Que un pueblo de la Ribera del Duero esté repleto de bodegas no es una gran revelación. Esta zona del norte de España siempre ha sido de tradición vitícola y hasta cuenta con su propia Denominación de Origen. Lo que sí llama la atención es que, en Moradillo de Roa, su número de bodegas casi iguala al de sus vecinos: 170 frente a los 190 habitantes. Y esta no es su única sorpresa.
Las bodegas ofrecen una de las imágenes más peculiares y bonitas de esta zona de Burgos. Pues están excavadas en un cerro, llamado El Cotarro, coronado por la iglesia de San Pedro. Las pequeñas puertas de las cuevas parecen querer abrirse paso por la tierra, quedando el resto del habitáculo cubierto por la naturaleza. Como si se tratase de un poblado hecho por hobbits.
La tradición vitícola de Moradillo de Roa tiene más de 300 años, de cuando las familias elaboraban de forma tradicional su propio vino para el autoconsumo. Entonces no se comercializaba como ahora, y la producción que les podía sobrar se vendía en el mercado del pueblo. Las ganancias no eran abundantes y, en algunos casos, ni siquiera llegaban para cubrir los gastos del mantenimiento del lugar.
Cuando surgieron las cooperativas, además, muchas de las uvas que se cosechaban se acababan llevando a otras bodegas de la zona. Esto, sumado al éxodo rural de los años 50 y 60, provocó que las bodegas de Moradillo de Roa fueran quedando en desuso hasta llegar el momento en el que una gran mayoría fueron abandonadas. No fue hasta 2015 cuando Nacho Rincón, impulsor del proyecto Moradillo y ex concejal del Ayuntamiento, decidió recuperarlas.
“Siempre he sido un apasionado del enoturismo. Estudié viticultura y enología, y solía visitar otras Denominaciones de Origen. Pensé que sería genial que nosotros pudiésemos restaurar el barrio de las bodegas y abrirlo al enoturismo para ponerlo en valor”, nos cuenta Nacho Rincón por teléfono.
Para recuperar el patrimonio perdido, Rincón presentó un proyecto de concienciación, protección, mantenimiento, recuperación y puesta en valor que fue aceptado tanto por el Ayuntamiento como por los habitantes del pueblo. “Lo más complicado era concienciar a los vecinos, pues las bodegas son heredadas de padres a hijos. Para ello pensamos en traer a gente de la universidad y del Museo de Mucientes de Valladolid, entre otros, para que hablaran de cómo el patrimonio se podía recuperar y hacerlo visitable”, dice. El proyecto necesitaba la ayuda de todos.
Una vez los vecinos estuvieron convencidos del valor de su patrimonio, desde el Ayuntamiento se aprobó una normativa con el objetivo de proteger la zona. Todas las bodegas tenían que tener unas características y materiales en común, para evitar que nadie se saliera de su estética tradicional. Además, se comprometían a mantenerlas limpias y con los techos desbrozados, para que siempre estuvieran en buen estado.
“La reconstrucción fue un fenómeno que no esperábamos. En 2016 recibimos el Premio Nacional de Enoturismo por la recuperación del patrimonio”, dice Rincón con orgullo. El galardón les impulsó a lanzarse a una nueva aventura: elaborar su propio vino El Cotarro.
Uno de los mejores vinos del mundo y una cerveza de vendimia
Moradillo de Roa vive de la agricultura y la ganadería. La mayor parte de los vecinos cultivan vid y proveen de uvas a las bodegas de la Ribera del Duero, sobre todo de tempranillo, que es la que más se cosecha. En el 2020, uno de los vinos elaborados con uvas de Moradillo por la bodega Legaris ganó el premio al mejor vino tinto español.
Los vecinos son conscientes que cosechan unas uvas de calidad, por lo que junto con el proyecto se dieron cuenta que elaborar un vino les ayudaría a introducirse en el enoturismo y que el proyecto fuera sostenible. “Los primeros años todo fue voluntario, no hubo ayudas”, revela Rincón. “Las ayudas vinieron después, de Turismo, para crear varios proyectos incluidos en el enoturismo, como los recorridos virtuales y en 3D”.
Para la creación del vino El Cotarro se recuperó una variedad de uva autóctona, la albillo mayor, que estaba en peligro de extinción y fue donada por los viticultores del pueblo. La idea era recuperar la tradición, por lo que, además, se prensaba de manera tradicional en uno de los 7 lagares reconstruidos del pueblo: El Tercio, que data de 1736. “En su elaboración nos ayudó el bodeguero Alfredo Maestro, que hace vinos naturales en Peñafiel. Él era el encargado de elaborar el vino y comercializarlo. Estuvo en Australia, Europa, México y en EEUU… Aunque eso fue solo al principio, ahora es un vino que ya se elabora para vender en las visitas de enoturismo”.
Con la uva de Moradillo también elaboraron una cerveza: La cerveza de vendimia El Cotarro by Cerveza Mica, que ha sido ganadora de la medalla de plata en los World Beer Challenge de 2018 celebrados en Estoril (Portugal), y medalla de bronce en la Copa Mundial de Cerveza Artesana de Dublín, en 2018.
“Gracias a la venta del vino y las visitas hemos conseguido que sea un proyecto rentable, que nos permite estar abiertos. Lo que ganábamos con los premios y las ventas lo invertimos en la reconstrucción. Y si mañana se cortan las visitas no pasa nada, porque el objetivo está cumplido, que era recuperar el patrimonio”, cuenta Nacho Rincón.
Un proyecto en el que todos salen ganando
Las bodegas de Moradillo de Roa son privadas. Se han ido heredando entre generaciones. Por eso, cuando se inició su recuperación, muchos de los propietarios tuvieron que ponerse de acuerdo con sus familiares.
Algunas de ellas estaban en mejor estado que otras, pues hubo vecinos que continuaron elaborando vino en ellas y porque, en la década de los 80 y 90, algunas familias crearon merenderos en sus interiores. “La gente iba a hacer una parrillada, a reunirse, de ocio… Este uso social hizo que no se estropeasen ni se perdiesen. Pues ya muy poca gente elabora en ellas de forma tradicional, igual hay 7 u 8 personas que lo siguen haciendo”, explica Rincón.
En total, en Moradillo se han recuperado unas 170 bodegas subterráneas, en las que pueden trabajar hasta 6 personas, pues “Son bodegas pequeñitas y estrechas, es muy complicado elaborar allí”; además de 7 lagares y cientos de galerías.
En 2019 decidieron abrir el patrimonio al público con la idea de atraer a los interesados al enoturismo. “Lo abrimos de una manera peculiar”, dice Rincón. “El Ayuntamiento no tiene bodegas ni lagares, por lo que se hace contratos de uso con la gente que quiere colaborar. Yo, por ejemplo, tengo un lagar que cedo al Ayuntamiento por 10 años. Ellos lo que hacen es enseñarlo y mantenerlo. Funcionó muy bien, pues nos dimos cuenta que la gente estaba interesada en ver las bodegas. La Ribera del Duero tiene una marca increíble, aunque también estaban interesados en el proyecto de recuperación”.
Moradillo de Roa es todo un ejemplo de cómo recuperar un patrimonio que estaba prácticamente enterrado y convertirlo en un atractivo turístico para el pueblo. El éxodo rural y la industrialización de la elaboración del vino fue uno de los causantes de su pérdida, igual que ocurre con otras localidades de la zona. Según Nacho Rincón, en la Ribera del Duero debe de haber entre 5.000 y 10.000 bodegas que nadie usa, muchas incluso están hundidas. “Es un patrimonio que nadie lo ha valorado, y pues se ha perdido”, concluye.
Laura Fernández
Periodista, blogger y viajera. No necesariamente en ese orden. En ocasiones me despierto sin saber dónde estoy. Adicta a los cómics y a los noodles con salsa de cacahuete. Redactora en @escapadarural, colaboradora en la Conde Nast Traveler y en la Divinity. Mi casa: Meridiano180.
Etiquetas
Si te ha gustado, compártelo
Moradillo de Roa tiene 170 bodegas y 190 habitantes
No serás familia de Manoli Arranz ? Si la conoces por favor dile que me han robado el móvil y no tengo como comunicarme con ella . Que llame a Amparo de Caleruega necesito contactar con ella o con su hermano Luis que vive ahí en Moradillo de Roa
no quiero cookies