Museo Arcade Vintage: el paraíso de los amantes del videojuego está en Ibi

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22.09.2023

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Museo Arcade Vintage
Por Museo Arcade Vintage

Muchas de las personas que fueron adolescentes en España entre los años 80 y 90 recordarán las horas que pasaron intentando cargarse a marcianitos o encajar las fichas del Tetris en una sala de recreativos. En esos lugares de reunión que hacían competencia a los bares –aunque en algunos establecimientos también había máquinas para jugar– e daba igual de dónde se venía o cómo se iba vestido. El único requisito era tener monedas para empezar el juego y tener ganas de echar unas partidas. 

Con el paso del tiempo, aquellos locales fueron desapareciendo y con ellos las máquinas de Arcade, pero no así todos sus aficionados. Algunos jugadores de aquellos videojuegos primigenios siguieron con su afición pese a todo y se convirtieron en coleccionistas o buscaron a otros apasionados con los que compartir su interés. Es el caso de los hermanos José María y Joaquín Litarte que, en 2013, formaron la asociación Arcade Vintage en la localidad alicantina Petrer y actualmente gestionan el Museo del Videojuego ubicado en Ibi, la ciudad del juguete.

Museo Arcade Vintage
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“Según fue pasando el tiempo, fuimos dando a conocer nuestro proyecto en diferentes ciudades como Barcelona o Valencia. Acudimos a ferias de videojuegos retro, salones del cómic y organizamos exposiciones”, comenta Joaquín a EscapadaRural vía telefónica. El número de socios fue creciendo y llegó un momento en el que los responsables de la organización se dieron cuenta de que no existía ningún museo del videojuego en España y que, sin duda, ellos estaban de sobra capacitados para ponerlo en marcha. Con esa idea elaboraron un dossier que presentaron a la Junta de Gobierno de turno que convocó un concurso público y obtuvieron la licencia para la gestión del mismo durante diez años.

“Nosotros teníamos el conocimiento y el equipo para montarlo”, recuerda el entrevistado. Las máquinas salen de colecciones particulares como las de José María o Eduardo Arancibia, socio de la empresa del museo. “Mi hermano se trajo algunos contenedores de máquinas arcade de Estados Unidos y también de diferentes países europeos. Tenemos máquinas de Inglaterra, de Francia, de Alemania o de Montecarlo”. Ha pasado una década desde que adquirió la primera, así que tuvieron tiempo para recopilar las piezas suficientes como para levantar su proyecto.

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Pero en el Museo Arcade Vintage no solo hay máquinas arcade, sino que también se pueden ver objetos como ordenadores, consolas o joysticks de rara adquisición. Muchos de estos ejemplos estaban cogiendo polvo el trasteros o buhardillas de antiguos jugadores que, por algún motivo se resistían a tirarlos y gracias a ese impulso de conservación ahora pueden ser observados por otras personas.

Un museo vivible

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Una de las características del centro es que los visitantes pueden jugar con muchas de las piezas que están expuestas. Además, también organizan actividades educativas y convenciones. “Los lunes y los martes tenemos una academia de programación, robótica y creación de videojuegos para chavales de seis a 16 años”, explica Joaquín Litarte. Las aperturas al público general son los fines de semana, donde reciben visitas de todo tipo de público incluidas familias enteras formadas por abuelos, padres y nietos. En el recinto, se puede recorrer la historia del videojuego desde sus inicios.

“Desde la aparición del Pong, la máquina esa de los dos palitos, que se considera el primer videojuego. Seguidamente ya pues de Space Invaders, el PacMan (el comecocos en español), todos los matamarcianos de la época y de ahí para adelante”, responde el especialista.

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A la par, los sábados por la mañana también se pueden encontrar “todo lo relacionado con presentación de libros sobre videojuegos, grabación de podcast, concursos y todo lo que tenga que ver con la industria del videojuego a través de ponentes”. Asimismo, acogen convenciones como la que tendrá lugar a finales de octubre, llamada la ArcadeCon, dirigida a: “‘frikis’ de lo retro, amantes del arcade”, asegura el representante del museo.

Completan el calendario con las visitas escolares, que son los jueves y viernes. Litarte comenta que al año reciben más de 120 autobuses y 6.000 niños de centros educativos de Alicante, Albacete, Murcia e incluso de Madrid. En estas visitas como en el resto de actividades fomentan el uso responsable de los videojuegos.

Las máquinas arcade más populares

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En aquellas salas de recreativos ya prácticamente desaparecidas había algunas máquinas que recibían más atención que otras, todo aquel que las haya frecuentado las recordará. ¿Ocurre lo mismo en el museo? Pues depende del perfil del visitante, aunque hay algunas que atraen a todos los públicos y no es difícil adivinar cuáles.

“A las familias les gusta jugar a máquinas de cuatro jugadores, como las Tortugas Ninja. El friki masculino va a por los matamarcianos de la época como Space Invaders y a las chicas frikis el Puzzle Bobble”, desarrolla Litarte (un recorrido por la memoria confirma que el comentario encaja con lo que se veía en aquellos lugares de reunión juvenil). “A los niños les gusta el Donkey Kong porque lo han visto en las películas de Pixar, que es el que le tira barriles a Mario. De hecho, el personaje sale de la máquina antes que en la videoconsola”. La ganadora, la que todo el mundo quiere es la máquina de Tetris, clásico donde los haya.

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¿Cuál es el secreto de la eterna juventud de las máquinas de Arcade? ¿Qué hace que esos videojuegos tan básicos en comparación con los actuales sigan siendo atractivos para el público? Litarte lo tiene clarísimo: “A la gente le gusta desconectar y estos juegos son fáciles. Hoy en día cuando arrancas un videojuego igual te pasas cinco minutos cargándote toda la presentación del videojuego, música, pantalla, personajes… en la máquina es llegar, pulsar el botón, meter los cinco duros [en el museo no se paga: con la entrada de 12 euros adulto y 8 euros niño, puedes jugar a todo] y empezar la partida”. 

Además, no requiere una inversión de tiempo exagerada, porque a no ser que el jugador sea experimentado y consiga superar la media hora, las partidas suelen durar entre dos y cinco minutos

Asimismo, señala otro aspecto positivo de este tipo de videojuegos que se daba en los recreativos y se sigue observando en el museo. “Con los videojuegos de esa época compartías tu experiencia con otras personas, cosa que hoy en día estás en tu casa en una habitación oscura y es muy diferente. Una de las cosas clave de nuestro éxito ha sido que gente de diferentes edades comparte la experiencia y hasta se hacen nuevas amistades”. 

Carmen López

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