Durante siglos, Nazaré fue un pueblo marinero al norte de Lisboa donde los pescadores tenían miedo a las olas gigantescas que rompían en la costa. Antaño, se enseñaba a los niños a evitarlas. Hoy, lo de las olas es como si les hubiera tocado la lotería.
Todo cambió para siempre en 2011, cuando el surfista hawaiano Garrett McNamara logró surfear con éxito una ola monstruosa de 20 metros. La gesta apareció en todos los noticiarios del mundo y, con ello, se dio a conocer. Primero en el imaginario de todos los surfistas extremos, después en los viajeros que querían ver cómo es Nazaré, la capital de las olas de récord.
Las olas gigantes de Nazaré
Aquella imagen de Garrett McNamara parecía un trucaje fotográfico, pero era real. Y, si ya era difícil de creer, aún más lo fue el vídeo en el que Rodrigo Koxa surfeó una ola de 24,3 metros de altura. El récord de la ola más grande jamás surfeada hasta el momento, reconocido en los Big Wave Awards del 2018. En cuanto a mujeres, la carioca Maya Gabeira es la que ostenta el récord Women’s XXL Biggest Wave Award de la Liga Mundial de Surf (WSL) al cabalgar con éxito una gigantesca ola de 20,7 metros.
Las famosas olas de Nazaré, que tienen más altura que la mayoría de edificios del pueblo, se originan en un cañón submarino de unos cinco kilómetros de profundidad y de 200 kilómetros de largo. El cañón dirige las olas hacia la costa y justo cuando se estrecha comprime con fuerza el volumen del mar para que salte por encima de la superficie de forma espectacular.
Los otros secretos de Nazaré
Tal vez la mejor descripción de lo que hoy es Nazaré la hizo la propia Maya Gabeira al poco de conocer su récord. “Es una mezcla muy interesante de historia y tradición, además de una comunidad de surf”, comentó.
Parte baja de Nazaré
Es el centro neurálgico del pueblo. Aquí está toda la animación veraniega posible. El escenario perfecto es la playa de Nazaré, kilométrica, doméstica, famosa por los toldos de colores repartidos a lo largo de la arena blanca. Junto a ella, el paseo marítimo es una colección de tiendas, restaurantes y terrazas donde dejar pasar el tiempo ociosamente.
Al otro lado del paseo, el barrio de los pescadores se desarrolla perpendicular al mar entre la plaza Manuel de Arriaga y la avenida Vieiria Guimarães. Las calles peatonales adoquinadas y las casas encaladas le dan un aire singular, como si el tiempo no hubiera pasado y ésta siguiera siendo la misma villa marinera que le tenía miedo a las olas.
El secado del pescado
En la ciudad baja es posible encontrar aún una de las imágenes más singulares de Nazaré: los jureles al sol. La tradición disfruta de buena salud gracias a que se ha convertido en un museo vivo. La estampa es como de otro tiempo: mujeres con su tradicional vestido de siete faldas, cuidando del proceso de secado del pescado. Ocupan sus puestos en la parte donde el paseo marítimo corre paralelo a la avenida Manuel Remígio,
Arroz con bogavante
Sin abandonar la parte baja, para conocer del todo Nazaré no hay nada mejor que hacerlo a través del gusto. En los restaurantes que aparecen en las calles perpendiculares a la playa, se anuncian toda suerte de pulpos y pescados a la parrilla, aunque el plato estrella es el arroz caldoso con marisco.
La parte alta de Nazaré
Aunque al barrio de Sítio se puede subir por carretera, es mucho más divertido e interesante hacerlo con el funicular. Las vistas son espectaculares con los tejados rojos extendiéndose a lo largo de la parte baja y las olas rompiendo en la playa.
En la actualidad, el vagón es moderno, pero este funicular fue inaugurado en 1889 y lo diseñó todo un discípulo de don Gustave Eiffel, para superar un desnivel de 42 metros.
El origen histórico de Nazaré
Si las olas gigantes son el reclamo del nuevo Nazaré, fue la Virgen quien dio origen a la población, que nació como el lugar de peregrinación más importante de Portugal, solo superado cuando se construyó la capilla de Fátima.
Según la leyenda, el culto se originó cuando D. Fuas Roupinho se vio rodeado de una espesa niebla una mañana de 1182 mientras se dedicaba a la caza de un venado desde su caballo. A punto estuvo de caer por el cortado acantilado de no ser por la oportuna aparición de la Virgen que detuvo el trote del caballo justo en el momento. En agradecimiento, el noble hizo construir la pequeña ermita de la memoria que junto a la iglesia de Nossa Senhora da Nazaré forma el santuario. La leyenda está representada en las pinturas de la sacristía donde también destacan los bellísimos azulejos del S. XVIII.
Mirador do Suberco
Si se busca la postal de Nazaré, está en el mirador do Suberco, a muy pocos pasos de la iglesia y de la ermita. El Atlántico se muestra inmenso. Hay que estar sobre todo al atardecer, cuando los últimos rayos del sol van matizando los colores de la playa y de los tejados del pueblo. Para quienes desconfíen de la leyenda de D. Fuas Roupinho, en el mirador se puede ver la marca que dejó la herradura del caballo sobre la roca.
El faro y el fuerte de Nazaré
Es la tribuna perfecta para ver las olas gigantescas cuando llegan las borrascas, y también para tener unas vistas de 360 grados sobre las dos playas de Nazaré. A un lado, la salvaje playa del Norte, al otro, la playa urbana de la ciudad baja. El faro se levanta como si fuera la torre del homenaje del mismo fuerte.
El Fuerte de San Miguel Arcángel es un lugar ideal para despedirse de Nazaré, no sólo por las vistas o por la curiosa arquitectura manierista, si no también por albergar la pared de la fama del surf. En el pequeño espacio, se rinde culto a los surferos que han osado desafiar a las súper olas. Por supuesto, están las tablas de Garrett McNamara o Maya Gabeira.
José Alejandro Adamuz
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