Cuando Ernest Hemingway estuvo cubriendo la Guerra Civil de España recorrió gran parte del frente de la batalla del Ebro. En 1938, la contienda desfiguró aquel territorio, desbarató la vida tranquila en aquellas poblaciones. Vidas como la de aquel pobre anciano que contó el propio Hemingway en una de sus famosas crónicas en forma de relato que había sido evacuado de Sant Carles de la Rápita, su pueblo natal, dejando atrás a sus animales sin saber cómo podrían sobrevivir a su marcha. Toda aquella tragedia ha quedado atrás, pero el Centro de Estudios de la Batalla del Ebro, en Gandesa, sigue recordando aquel tiempo infame.
Contó el periodista J. Erenesto Ayala, buen conocedor de esta población, en un artículo publicado ya hace algunos años que quien visita la capital de la Terra Alta no podrá dejar de ver ciertas reminiscencias toscanas en el paisaje. Efectivamente, junto a la historia y la viticultura que encarna el lugar, el atractivo natural es otro de sus innegables valores. Para disfrutar de este paraíso natural hay que dirigirse al sur de Tarragona, donde el río queda encajonado entre montañas. Allí, en las estribaciones de la sierra de Pàndols-Cavalls y rodeado de viñedos, aparece en el horizonte la población de Gandesa.
Un interesante patrimonio histórico
Entre estrechas callejuelas que aún conservan el antiguo entramado medieval de la población aparecen algunos magníficos palacios, como la Ca l’Inquisidor (o Ca Figueres). El Carrer Major concentra el espíritu rural de otro tiempo, con la parroquia de La Asunción de María como epítome de toda la belleza del románico de estas tierras. La pequeña plaza enmarca a la perfección la iglesia, cuya portada es sencillamente espectacular.
De aquel tiempo medieval se conserva también una misteriosa cárcel: la Casa de la Castellanía, que data del s. XIII y está declarada Bien de Interés Cultural por sus bellos elementos góticos. Por estos rincones pasaron los templarios siguiendo el proyecto de repoblación del término del castillo de Miravet por orden de Ramón Berenguer IV. Algo de aquella magia aún se puede sentir callejeando por estos rincones.
Escenarios de la Guerra Civil
Es conveniente no olvidar sucesos como los acontecidos durante la Guerra Civil para que la historia no se vuelva a repetir. Con ese objetivo es que existe la ruta de “Espacios de la Batalla del Ebro”, que se puede recorrer a pie o en bicicleta de montaña. En todo caso, el inicio de la ruta por estos escenarios debería comenzar primero en el Museu Memorial de la Batalla de l’Ebre, en Gandesa.
La exposición se articula gracias a modernos recursos museográficos donde se muestran todo tipo de objetos militares, uniformes de los contendientes, maquetas y armamento real (evidentemente, sin ningún peligro) e incluso recreaciones de espacios bélicos como una trinchera.
Luego se puede seguir todo un itinerario que deja al descubierto muros derruidos, restos de bunkers de hormigón, chatarra bélica, zanjas que se han señalizado y documentado con todo el rigor científico por el Consorcio Memorial Espacios de la Batalla del Ebro. En total, son una veintena de lugares históricos y cinco centros de interpretación (y cinco Centros de Interpretación: en Corbera d’Ebre, Vilalba dels Arcs, Batea, Pinell de Brai y La Fatarella) que sirven para conocer sobre el terreno la histórica batalla.
Y un recuerdo eterno
El memorial de Los Camposines, dentro del término municipal de la Fatarella, es el cierre perfecto a la ruta por los espacios de la batalla del Ebro. En realidad, se trata del único elemento nuevo introducido en el territorio por parte del consorcio con el objetivo de rendir homenaje a todos los que participaron en esta batalla histórica, sin distinción alguna de bando.
También es el lugar dónde se depositan los restos que aún aparecen en la zona de batalla, por lo que la atmósfera emocional del lugar es muy palpable. Incluye una exposición permanente con la historia de las vidas de diez combatientes que representan y sirven de homenaje a todas las personas que participaron en este cruento episodio de la Guerra Civil.
Gandesa, la capital del enoturismo
Basta recorrer la zona para darse cuenta de que la actividad agrícola que más se ha desarrollado en estas tierras ha sido la vinícola, convirtiéndo a Gandesa en un auténtico centro de referencia del enoturismo catalán. No es para menos teniendo en cuenta una institución como la bodega de la Cooperativa de Gandesa, verdadera joya arquitectónica, obra modernista del discípulo de Gaudí, César Martinell, construida en el año 1919.
Hay que visitarla para entender por qué el escritor Ángel Guimerà bautizó a esta y a otras obras similares de Martinell como auténticas “catedrales del vino”. Solo en Gandesa hay cinco bodegas de la D.O Terra Alta que se pueden visitar y en ellas se pueden realizar catas para conocer mejor los secretos de los caldos que se producen en la zona.
Un viaje en el tiempo…
Precisamente, los recientes trabajos arqueológicos en el poblado ibérico de Coll del Moro han sacado a la luz el que sería el lagar de vino más antiguo de Cataluña, que data nada más y nada menos que del siglo III a.C, lo cual no deja de demostrar una vez más la fuerte vinculación cultural de este territorio con el vino.
El poblado se encuentra a muy poca distancia de Gandesa y, según los últimos hallazgos, parece ser que el núcleo se fundó en el siglo VI a.C. Además, los numerosos restos de cerámica hallados confirman los vínculos de la tribu ibérica de los ilercavones con fenicios y griegos de toda la península. Por su posición estratégica en el territorio de la Ilercavonia, sobre una colina aplanada, debió ser un enclave muy importante para controlar el territorio, así que la excursión por el lugar brinda una excelente oportunidad para disfrutar del paisaje de la zona.
Y un viaje al centro de la Tierra
Las cuevas Meravelles son una de esas maravillas escondidas de la Terra Alta. Este verdadero viaje al centro de la Tierra comienza a solo 15 km de Gandesa. Allí, el lento goteo del agua carbonatada y del tiempo ha originado fascinantes formaciones geológicas de misteriosa belleza.
En realidad, el conjunto de cuevas está formado por seis cavidades más o menos extensas de las que solo dos están habilitadas para ser visitadas: la cueva del Dos y la propiamente conocida como cueva Meravelles. Ésta última tiene un recorrido de 510 m. de lo largo, a través del cual se puede contemplar una colección apabullante de estalactitas, estalagmitas, coladas, macarrones, columnas, gours y un gran número de excéntricas. La visita es guiada y dura cerca de una hora.
Un bañito relajante
El nombre lo dice todo, Fontcalda viene a recordar a la fuente caliente de este lugar que se encuentra a solo 13 km de Gandesa, entre las sierras de la Mola y el Crestall. Ya por sí solo el sendero de aproximación brinda unas bellas vistas sobre el paisaje de la zona, pero el tesoro está al final, a orillas del río Canaletas. Allí, el río forma un cañón rústico con un encanto geológico muy especial, donde brota un agua minero-medicinal a 28 grados compuesta de cloruro y carbonato cálcico, sulfato de magnesio y cloruro sódico, una composición que dicen es ideal para todo tipo de males de la piel y de los huesos.
El conjunto forma un escénico entorno natural de inmensas paredes de piedras y recovecos erosionados donde pasar un agradable día en remojo con la familia. Algunas de las pozas tienen barandillas para facilitar el acceso a esas aguas medicinales que, según dicen, todo lo curan.
José Alejandro Adamuz
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