes y sus exuberantes decoraciones eran el culmen a todo lo que habían visto los enviados en su recorrido por Medina Azahara, desde que habían puesto un pie en ella, antes de llegar a ese momento de estar frente al califa. La ornamentación minuciosa de las paredes y los techos con motivos vegetales, conocida como ataurique, asombraba a todos.
Hasta llegar al califa había visto adornos de oro y plata, mármol, arcos preciosos, tapices y perfectas formaciones de soldados con lujosas y brillantes armaduras. Se dice que incluso había una fuente llena de mercurio, que creaba por toda la habitación reflejos de colores que sorprendían a todos.
Cómo Medina Azahara fue abandonada, destruida y expoliada, cayendo en el olvido
La fitna de al-Ándalus, como se conoce al periodo de guerra que tuvo lugar entre el 1009 y el 1031 y que acabó con el califato de Córdoba, supuso la destrucción de Medina Azahara. En esa guerra civil también tomaron parte los reinos cristianos y la inestabilidad y la sucesión de califas llevó los esfuerzos y preocupaciones a otro ámbito, dejando abandonada a la ciudad-palatina, que además fue atacada y expoliada. Según investigaciones recientes, también los terremotos pudieran haber tenido que ver con su destrucción, una vez abandonada la ciudad.
Tan sólo cerca del 10% de la ciudad ha sido excavada
Como ha ocurrido con otros muchos lugares a lo largo de la historia, el abandono de lo que fue maravilloso ha sido a la vez un castigo y una bendición. Castigo porque ese abandono ha llevado a que se pierda parte de lo que se podría haber preservado, y así durante siglos Medina Azahara sirvió de cantera y de fuente de materiales para otras construcciones. Pero también una bendición, porque pasar desapercibido en cierta medida evitó que el desastre fuera aún peor y algunas partes se conservaron.
Se llego al extremo de saber la localización de Medina Azahara y de darla por olvidada. Pero en el siglo pasado comenzaron las labores de recuperación y estudio arqueológico de la grandiosa Medina Azahara. Un pequeño lugar que durante algunas décadas asombró por su belleza y monumentalidad y que por lo tanto escondía tesoros para los investigadores, y para todos nosotros. Aún queda mucho por descubrir, porque tan sólo cerca del 10% de la ciudad ha sido excavada. En 2018, por cierto, la Unesco declaró a los restos de la ciudad-palacio como Patrimonio de la Humanidad.
Sabiendo lo que fue y teniendo en la cabeza otros lugares similares de al-Ándalus, lo que nos ha llegado de Medina Azahara y que podemos visitar es una pequeña brizna de su esplendor, pero lo suficiente como para hacernos una idea de lo que pudieron sentir los califas omeyas viviendo allí.
Manuel Jesús Prieto