Pratdip, el pueblo de los perros vampiros
Escrito por
22.02.2024
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Cuando la palabra vampiro sale a relucir, el pensamiento se dirige automáticamente a Transilvania, cuna del chupasangres más famoso de la cultura popular: el conde Drácula. Pero, por supuesto, su leyenda no es la única relacionada con los colmillos ni tampoco la saga de Crepúsculo.
Los vampiros pueden aparecer en cualquier parte cuando cae la noche y con cualquier forma, porque aunque en el imaginario colectivo tenga apariencia humana o de murciélago, también pueden adoptar otros cuerpos. Y si no, que se lo digan a los habitantes de Pratdip (Tarragona), cuya historia está marcada por las tropelías nocturnas de unos perros aterradores que hasta han dado nombre al pueblo.
Durante siglos, en este pueblo tarraconense, que aún conserva parte de su arquitectura medieval, acecharon unos perros de pelo negro, ojos rojos y tres patas que gustaban de matar y sorber la sangre de sus presas: los famosos dips. Unos canes vampiros, vaya. Estos aparecían por las noches y atacaban al ganado pero también a aquellos que tardaban en recogerse en sus hogares, en muchas ocasiones por haber ingerido demasiado alcohol.
Dichos ‘serenos asesinos’ aplicaban el castigo de la muerte a sus víctimas con sus colmillos y su costumbre de cenar sangre. Se dice que estuvieron presentes en la vida cotidiana hasta el siglo XIX, aunque de vez en cuando aparece alguien que asegura haberse cruzado con alguno. Si sigue vivo para contarlo, es que no se acercó demasiado a ese perro vampiro (o le pilló con el estómago lleno).
El pueblo tiene tan arraigada la leyenda a su historia que, además de estar presentes en su toponimia, también aparecen en su escudo, que simboliza un perro con una pata levantada. Asimismo, en el altar renacentista de Santa Marina, que data del año 1602, también están pintados dos canes negros que podrían ser dips (aunque tienen cuatro patas y no tres). Actualmente, esa obra se puede ver en la iglesia parroquial de la Natividad de Santa María.
Pero no son las únicas creaciones que han inspirado esos seres vampirescos. Otros dos ejemplos son el libro ilustrado infantil Dip. Más allá de la oscuridad de Eva Sánchez y la conocida novela de Juan Perucho Las historias naturales.
Publicada originalmente en catalán en 1960 y traducida al castellano en 1968, cuenta la historia del científico naturalista Antoni de Montpalau, cuya investigación sobre la ‘avutarda géminis’ le lleva a conocer a Onofre de Dip, un antiguo caballero feudal y ahora vampiro. La historia transcurre con la Primera Guerra Carlista como escenario y tiene una línea amorosa que completa una trama llena de aventuras, terror y humor.
Pratdip no esconde su leyenda ni mucho menos. En sus calles empedradas descansan figuras que representan a estos animales míticos y cada mes de octubre se celebra el Festival Pratdip Llegendari, en el que se puede disfrutar de espectáculos de teatro, música, títeres, cuentacuentos de terror y misterio o gastronomía ‘de leyenda’. Una cita imprescindible para amantes de lo desconocido que el pasado octubre de 2023 celebró su novena edición.
Más allá del miedo
No todo en Pratdip tiene que ver con perros sedientos de sangre y noches peligrosas. De hecho, el pueblo está lleno de atractivos que van más allá de su leyenda. Erigido a pocos kilómetros de la costa, en los pies de la sierra de Llaberia, aún conserva los restos de su castillo medieval del siglo XII –considerado Bien Cultural de Interés Nacional– en lo alto de una colina así como vestigios de su muralla, algunos de los cuales se pueden ver entre las casas.
Asimismo, su pasado del medioevo se puede observar en las dos torres de la muralla que aún se conservan en pie: torre de Ca la Torre y la torre-puerta del Capet, ambas levantadas entre los siglos XIII y XIV. La segunda también recibe el nombre de ‘La cárcel’ porque, evidentemente, durante un tiempo se utilizó como centro penitenciario. Ambas están cerca de la anteriormente mencionada iglesia parroquial de Santa María, restaurada en 1959, que tiene un ábside románico y acoge el retablo de Santa Marina y los dips.
Caminando por las calles empedradas de su centro histórico jalonadas por arcos se llega al Centro de Interpretación de la Sierra de Llaberia, que ofrece mucha información sobre la villa y sus alrededores como sus leyendas, su entorno natural o actividades de interés. Otro rincón icónico es el de los lavaderos tradicionales, que estaban en funcionamiento hasta hace relativamente poco tiempo y que se encuentran en buen estado de conservación.
Fuera del núcleo del pueblo, a unos cuatro kilómetros, se encuentra el santuario de Santa Marina, originario del siglo XVI. Este conjunto arquitectónico está conformado por cinco construcciones: la ermita, la casa de la fuente, la casa de los ermitaños, la casa grande y el antiguo balneario. Allí también está la fuente de Santa Marina, a cuya agua se le atribuye propiedades curativas. Se trata de un lugar de encuentro –cuenta con un área recreativa– y desde hace siglos se organiza una romería en honor a la patrona.
Desde allí parten numerosas rutas de senderismo que permiten conocer el entorno natural de Pratdip, aunque uno de los recorridos más conocidos tiene lugar dentro del pueblo: la Ruta de los dips. Se trata de un camino que lleva a localizar las once reproducciones de dips siguiendo las pistas que se indican en el mapa. Los ‘jugadores’ pasarán por el castillo, el forn de pa Escrivà y otros lugares emblemáticos. Una forma muy divertida de conocer un pueblo de leyenda… Al menos durante el día.
Carmen López
Soy periodista y escribo sobre cosas que importan en sitios que interesan desde hace más de una década.
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