Pueblos vacíos reconvertidos al turismo rural
Escrito por
09.06.2021
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España cuenta con cantidad de municipios que no han logrado superar la agonía demográfica. Muchos pueblos están vacíos, aunque eso no quiere decir que estén abandonados. Gracias a diferentes iniciativas turísticas algunos de ellos han logrado recuperar su patrimonio y, en el mejor de los casos, atraer de nuevo a la gente. Aunque por estos pueblos, más que vecinos, ahora pasean viajeros.
Villalibado es una pequeña pedanía de la localidad de Villadiego, a media hora de Burgos. Fue abandonada a finales de la década de los 80, cuando los últimos vecinos emigraron hacia ciudades industriales, principalmente del País Vasco. Con su marcha, las casas comenzaron a deteriorarse y, sobre sus ruinas, unos vecinos montaron en él una granja de pollos. No fue hasta unos años después cuando Villalibado se quedó completamente vacío y, en 2007, Juan Ansotegui y sus hermanos decidieron rehabilitarlo. En principio para uso personal.
“Un amigo me llamó para ver cómo podía restaurar la torre medieval que había en el pueblo”, nos explica Juan Ansotegui, propietario de Las de Villadiego. “Le dije: ¡Ah! Pues muy fácil. Y al final me dijo: mira, hazlo tú. Y me vendió la torre”.
La torre data del siglo XII, era de defensa, aunque en el siglo XVII fue reformada para que formase parte de una casa solariega. Aún así, el pueblo está incluido en el sendero de los torreones: una ruta de 16 kilómetros que va de Villadiego a Castromorca pasando por Olmos de la Picaza.
“Cuando compré, en el pueblo no había nada. Me enamoré de las ruinas, las piedras y la historia. Mis hermanos y yo empezamos rehabilitando 8 casas rurales y la torre para espacios comunes. Luego hicimos una casa rural para grupos y un restaurante”, nos explica Ansotegui. Actualmente cuentan con 9 casas rurales y un hotel rural con capacidad para 69 personas.
Aunque el pueblo estaba abandonado cuando comenzaron su reforma, algunas de las viviendas no fueron vendidas y pertenecen a los antiguos propietarios. Hoy en Villalibado hay unas 8 personas censadas, aunque ninguno de ellos vive allí. “Hay cuatro vecinos que tienen casa, aunque solo vienen de forma muy esporádica”, dice. Por ello, reconoce que no hay ningún problema cuando grandes grupos alquilan todo el pueblo.
Gracias a la ayuda de la junta vecinal, Ansotegui y los vecinos han reformado los accesos, la escalinata y los muros de la iglesia románica de San Salvador. En ella se ofician misas, por eso el complejo Las de Villadiego ofrece alquilar todo el pueblo para organizar bodas, bautizos y comuniones. “Son bodas muy especiales. Además de que pueden estar juntos todo el fin de semana, nosotros les ofrecemos organizar el baile y el banquete en nuestro restaurante: enBarbecho. Tiene capacidad para 85 personas”.
También se ha reformado el lavadero público, las calles y, actualmente, están rehabilitando la antigua escuela. “Para nosotros lo mismo es lo privado que lo público, pues quien viene quiere disfrutar del pueblo entero”. También de sus alrededores, pues el complejo rural Las de Villadiego está a media hora de los cañones del Ebro, de Burgos capital, muy cerca del románico palentino y junto al Camino de Santiago.
El complejo rural aislado en un parque natural
Las de Villadiego no es el único complejo rural que ha dado una segunda oportunidad a un pueblo deshabitado. En Huesca, en el Parque Natural de la Sierra y Cañones de Guara, cuna del barranquismo en España, el pueblo de Bastarás también tuvo la suya.
Asentado a más de 600 metros de altura, el pueblo data de 1782, aunque sus orígenes se cree que son más antiguos, pues en él hay restos de una antigua fortaleza medieval. Sus habitantes, que se dedicaban a la huerta y a la elaboración del aceite, abandonaron la zona en la década de los 70 en busca de una vida más próspera en las ciudades.
“No era un pueblo abandonado cuando comenzamos a arreglar las casas en 2018”, nos dice Jesús Asensio, gerente de Guara Rural. “Pertenecía a una finca que se dedicaba a la caza mayor. Una de las más importantes de España”. Solo estaba deshabitado.
Según Asensio, en sus inicios comenzaron arreglando 4 casas, aunque ahora ya son 7. En su rehabilitación se ha logrado conservar la construcción de piedra típica del prepirineo. Y también se han encontrado algunos de los materiales de trabajo de los antiguos propietarios. “Hace poco abrimos un museo en una de las casas que antes alquilábamos por habitaciones, donde estaba el antiguo establo. En él hemos expuesto el material de arar que encontramos. El pueblo antes se dedicaba a la recogida de la aceituna y a elaborar aceite, así que también tenemos un aljibe de decoración”, explica.
Lo que no han conseguido recuperar es la antigua iglesia del siglo XII, situada en lo alto del pueblo. El edificio estaba en ruinas cuando Asensio llegó a Bastarás, pero el obispado no quiso venderlo para que pudieran reformarla.
Los viajeros que se acercan a Guara Rural son, principalmente, apasionados del barranquismo, senderismo, del parque y de sus pueblos. La gran mayoría son catalanes, valencianos y vascos, aunque también tienen clientes internacionales, como franceses y belgas. Todos ellos amantes de la montaña. Aquí destacan los ríos y cuevas, y se pueden encontrar pozas de agua cristalina naturales. Están muy cerca de la casa.
La aldea que volvió a la vida gracias a Lola
No todos los pueblos o aldeas que han sido reconstruidos están enfocados exclusivamente al turista. En el caso de Velilla, perteneciente al municipio de San Román de Cameros, en La Rioja, la aldea pasó a estar abandonada y en ruinas a que algunos de sus vecinos se hayan animado a volver.
El mérito es de Lola, propietaria de Casas de Velilla. Esta mujer, que se definía a sí misma como «pija y con tacones», decidió irse de Logroño con su marido y comprar, en 2005, tres de esas ruinosas casas. Su vida dio un giro de 365 grados, igual que la de la aldea.
Después de tres años de intenso trabajo, cuando las casas ya estuvieron reformadas en 2008, por Velilla comenzaron a llegar los primeros turistas. Aunque entonces la aldea no tenía el aspecto de hoy: las calles no estaban puestas, tal y como nos explicó Lola en el reportaje El pueblo rehabilitado por una sola mujer; y el puente que cruza el río aún estaba en ruinas. “Su reconstrucción fue importante, es lo que le ha dado vida al pueblo, pues antes solo era posible acceder a él en 4×4”, nos dice Irene, de Casas de Velilla, por teléfono.
En los inicios, cuando entrevistamos a Lola en 2011, ella era la única habitante de la aldea. Hoy, gracias a su trabajo y al de su familia, no solo va gente a visitar Velilla, sino que cuenta con 6 habitantes todo el año. 12 los fines de semana. “Hemos ido organizando las fiestas del pueblo para la gente que tenía aquí sus orígenes”. Lo que ha hecho que algunos de sus vecinos se hayan animado a volver.
Laura Fernández
Periodista, blogger y viajera. No necesariamente en ese orden. En ocasiones me despierto sin saber dónde estoy. Adicta a los cómics y a los noodles con salsa de cacahuete. Redactora en @escapadarural, colaboradora en la Conde Nast Traveler y en la Divinity. Mi casa: Meridiano180.