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Mirando los datos del Instituto Nacional de Estadística del pasado año 2023 -siempre me ha gustado verlos, compararlos y ver cómo ha ido fluctuando la población- este año me ha llamado especialmente la atención que la comarca del Berguedà, municipios con menos habitantes de Cataluña. Me ha parecido curioso porque es una de mis comarcas favoritas: tiene infinidad de rutas, caminos y es la antesala a los majestuosos Pirineos. Es sinónimo de adrenalina, historia y arte con multitud de iglesias prerrománicas y románicas.
En este caso, me he apuntado cuáles eran las poblaciones con menos habitantes y he conducido hasta ellas para poder conocerlas en primera persona. Hablamos de La Quar (42 habitantes), Sant Jaume de Frontanyà (29 habitantes) y Gisclareny (27 habitantes). ¿Te animas?
La Quar: santuarios, cuevas y picos
Entre algún campo de placas solares, granjas y mucho verde se asoma la pequeña población de La Quar. Para llegar hasta ella tendrás que pasar antes por la población de Sagàs y seguir la carretera BV-4346 hasta llegar a la plaza, el hostal de St Maurici y su iglesia, que nos darán la bienvenida. Al llegar, aparqué el coche en las plazas de parking habilitadas y entré al hostal donde amablemente nos explicaron un poco más de la población y todo lo que se puede ver, que es mucho.
“Es una pena que La Quar tenga tan poquitos habitantes” nos indican desde el hostal, “aunque durante el fin de semana son varios los excursionistas que se animan a hacer alguna de las rutas que comienzan o que cruzan la población”. Es un pueblo con poco núcleo ya que tiene las viviendas bastante esparcidas a lo largo de sus 38 km2 y una muy buena forma de conocerlas es haciendo el camino que une el “corazón” de la población con el santuario de la Quar y el santuario de la Portella.
Se recomienda hacer el camino en coche aunque si tienes previa experiencia y te animas, también puedes hacerlo caminando. Por el camino vimos a varios excursionistas que seguían los senderos indicados, como el Camí ral de Sagàs a St Maurici i La Quar.
Pero La Quar tiene mucho más: desde la montaña Salga Aguda, con 1.172 metros; o la cova del Massana. Aunque de esta última, desde el hostal nos advierten que: “Es una cueva donde se dice que habitaba un antiguo bandoler. Es muy bonita, aunque solo pueden llegar a ella los que se saben el camino, pues no está indicada”.
Por último y si te animas, recomiendo mucho informarte de cuáles son los Caminos del Berguedà. “Son antiguos caminos que se han recuperado para que puedan ser recorridos y escuchados, esos caminos que forman parte de la memoria y que hablan de guerras y tristezas pero también de enamorados y alegrías”, explica uno de los carteles informativos de Turismo del Berguedà.
Sant Jaume de Frontanyà: un pueblo con más de 1.100 años de historia
La carretera que llega hasta Sant Jaume de Frontanyà se adentra bastante en la naturaleza y está en muy buen estado ya que justo la estaban arreglando. Durante los escasos 9 kilómetros que separan Borredà de Sant Jaume sientes las campanas y cencerros de las vacas que te van acompañando hasta llegar a la población.
Mi primera parada fue el mirador de Sant Jaume de Frontanyà, el cual lo encontrarás justo antes de entrar al núcleo de casas. Es en este mismo mirador donde se encuentra una placa/monumento en el que se explica un poco más la historia de la población. Los primeros escritos o noticias se remontan al año 905, en plena Reconquista, y fue entonces cuando el obispo de La Seu d’Urgell consagró una primera iglesia.
Más adelante, a finales del siglo XI, se edificó otro templo y poco a poco la zona fue creando un pequeño núcleo de casas y masías a su alrededor. Se dice también que en la Edad Media la población llegó a tener alrededor de 300 habitantes y, justo ahora, es uno de los pueblos con menos habitantes. Este “título” se lo ha quitado algunos años a la también pequeña población de Gisclareny.
Después de sentarme en el banco que preside el mirador, aparqué el coche en las plazas exteriores habilitadas y comencé a perderme por sus pequeñas calles. Enseguida me di cuenta de varias cosas. La primera es que estaba en una población muy bien cuidada, con un núcleo de casas juntas y de piedra donde el silencio reinaba y de lejos seguían retumbando los cencerros.
La segunda es que en las entradas de varias casas se podía leer Cala Masovera, Cal Paleta o Cal Sastret, haciendo referencia a lo que posiblemente había sido el hogar o lugar donde se cultivaban las tierras, se ayudaba en la edificación o donde se tejían, cortaban o cosían trajes.
Por último, me sorprendió muchísimo el precioso monasterio de Sant Jaume ya que “es un gran ejemplar del arte románico lombardo en Cataluña por la pureza de líneas y volúmenes y la austera pero elegante decoración” así como el anuncio de bibliobús, el cual suele visitarlos en mayo, junio, julio y septiembre.
No quería comenzar a hablar de mi última parada sin antes explicar el maravilloso intercambio de palabras que tuve con una vecina de la población. Parece ser que estaba muy relacionada con una de las fondas que había pero que ha cerrado recientemente por jubilación. “Antes habían tres restaurantes en la población pero lamentablemente ya no queda ninguno”. “Llevo más de 50 años viviendo en la población, soy feliz y se está muy tranquilo. Tenemos una bonita plaza, huertos y muchos caminos por los que andar”.
Gisclareny: a las puertas del Pedraforca
Gisclareny está bastante aislado y, además, intenté llegar con Google Maps y me fue imposible. Si te animas a visitar el que es el municipio con menos habitantes de Cataluña primero tendrás que ir hasta la vecina población de Bagà. Una vez allí, simplemente tendrás que seguir las indicaciones y señales de tráfico a lo largo de los 7 kilómetros que las separan.
Mientras conducía por la estrecha carretera tuve la suerte de ver varios cervatillos, caballos e incluso cabras montesas. Es una carretera llena de curvas con unas vistas espectaculares en pleno Alt Berguedà y varios picos como el Cap Gallina Pelada (2.321 metros), la Serra del Verd o el Pedraforca (Pollegó inferior con 2.445 metros o Pollegó superior con 2.506 metros). Al llegar, fui subiendo hasta su iglesia y poco a poco hasta alcanzar el increíble mirador de la Gargallosa, presidido de nuevo por una placa/estructura informativa.
“Aunque cueste creerlo, en Gisclareny habían 300 casas habitadas. También hay noticias de cuatro castillos, seis puentes y una quincena de iglesias románicas”. Pero, ¿cómo llegó a ser tan importante y tener hasta seis cementerios? Pues resulta que en su término comenzaban los dos principales caminos históricos que conectaban el Berguedà con la Cerdanya: el camí dels Empedrats y el camí ral del Coll de Jou. Con el paso de los años la población se ha ido disipando hasta quedar en la actualidad no más de 27 vecinos.
Como dato curioso, la electricidad no llegó hasta el año 1989, al llegar te encuentras con todos los buzones juntos en una pared (para que así sea más sencillo a la hora de repartir el correo) y, si te fijas bien, en lo alto de una colina y muy aislada encontramos la pequeña ermita románica de Sant Martí del Puig, presidiendo el valle de Bastareny, muy cerca de las sierras del Cadí.
También llaman la atención varias de las rutas y senderos locales que se pueden hacer desde Gisclareny, todas señalizadas y con diferentes tiempos y longitudes para que todo el mundo se anime a completarlas.
Por último, quería saber cómo es vivir en Gisclareny y alguna curiosidad que quizás no sea tan conocida. He podido hablar con una vecina que actualmente reside en la población y muy amable me comenta que: “Hay más pueblo que el que se ve en la entrada, ya que el municipio continua en Coll de Baena o Vilella, no hay servicios ni tampoco transporte público, la mayor parte de sus habitantes están jubilados aunque poco a poco hay más gente que se anima y teletrabaja”.
Me comenta feliz que le apasiona la tranquilidad y la poca masificación que aún es posible encontrar en varios rincones, el turismo que recibe la población y el refugio suele ser un turismo de tipo familiar, amantes de la naturaleza y que buscan caminar por las rutas que salen desde allí. “Durante la semana estamos casi solos pero cuando llega el fin de semana es cuando suelen verse más personas”.
Para finalizar, le preguntamos acerca del refugio y nos aclara que está abierto el fin de semana y los meses de julio y agosto, los cuales nunca falla. No dispone de servicio de restaurante pero cuenta con una cocina equipada para que todos los que se animen a hacer noche puedan cocinar en este maravilloso entorno. Nuestro contacto insta también a que todo aquel que venga a la población la cuide, sea respetuoso con la naturaleza y con los pocos pero simpáticos vecinos.
Alba Feliz
Redactora, productora audiovisual y graduada en turismo y dirección hotelera. Creo firmemente que viajar abre la mente y permite conocer otras realidades que quizás desconocemos. Me apasiona la fotografía analógica (la de toda la vida) y darle una oportunidad a los destinos menos conocidos.
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