Es un tópico pero también es verdad que muchas veces se busca lo extraordinario lejos de casa y en realidad está mucho más cerca de lo que se piensa. Ocurre en casi todos los aspectos de la vida como, mismamente, la salud. Por ejemplo, las propiedades de un baño en aguas de alta salinidad para el cuidado de las afecciones cutáneas y la relajación son de sobra conocidas. Pero la mente se va automáticamente al Mar Muerto, que está casi a 4.000 kilómetros entre los límites de Jordania, Israel y Cisjordania; y no a Huesca, que es un destino mucho más accesible a la hora de planear una escapada de fin de semana.
En Naval, un pueblo de la comarca de Somontano de Barbastro, existen unas salinas en las que se puede experimentar la misma sensación de flotar en el agua sin hundirse que en la extensión acuífera asiática. En las cinco piscinas de sal de El Salinar de Naval, que tienen diferentes tamaños, la concentración de sal es mayor que la del Mar Muerto, así que incluso en las dos más hondas (dos metros de profundidad) es bastante improbable tocar el fondo.
Este complejo de baño es uno de los motores turísticos de un pueblo que ronda los 300 habitantes. Su historia está ligada a la sal y a la alfarería, otra de las profesiones que lo hicieron famoso en su momento y que aún se sigue ejerciendo de manera artesanal (lo normal es irse del lugar con sal y alguna pieza alfarera de recuerdo o de regalo). El producto mineral ha sido uno de los ingredientes gastronómicos que más negocio han generado a lo largo de los siglos del comercio, como también lo fueron el azúcar o el pimentón.
La sal no solo se ha utilizado para darle alegría a las comidas, sino que también se ha usado como conservante de materias primas que viajaban a puntos lejanos de su lugar de origen (de ahí la tradición del bacalao salado). La Edad Media fue uno de los puntos álgidos de su comercialización aunque, según documentos, en Naval ya había actividad salinera en 1094, época de Sancho Ramírez, padre del rey Pedro I de Aragón. Durante todos los siglos que siguieron hasta la actualidad, la sal ha sido el mayor tesoro del lugar.
De hecho, en 1845, Pascual Madoz escribió en su Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar: “Las salinas de Naval son indisputablemente de las mejores que se conocen en España, pues á la abundancia de sus fuentes, que bien aprovechadas bastarian a surtir la mitad del reino, se reune la escelente calidad de la sal y la hace superior á cuantas el terr. español encierra, pues su estremada fortaleza, compite con el esquisito gusto y brillante presencia” (castellano antiguo).
Como la sal dejó poco a poco de ser primordial como conservante (aunque aún se utilice) su explotación comercial derivó en la gastronomía, la cosmética y el turismo (que puede englobar todo lo demás). Quienes visiten el Salinar de Naval pueden bañarse, comer en el restaurante, darse un masaje y comprar diferentes tipos de sal para cocinar y sales de baño para cuidarse en casa. Experiencia completa.
Los beneficios del agua de Naval para la salud son numerosos. En 2009, según se puede leer en el BOA, el Departamento de Industria, Comercio y Turismo de Aragón confirmó “el carácter minero-industrial para cloruro sódico de las aguas alumbradas en los citados manantiales, así como su condición minero-medicinal para uso tópico”. Así, las personas con psoriasis, acné y todo tipo de afecciones dermatológicas tienen en estas piscinas una oportunidad de mejorar su condición.
Lo recomendable después del baño es dejar secar la piel al aire, que quedará cubierta por la sal y después eliminar los restos con una toalla para conseguir un efecto exfoliante. Asimismo, está recomendado para aquellos y aquellas que necesiten relajarse y desconectar del estrés y para quienes tengan problemas de insomnio.
Naval más allá de la sal
Además del Mar Muerto del Somontano, Naval tiene otros atractivos que merecen su visita. De hecho, hay rutas guiadas por el pueblo que llevan a lugares tan interesantes como el conjunto arquitectónico conocido como alfolí, que durante el siglo XIII se utilizó para almacenar la sal. Está construido en piedra sillar y tiene cuatro espacios comunicados.
También se puede ver el antiguo lavadero, que data del siglo XIX y entrar en el Centro de Interpretación de la Alfarería, que antiguamente fue la casa de Pedro Salanova, uno de los alfareros del pueblo. En el recinto se conserva el obrador, las balsas de decantación, el horno y todo lo necesario para entender esa tradición que tiene orígenes moriscos y medievales.
Además, otro punto de interés es la colegiata de Santa María, que data del siglo XVI. Está erigida sobre los restos de una mezquita y es una representación del estilo arquitectónico gótico aragonés. Se encuentra en el mismo recinto defensivo que acoge los restos del castillo feudal que en su momento ostentó el símbolo de poderío de Naval, un pueblo que ahora ofrece cuidados de salud, relajación, gastronomía y patrimonio artístico. Nada más y nada menos.
Carmen López
Soy periodista y escribo sobre cosas que importan en sitios que interesan desde hace más de una década.
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