Muel, el pueblo de la cerámica, con una cúpula de Goya y cascadas
Escrito por
05.01.2024
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Desde hace un par de años, en algunas ciudades se han puesto de moda los talleres para aprender a modelar cerámica. Aparecen de un día para otro en barrios como Gràcia en Barcelona o Malasaña en Madrid (por poner dos de los ejemplos más emblemáticos a la par que representativos) y se llenan de alumnas (predominan las mujeres en las clases) que quieren aprender a hacer tazas, cuencos y jarrones con sus propias manos. La actividad sirve para estimular la creatividad y para desconectar del estrés de la vida diaria: los trabajos manuales están muy indicados para combatir ese mal tan cotidiano. La conclusión es que este arte está de moda.
Lo que no todo el mundo sabe –ni siquiera las aficionadas y aficionados a este material– es que hay un pueblo en Aragón que es uno de los mayores representantes del arte ceramista si no del mundo, al menos de España. Situado a tan solo 15 kilómetros de la ciudad de Zaragoza, en la comarca de Campo de Cariñena, el Taller Escuela de Cerámica de Muel es conocido mucho más allá de sus fronteras. Es un centro alfarero puntero y por él han pasado cientos de personas que quieren iniciarse en el torno, grupos de escolares, compradores de piezas artesanales e interesados en las exposiciones temporales que se organizan en el Museo de la Cerámica.
En Muel se elabora desde azulejería clásica hasta menaje del hogar, hasta piezas de farmacia, jarrones, cántaros y botijos. Es muy reconocible gracias a su característica combinación de colores blanco y azul. Esta tradición alfarera proviene de su pasado musulmán y alcanzó su punto álgido en la Edad Media. De hecho, allá por el siglo XVI gran parte de los vecinos del lugar se dedicaban a este oficio tradicional. Con el tiempo fue cayendo en desuso hasta que, como ha ocurrido con muchos otros elementos del folclore patrio, resurgió gracias a gente interesada en la cultura popular.
Agua y una cúpula decorada por Goya
Pero en Muel no solo se puede encontrar cerámica, aunque ya solo este detalle merecería la visita, sino que también es uno de esos paraísos naturales a los que se puede huir sin alejarse demasiado de la urbe. Se puede llegar a él por carretera –autobús o coche– y en tren (siempre mejor optar por el transporte colectivo para contribuir lo menos posible a la contaminación del ambiente).
Una vez se llega al pueblo, solo hay que seguir las indicaciones que llevan al Parque Natural de Muel, un lugar en el que se reúnen grandes atractivos. Se puede empezar comentando la ermita de la Virgen de la Fuente, un templo cuya cúpula está decorada por Goya, uno de los pintores españoles más reconocidos a nivel internacional. El artista realizó, con poco más de 20 años, unos frescos en el interior del edificio con las imágenes de San Ambrosio, San Gregorio Magno, San Agustín y San Jerónimo, que son los cuatro padres de la Iglesia, también conocidos como padres cristianos. Esta obra puede conocerse gracias a las visitas guiadas que organiza la oficina de turismo.
El recorrido continúa hasta la presa realizada por los romanos en la época de Augusto, en el siglo I, sobre la que se erige la ermita. Dicha obra tenía la función de abastecer a la colonia Caesaraugusta, el nombre con el que se conocía a la actual ciudad de Zaragoza, con el agua del río Huerva. La imagen del lugar que se tiene ahora no es la misma que tuvieron los romanos, ya que los sedimentos fueron tapando el cauce con el paso del tiempo hasta crear un pequeño embalse.
Pero después de la desviación, el río vuelve a aparecer en la conocida como cascada del Huerva, un salto de agua que termina en unas pozas en las que la gente se baña en verano, cuando el calor aprieta. En este lugar también se puede ver el antiguo castillo de los Marqueses de Camarasa, del que solo quedan unos muros aunque está considerado como Bien de Interés Cultural. Asimismo, en el Parque Natural de Muel hay un antiguo molino que fue rehabilitado en 1999 conocido como sala de exposición La Central en la que se organizan muestras cada cierto tiempo.
Qué más hacer en Muel
En el pueblo, más allá del parque natural, también hay otros elementos del patrimonio que pueden resultar interesantes. Un ejemplo es la iglesia de San Cristóbal, que data del año 1706 y es de estilo barroco con toques mudéjares como puede ser la antigua torre del campanario (vestigio de un templo anterior). En su interior se conserva un órgano del año 1696, construido por un organista de la villa de Luna.
Asimismo, en el centro de la localidad hay varias casas palacio como la de la plaza de España, originaria del XVI y de estilo renacentista aragonés. Además, también se puede visitar la única Puerta de la Villa que queda en pie, de la que se conserva el arco de medio punto y la portada de acceso a la calle Mayor. Por último, en la antigua vivienda de la señora Calistra se encuentra el Museo Etnográfico, que acoge enseres y objetos propios de la vida cotidiana de tiempos pasados.
No se puede abandonar el pueblo sin probar sus típicas tortas harinosas. Se trata de unas tortas de aceite rellenas de una pasta elaborada de harina y azúcar, famosas por su textura esponjosa y su sabor dulce. Además, también son propias las recetas elaboradas con cardo, una verdura propia de la zona que merece la pena probar pese a que su nombre pueda echar un poco hacia atrás a quienes no la conozcan. A Muel hay que ir sin miedo a saltar, bien sea a sus pozas o a su gastronomía.
Carmen López