Albarracín es la monocromía hecha monumento. En medio de las sierras turolenses, lo tiene todo para ser uno de los pueblos más bellos de España: esencia medieval, balconadas corridas y calles en cuesta que se han ido adaptando a la complicada orografía del terreno. Todo son detalles para fotografiar, desde los llamativos llamadores de las puertas, a los trabajos de la madera talladas, pasando por los visillos de encaje que guardan las ventanas.
Aquí se viene a caminar
Es a pie, entre edificios que parecen echarse unos sobre otros, la mejor forma de conocer Albarracín. Las sobrias casas medievales con sus aleros que casi llegan a tocarse dibujan un entramado de callejuelas llenas de escalinatas y pasadizos. Todo es yeso en este pueblo, yeso rojo de las montañas del Arrabal. Pasear por aquí es sentirse transportado en el tiempo.
La casa de la Julianeta, con su sorprendente forma irregular que aprovecha el ángulo que forman dos calles en cuesta, la del Portal de Molina y la de Santiago, es el edificio más emblemático de la arquitectura popular. Albarracín fue la primera ciudad de Aragón declarada Conjunto Monumental, en el año 1961, está declarada Bien de Interés Cultural y ha recibido la medalla de Oro al mérito en las Bellas Artes. Todo ello gracias a la fundación Santa María de Albarracín , una organización sin ánimo de lucro que se encarga de las labores de recuperación del patrimonio y rehabilitación de sus tesoros.
Una catedral como guinda del pastel
El remate del campanario de la catesral da unos de los únicos trazos de color en el rojizo horizonte turolense. Asentada sobre los restos de un antiguo templo románico de finales del siglo XII, debe su imagen actual a la gran reforma que se llevó a cabo en 1532. Hoy luce estupenda gracias a un profundo trabajo de rehabilitación, pero no hace tanto tiempo, el escritor Julio Llamazares la llegó a bautizar como “la más pobre de España” debido al estado de abandono que se la encontró en uno de sus viajes. La catedral del Salvador de Albarracín es un típico exponente del gótico levantino de pequeñas dimensiones pero que supo adaptarse perfectamente al centro histórico de la población.
La visita a la catedral se extiende al vecino Palacio Episcopal, sede de la Fundación Santa María de Albarracín y museo. El edificio, el primero que rehabilitó la fundación, fue la residencia de los obispos de Albarracín desde su construcción en el siglo XVI hasta el fallecimiento del último obispo en el año 1839. Entre las excelsas piezas del museo se puede ver la naveta de cristal de roca en forma de pez que se ha convertido en la imagen pública del Museo Diocesano y de la Fundación Santa María.
Una torre de leyenda
El recinto defensivo de Albarracín es de presencia incuestionable. Sin embargo, si hubiera que hacer el ejercicio de reducirla a una parte entonces habría que mirar hacia la torre de Doña Blanca, uno de los tres castillos que participaban de la defensa de la ciudad. Se explica que cada luna llena en los meses de verano se puede ver aún revolotear por allí al fantasma de doña Blanca, princesa de la Corona de Aragón que se refugió en Albarracín camino del exilio por unas disputas con su cuñada, y allí murió y fue enterrada.
Más que miedo a los espíritus de leyenda, de lo que hay que cuidarse es de las escaleras para subir los 18 metros de altura de la torre desde la que se tiene unas fantásticas vistas.
Paseos naturales
No sólo urbanos, los paseos en Albarracín son también de lo más naturales posibles, como es el caso de la ruta del río Guadalaviar alrededor de la ciudad. Al estar encastrada en la hoz que dibuja el río, este paseo brinda una mirada a un paisaje de fantasía, con puentes colgantes que cruzan las huertas y antiguas norias. El sendero comienza prácticamente al lado de la oficina de turismo y está señalizado, por lo que no hay pérdida posible. Apenas se invierte una hora en realizarlo, por lo que es un plan familiar ideal para hacerse con la fotografía del viaje.
Senderismo entre pinares
El entorno natural que rodea a Albarracín puede proporcionar más de un plan para aquellos viajero que prefieran dedicarle más de unas horas a la ciudad. A sólo tres kilómetros de la ciudad se encuentran los pinares del Rodeno, un paisaje protegido con numerosos senderos y caminos de diferentes dificultades que invitan a ser disfrutados en bici o caminando. El verde de los árboles combinado con el rojo intenso de la arenisca forman un paisaje ideal donde, además, se encuentra una gran cantidad de pinturas rupestres que pertenecen a la corriente levantina.
Padre Tajo
En el término municipal de Frías de Albarracín, en un paraje conocido como Fuente García, se sitúa el nacimiento oficial del Tajo, el río más largo de España. No hay pérdida posible. A pocos metros de la carretera, un monumento que diseñó el escultor José Gonzalvo Vives en representación a las tres provincias en las que se forja -Teruel, Guadalajara y Cuenca- indica el lugar.
Destaca del conjunto un gigantesco “Padre Tajo” coronado por una estrella, en referencia a las nieves que lo alimentan en las cumbres. Junto al conjunto, hay un pinar agradable donde descansar antes de seguir ruta a través del GR 10.1 por los paisajes de la sierra de Albarracín.
José Alejandro Adamuz