El equivalente de boy scout en español es… escultista. Suena demasiado a oculista, ocultista o escultor, así que muchos, en aras de la eufonía, continuarán con el anglicismo. Muchos preferirán no acordarse del glaucoma, Madame Blavatsky o Praxíteles en favor de los marshmallows tostándose en una fogata (otrosí: también preferirán marshmallow a malvavisco).
Las palabras son así de importantes: cuenta tanto cómo suenan como lo que dicen. Por eso no puede ser más apropiado el nombre del proyecto Tubolan: no solo suena bien, resulta eufónico, sino que apunta justo donde debe: los tubos de lava de la isla canaria de Lanzarote que aparecen frente a nosotros como cuevas que agujerean la tierra y que, durante siglos, han obrado como refugio de piratas.
Particularmente, llamará nuestra atención el tubo de la Corona, uno con las hechuras más impresionantes del mundo. No en vano, alcanza hasta 50 metros de altura en algunas zonas. El tubo de la Corona es una de las formaciones geológicas más importantes del mundo de la que forman parte la Cueva de los Verdes y los Jameos del Agua.
Serpientes de lava en la luna
El proceso de formación de un tubo es ciertamente difícil de imaginar, pues habremos de entrenar la mente a fin de pensar en tiempo geológico, es decir, un tiempo extremadamente lento pero inexorable. Tras la erupción de un volcán, ocurrida hace unos 22.000 años, los ríos de lava surcan el suelo como serpientes de fuego. La parte superficial de estos ríos se solidifica cuando entra en contacto con el aire, pero la roca líquida continúa fluyendo por debajo.
Estos procesos son similares a los que tuvieron lugar en la Luna y hasta en Marte, aunque las cuevas que se formaron en estos enclaves extraterrestres, debido a la falta de gravedad, fueron mucho más impresionantes, alcanzando hasta los 500 metros de altura.
Pero lo más interesante es que si existiera algún tipo de vida microbiana en la Luna o Marte, estas grutas creadas con el cincel y la garlopa de la lava constituirían lugares idóneos para acogerla.
Según Ana Miller, geomicrobióloga del Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla (IRNAS) perteneciente al CSIC, que estudia los tubos de Lanzarote para extrapolar sus hallazgos a los tubos marcianos y selenitas, en estas condiciones podrían prosperar microorganismos quimiolitoautotróficos, que son capaces de usar y transformar minerales para poder desarrollarse y crecer, es decir, que literalmente comen piedras para existir.
Estos microorganismos existen en las grutas de Lanzarote, y no solo prescinden de la materia orgánica para sobrevivir, sino que también prescinden de la luz solar. Son microorganismos, pues, llamados extremófilos (que pueden sobrevivir en condiciones extremas), y por tanto también son candidatos idóneos para tener contrapartes marcianas y selenitas. Si hay vida extraterrestre, pues, debería parecerse bastante a esta. Al menos en teoría. De esta forma, el proyecto Tubolan es, en cierto sentido, el estudio de cómo podría ser la vida extraterrestre sin salir del ámbito de la Tierra.
Todo el conocimiento que se pueda obtener de estas criaturas, más tarde, podría ser usado para enfrentarnos al hallazgo de la primera vida extraterrestre. Ninguna misión hasta ahora ha entrado en una cueva marciana, por esa razón vale la pena estar preparados para que eso ocurra, para saber qué debemos buscar y cómo buscarlo.
Así, aquí en la Tierra, los investigadores se adentran en el interior de grutas de todos los tamaños y de difícil acceso, algunas tan angostas que dan miedo, como lo harían en un laboratorio geológico o en un museo antediluviano donde priman los tonos rojos, amarillos y blancos coloreando las rocas negras. En las entrañas de estos lugares fabulosos, escudriñan zonas donde la lava solidificada que ha formado principalmente basalto da paso a minerales secundarios originados por el contacto con el agua y el oxígeno o por las mismas bacterias. Y finalmente toman muestras que llevan a un laboratorio canónico, donde se realiza la extracción de ADN para poder identificar los microorganismos presentes en las muestras recogidas. Como explica Miller:
Estudiar estas cavidades de Lanzarote podría indicarnos qué microorganismos podrían existir o haber existido en el subsuelo de Marte y entender su metabolismo. Además, Lanzarote está considerada un laboratorio natural que nos ayuda a comprender la geología de Marte y cómo se forman los tubos de lava en ese planeta.
Esta investigación supone la continuación de un proyecto dirigido por Miller en el 2017 englobado dentro del programa PANGAEA-X de la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés). En él, el astronauta Matthias Maurer y Miller secuenciaron el ADN de una muestra bacteriana directamente dentro de una de las cuevas. En otras palabras: hemos trasladado el contenido de un laboratorio natural a un laboratorio artificial para estudiarlo todo con mayor detalle y sin contaminación cruzada u otras limitaciones.
Estas grutas, además, podrían servir a los futuros colonos espaciales, pues una base aquí establecida estaría particularmente guarecida de la radiación cósmica y de los micrometeoritos. Viajar a Lanzarote, pues, podría ser una especie de viaje al futuro de hipotéticos marcianos y selenitas. Contemplar estos templos geológicos, además, resulta tan extraño y cautivador que no será raro que cualquiera le dé a un click derecho mental… guardar como… en la carpeta JPG de Imágenes que no Quiero Olvidar Jamás… aceptar.
Y otra palabra que debemos apuntar, que también suena indudablemente eufónica, es «jameo»: un término de origen aborigen que refiere a un agujero que se produce como consecuencia del hundimiento del techo de un tubo volcánico. Una interpretación caprichosa del término jameo podría proceder del «jemío» que hace el viento cuando se cuela en estas cuevas.
Sergio Parra
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