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Baños de bosque, paseos por jardines, picnics en parques, ramblas sombreadas, setos delicados, macetas coloridas… En los pueblos más floridos de Cataluña la naturaleza no es una opción, sino una voluntad.
Estos pueblos están entre los más de cien municipios que constituyen la red catalana de Viles Florides (villas floridas) y han alcanzado la máxima valoración debido a su colorido y vegetación.
Bagergue (Lleida)
Sus casas de piedra y tejados de pizarra típicas del Pirineo se esparcen en una terraza natural que va ganando espacio a la pendiente de la montaña. De por sí, el entorno del pueblo habitado -se supera el centenar de habitantes por muy poco- más alto del Valle de Arán es una maravilla de verdor. Además, a sus calles no le faltan nunca la decoración de flores.
Por belleza, Bagergue es el primer pueblo catalán en entrar en la lista de los más bonitos de España. En el municipio está el Museu Eth Corrau, donde conocer la historia de usos y costumbres del valle; la Casa Menginat y la iglesia de Sant Fèlix del s.XII. Hacia el norte, a un kilómetro, podemos visitar la ermita de Santa Margalida y hacer una excursión de poco más de una hora que nos lleva hasta el río Unhòla, conocido como el río rojo.
Lloret de Mar (Girona)
Entre el mar y la montaña, este clásico municipio playero de la Costa Brava también es una delicia verde. Además de toda su oferta familiar con parques temáticos, acuáticos y playas diferentes para cada día de la semana, cuenta con espacios verdes tan afamados como el castillo de Sant Joan y los jardines de Santa Clotilde. Este último es un bellísimo ejemplo de jardín novecentista sobre un acantilado con vistas al mar. El cementerio modernista es otro de los imprescindibles del municipio.
Cardedeu (Barcelona)
La construcción del ferrocarril en 1860 y la llegada de la carretera comarcal no restaron esencia a este municipio que es la manifestación física de la importancia del patrimonio natural. Lo que sí ocurrió con estos medios de comunicación es que llegaron los primeros veraneantes de la capital y construyeron villas modernistas. En el centro histórico, además, destaca la iglesia de Santa María de Cardedeu, de origen románico. Imprescindible el Museu Arxiu Tomàs Balvey, con una farmacia de 1812. A pocos pasos está el jardín del Museu de Cardedeu, un oasis de placer verde.
Almacelles (Lleida)
Destruido durante la guerra del Segadors, fue comprado a finales del S. XVIII por un comerciante barcelonés para construir una ciudad nueva de carácter ilustrado. Lo hizo tan bien, que hoy Almacelles es el único pueblo con un centro histórico ‘tan moderno’ catalogado como Bien Cultural de Interés Nacional. Además, lugares como el parque de l’Aigua, el parque de Europa o el parque del Vilot invitan a pasear por verdes y rectos caminos, o disfrutar de la sombra de sus árboles haciendo un picnic. En febrero celebran la Fiesta del agua, y es que fue gracias a la llegada del Canal de Aragón y Cataluña el 2 de marzo de 1910, que el pueblo se desarrolló.
Figueres (Girona)
Núcleo importante del triángulo daliniano, la población ampurdanesa suma a su indiscutible valor cultural un patrimonio natural espectacular: está rodeada por tres parques naturales y no para de sumar nuevos espacios verdes, como el parque de les Aigües o el dels Olivars, paseos como la Rambla con sus plataneros y plazas, y barrios floridos. Si no fuera suficiente, hay tres rutas a pie para disfrutar del entorno natural. Por ejemplo, el itinerario alrededor del castillo de Sant Ferrán permite unas vistas privilegiadas sobre el paisaje del Alt Empordà.
Llinars del Vallès (Barcelona)
Al pie del Montseny, Llinars del Vallès cuenta con un entorno natural de gran belleza lleno de opciones para los senderistas. Sobre todo con la llegada del otoño, cuando en los alrededores se puede combinar la caminata con la búsqueda de setas. Además, la transformación del núcleo urbano mediante la creación de parques y vías arboladas permite agradables paseos. Destaca el espacio ajardinado que la localidad creó en memoria de los 16 jóvenes víctimas del accidente aéreo de Germanwings, que volvían a Alemania tras un intercambio estudiantil en Llinars. El espacio concentra verdor y recogimiento en recuerdo de las víctimas.
Malgrat de Mar (Barcelona)
En Malgrat de Mar gustan de tirar de las estadísticas para sacar pecho: hay 4 habitantes por cada árbol. Y es que las políticas medioambientales se han aliado a un entorno natural privilegiado, al pie del Montnegre y rodeado por los humedales del delta de la Tordera y extensos campos agrícolas, que son pieza clave en la economía del municipio. Además de la agricultura, hay una vibrante oferta cultural. Recorrer el centro histórico es toda una delicia. Sobre todo en mayo, cuando se celebra el concurso de balcones y aparadores decorados con motivos florales.
Mollet del Vallès (Barcelona)
Zonas verdes por doquier, plazas acogedoras, parques, anchas vías arboladas y el gran espacio de Els Gallecs, un entorno rural de más de 700 hectáreas que hacen de Mollet del Vallès uno de los municipios que más en serio se toman lo de ser una ciudad saludable.
Olot (Girona)
Uno de los privilegios de tener volcanes extintos es que sirven de miradores sin ningún tipo de temor a posibles erupciones. Por ejemplo, desde el volcán del Montsacopa se contempla una maravillosa panorámica de Olot rodeada por los volcanes de la Garrotxa. El entorno es mágico, con los parques de la Moixina i El Parc Nou como espacios boscosos en los que dominan los robledales. Para disfrutar del entorno rural del valle, atravesado por el río Fluvià y siempre con el majestuoso Puigsacalm presente, lo mejor es realizar la vía verde del Carrilet (ruta circular de unos 30 km).
Sant Cugat del Vallès (Barcelona)
Situada a los pies de la sierra de Collserola, los numerosos parques y cuidados jardines hacen de Sant Cugat una de las ciudades más innovadoras en cuanto a espacios verdes de toda Cataluña. Pasear por su centro histórico peatonal, presidido por el milenario monasterio, se convierte en toda una experiencia natural. El conjunto de edificios del Real Monasterio está formado por la iglesia que tiene adosado el campanario, el claustro y otras construcciones anexas. Hay que destacar la apuesta decisiva que se hace sobre lo ecológico en los diferentes huertos urbanos esparcidos en el término municipal
Sant Hilari Sacalm (Girona)
La conocida como la villa de las cien fuentes no podía quedarse atrás en este particular ranking florido de Cataluña. La capital de las Guilleries, el macizo entre La Selva y Osona, tiene una colección privilegiada de bosques que hacen la delicia de senderistas de todo el país. Ya en el centro del municipio, la pequeña población ha sabido adaptar los espacios verdes de sus parques y jardines al entorno natural. No hay que perderse la ruta de la Font de la Formiga, la más larga de las seis señaladas en el municipio. La ruta de las Ermitas es la favorita entre quienes gustan de pedalear.
Vila-Seca (Tarragona)
En pleno corazón de la Costa Daurada, este municipio sabe mirar hacia el mar sin olvidar sus raíces agrícolas. Prueba de ello son las más de 100 hectáreas de espacios verdes públicos mantenidos con criterios de sostenibilidad. Ahí está, por ejemplo, el parque de la Torre d’en Dolça (él sólo ya suma 37 hectáreas de zonas verdes) o el parque del Pinar de Perruquet y la Acequia Mayor, en la zona del litoral. Entre su patrimonio, el castillo y la bodega modernista son imprescindibles. Y para quienes sean adictos a la adrenalina, PortAventura y Ferrari Land están a un paso.
José Alejandro Adamuz
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En Cataluña no hay nada bonito, todo es escabroso.
Gracias por vuestro reportaje me anima a recorrerlo todo.