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La comarca del Priorat (Tarragona) es tierra de cooperativas agrícolas y de vinos. Entre las laderas, la carretera sinuosa invita a viajar despacio, a perder la vista en las viñas y olivos que remontan en terrazas, a sentir la pureza del mundo rural que aquí perdura todavía en un puñado de pueblos. Son pueblos con picaportes de bronce en las puertas y balcones con barandillas de hierro forjado, calles estrechas e iglesias con campanarios que se levantan por encima de los tejados apiñados. Y huelen a vino. Y saben a vino.
Ruta por la comarca del Priorat
El viaje comienza en Falset, capital de la comarca del Priorat, y avanza por paisajes de Tarragona que poco tienen que ver con los tópicos de la Costa Dorada. La presencia del Montsant dominará el panorama.
Los vinos de Falset tienen dos de las denominaciones de origen de la comarca: la DOC Priorat y la DO Montsant. Por eso es bueno comenzar aquí, porque de una podemos hacernos una idea de las diferentes catas que iremos encontrando en el camino. El vino hay que comprarlo en la cooperativa agrícola, que ocupa un edificio modernista diseñado por César Martinell, discípulo de Antoni Gaudí. Es una de las “catedrales” del vino de Cataluña. Y no solo vino; también, un delicioso vermú que podemos probar acompañado de avellanas y almendras de los campos próximos.
Para tomarle el pulso a la comarca del Priorat hay que pasar por la plaza de la Quartera. Mejor si es en martes, porque es día de mercado. En la misma plaza hay dos palacios de estilo renacentista que son una buena muestra de la variada arquitectura civil del Priorat.
Los pueblos con más encanto del Priorat
Seguimos ruta hasta Porrera. Apenas 500 habitantes; pero con un gusto especial por los relojes de sol, como si con ellos quisieran evidenciar que lo suyo es el contacto directo con la naturaleza. ¿Qué más tecnología se necesita? Es un divertimiento para el visitante recorrer las calles en busca de los más curiosos ejemplares de estos relojes de sol. Antes de seguir, lo mejor es subir hasta la ermita de San Antoni Abad, del siglo XVII, que es un espléndido mirador sobre el Priorat.
Parece que conforme seguimos la ruta, los habitantes de las poblaciones que nos encontramos se reducen. En nuestra siguiente parada no hay más de doscientos habitantes. De pueblos en el Priorat hay para todos los gustos; pero, el de La Vilella Baixa, es de los más pintorescos. La razón es su especial sky line con edificios antiguos que pueden llegar a las nueve plantas de altura. Muchos lo conocen como “el Nueva York del Priorat”.
Con los kilómetros se acumulan las sorpresas. Tal vez, fue el apartado entorno del Montsant lo que llevó a un grupo de monjes de La Provenza a fundar aquí la primera cartuja de la Península Ibérica. Al bajar del coche, lo que encontramos nos transporta al siglo XII.
La Cartuja de Santa Maria de Escaladei es el origen del topónimo que da nombre a la comarca del Priorat, el territorio en el que el prior ostenta jurisdicción. De aquel esplendor quedan estas ruinas. Aquellos monjes que llegaron buscando refugio espiritual encontraron a un pastor que les explicó que en sueños veía a ángeles trepar hasta el cielo con escaleras apoyadas en un pino cercano al lugar al que acudía con su rebaño de cabras. Los monjes lo interpretaron como una señal de Dios y decidieron construir un pequeño claustro. Fue el origen de esta bellísima cartuja, que significa «escalera hacia Dios».
A su modo, en Siurana, punto final del viaje, también hay escaleras que se alzan hacia el cielo. Son las vías abiertas por los escaladores que consideran a este bello pueblo medieval como uno de los puntos más importantes para practicar la escalada en Cataluña. Y hay que subir hasta aquí para ver la puesta de sol.
El conjunto histórico y paisajístico de Siurana es el escenario de la última plaza fuerte de los sarracenos que controlaron hasta mediados del siglo XII la comarca. La leyenda de la Reina Mora es la huella que nos quedó de la historia; y el salto de la Reina Mora, el balcón más bello para asomarse al Priorat, con la iglesia románica de fondo y bajo nuestros pies, el pantano de Siurana. Lo dijo el poeta Josep Carner, cuyos versos se pueden leer en el pueblo: bien agarrada a la salvaje altura, coronada de espacios y ceñida de abismos. Así es el Priorat.
José Alejandro Adamuz
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