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Lo primero que se suele mencionar de Pals, un pequeño pueblo medieval situado en la comarca del Baix Empordà, es su belleza. Sus calles empedradas, los monumentos que se pueden visitar, el entorno natural y sus playas cercanas, ejemplos de los atractivos de la Costa Brava. No se le puede pedir mucho más a un lugar para que merezca la pena visitarlo, aunque hay una curiosidad que le añade interés: su relación con el periodismo.
Josep Pla, el afamado periodista que dedicó gran parte de su obra a describir las maravillas de su tierra de origen, tiene un mirador con su nombre. No solo es fruto de la admiración por el trabajo de ese escritor nacido en Palafrugell –municipio perteneciente a la misma comarca– sino también por su importante labor de embajador del pueblo. A todas las personas que le visitaban (en la posguerra regresó a L’Empordà en lo que podría considerarse un ‘exilio interior’) las llevaba al Pedró, el barrio de Plas, cuyo mirador lleva ahora su nombre.
Según dejó escrito, había pasado muchas horas disfrutando de la vista que ofrecía el lugar tanto si el día estaba despejado como si estaba brumoso. El contraste del mar con las Islas Medes, los alcornoques y los pinos, las montañas del macizo del Montgrí, los contrafuertes de las Gavarres y la botánica del último tramo del río Ter eran algunas de las joyas que señaló de ese territorio que tanto apreciaba.
Lo recogió en su volumen El meu país, donde también escribió: “Pals no merece una visita, sino cien visitas, porque su ubicación ofrece la posibilidad de ver uno de los paisajes más bellos e inolvidables del país”. Para quienes quieran conocer más acerca de la relación del periodista con la zona, está a disposición un recorrido literario llamado precisamente La Ruta Josep Pla, organizada por la Fundación Josep Pla. Este camino toca varios pueblos, además de Pals, como Palafrugell o Llafranc, así que también es una buena manera de conocer la zona mientras se adquiere cultura.
De Pals al mundo
Pero esto no es lo único que liga a este pueblo de Girona con el periodismo. Y esta historia es un poco más rocambolesca que la de Pla que, al fin y al cabo, lo que hizo fue divulgar las bondades de sus raíces como han hecho y hacen tantos otros. En este caso se trata de una emisora de radio que lanzaba mensajes anticomunistas a la Unión Soviética y que funcionaba gracias al dinero de la CIA durante la Guerra Fría. Se llamaba Radio Liberty y esto no es el argumento de una película de Hollywood.
La emisora, con seis transmisores de onda corta de 250KW cada uno, se instaló en la playa de Pals el 23 de marzo de 1959. Radio Liberty se había creado en 1955 por el Comité Americano de Liberación y producía sus programas, grabados en más de diez idiomas, en Múnich y en Nueva York para después trasladarlos hasta Girona y emitirlos desde la emisora de Pals al mundo (especialmente al comunista).
Esa actividad –más allá de temas ideológicos– trajo mucha prosperidad al pueblo ya que dio trabajo a 200 trabajadores en una zona que hasta el momento había sido principalmente agraria. La audiencia de Radio Liberty comenzó a descender después de la caída del muro de Berlín en 1989, cuando las comunicaciones se liberaron.
Aún así, resistió hasta el año 2001. Finalmente, en 2006 se demolieron las instalaciones que habían quedado abandonadas y las antenas rojas que ya habían pasado a formar parte del paisaje desaparecieron para alegría de unos y disgusto de otros (hubo de todo).
Al año siguiente, en 2007, el Canal Historia estrenó un documental sobre Radio Liberty y Pals en coproducción con TV3 y Canal Paradis. Dirigido por Carles Jover, en él entrevistan a políticos como Santiago Carrillo o Manuel Fraga y a trabajadores como Chelo Argüelles, una niña de Rusia que al volver a España fue traductora en la emisora hasta que cerró. Esencial para quienes quieran indagar más en esta historia.
Un buen paseo medieval
Evidentemente, a Pals también se puede ir a disfrutar de sus calles y sus monumentos sin tener que pensar en periodistas desaparecidos o emisoras de radio que ya no existen. Porque un mero paseo por sus calles de piedra ya habrá merecido la visita. Además, no es muy grande –no llega a los 3.000 habitantes– así que es posible recorrerla con tranquilidad, parándose a ver los monumentos y edificios o a disfrutar de su gastronomía sin temor a perderse algo por las prisas.
La villa medieval es visita obligatoria, por supuesto. La oficina de turismo recomienda comenzar la visita desde Ca Pruna, una casa del siglo XV-XVI que, después de ser restaurada, ahora hace las veces de Casa de la Cultura del pueblo. Si se sigue por la calle de la Creu se llega a la Plaza Mayor donde se encuentra un arco gótico que da paso al recinto amurallado.
El recorrido sigue hasta la torre de las Horas (después de pasar por sepulturas medievales talladas en la tierra), que tiene una altura de 15 metros y data del siglo XI-XII. Es el vestigio que se conserva del castillo de Pals, que se demolió en el siglo XV, momento en el que se colocó un campanario gótico dentro de la torre. De ahí su nombre.
Otro lugar que marcar en los puntos importantes de la visita es la iglesia de Sant Pere que aunque su origen se sitúa en el siglo IX se reconstruyó en el XV con restos del castillo demolido. El recorrido termina en el mirador de Pla, aunque antes de llegar se pasa por otra torre, en este caso la llamada torre d’en Ramonet. Después de disfrutar de las vistas, se baja siguiendo el camino que marca la muralla hasta llegar de nuevo a la Plaza Mayor. En total, ha pasado una hora y media aproximadamente.
Si llega la hora de comer y se tiene ganas de disfrutar de la gastronomía local, no hay duda de lo que hay que pedir en el restaurante: arroz. Este cereal se cultiva en Pals desde el siglo XV, aunque en el siglo XVIII hubo un declive de su cultivo ya que los campesinos denunciaron que las aguas estancadas estaban matando a la población al ser un foco de enfermedades. No fue hasta el siglo XX cuando un indiano llamado Torre d’en Ramonet compró terrenos agrícolas como el Mas Gelabert de Pals con la fortuna hecha en Cuba y comenzó a explotar de nuevo el cultivo de arroz.
Con él llegaron métodos modernos para evitar que el agua se pudriese por estancamiento, que hicieron que el arroz volviese a ser fruto de riqueza de la zona. A partir de mediados del siglo XX, esa producción bajó debido al signo de los tiempos, con la industrialización y el aumento del turismo, pero en la actualidad todavía hay familias que se dedican al cereal.
Carmen López
Soy periodista y escribo sobre cosas que importan en sitios que interesan desde hace más de una década.
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creo que las fotos del reportaje no son de Pals sino de la localidad de Ullastret.
saludos