Hayedo de la Tejera Negra, una isla de bosque atlántico en el Sistema Central

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02.11.2020

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4min. de lectura

Bosque de La Tejera Negra en Otoño
Hayedo Tejera Negra. Por Juan Pablo Fuentes

Una de las mejores épocas del año para visitar los hayedos es otoño, en los meses de octubre y noviembre, en esa estación donde este tipo de bosques se tiñen de ocres envolviéndolo todo con su particular halo de magia. Por eso, hoy visitamos uno de los bosques de hayas más importantes y especiales de nuestra geografía, el Hayedo de la Tejera Negra, situado en la localidad de Cantalojas, en la zona noroccidental de la provincia de Guadalajara, un espacio natural integrado en el Parque Natural de la Sierra Norte de Guadalajara que, además, forma parte del Macizo de Ayllón.

Hayedo de la Tejera Negra
Por Elísabet García Rodríguez

Pero, ¿por qué es tan peculiar este hayedo? Pues porque, al igual que sucede con sus hermanos Hayedo de Montejo, en Madrid, y Hayedo de la Pedrosa, en Segovia, su ubicación es mucho más sureña de lo que cabría imaginar dadas las necesidades de supervivencia que necesitan y que se dan más al norte; esto es, suelo seco y atmósfera húmeda. Que exista este hayedo en esta latitud, hoy día, se debe a su enorme capacidad para resistir y adaptarse a unos cambios climáticos que mucho han variado en los últimos 2000 años.

Hayedo de la Tejera Negra
Por Elísabet García Rodríguez

De las 1.641 hectáreas que ocupa el Parque Natural del Hayedo de la Tejera Negra, el bosque de hayas abarca aproximadamente 400 hectáreas siendo así el mayor hayedo del Sistema Central. Un mancha arbórea donde un gran número de ejemplares son jóvenes hayas procedentes de los rebrotes nacidos de los tocones de árboles talados entre los años 1860 y 1960. Afortunadamente, la protección como Parque Natural desde 1979, y como Patrimonio de la Humanidad desde 2017, garantiza que este relevante prodigio ecológico continúe desarrollándose y sumando años.

Visitar el Hayedo de la Tejera Negra

Para sumergirse por el escenario de colores del Hayedo de la Tejera Negra hay habilitadas dos rutas circulares muy bien señalizadas: la Senda del Robledal, de 17 kilómetros, y la más popular, la Senda de Las Carretas, de 6 kilómetros y unas 3 horas aproximadamente de duración. Ésta última es, sin duda, la mejor opción para disfrutar de los secretos que esconde pues supone un viaje por capítulos gracias a las diferentes paradas que muestran su historia, su evolución y su origen.

Hayedo de la Tejera Negra
Por Elísabet García Rodríguez

Dada la popularidad de la Senda de Las Carretas, y debido al reducido tamaño del parking, el acceso es limitado, siendo necesario reservar plaza en otoño, y recomendable el resto del año, a través de la Web oficial. Además, se debe pagar una tasa que ayuda al mantenimiento de éste y otros espacios protegidos de Castilla-La Mancha: 4 € los turismos, 2 € las motos, 7 € las autocaravanas y 10 € los microbuses.

Hayedo de la Tejera Negra
Por Elísabet García Rodríguez

Si se opta por la Senda del Robledal, no es necesario reservar plaza de aparcamiento.

Una de las paradas didácticamente más interesantes de la ruta de Las Carretas es La Carbonera, la cual, tras unos 20 minutos de caminata desde el parking remontando el Arroyo de Carretas, muestra una reproducción del método que se usaba antaño para producir carbón en este bosque. Una enorme pila de leña de haya que, enterrada bajo tierra y controlada por los carboneros durante 10 días, facilitaba la combustión hasta convertirse en carbón.

Desde aquí, el camino da la bienvenida al hayedo a la vez que exige un importante esfuerzo al visitante hasta alcanzar la Pradera de Matarredonda, un espectacular balcón al que asomarse para contemplar la paisajística de cumbres y la exuberante ladera repleta de hayas y pinos salpicada por algún extraño tejo superviviente.

Hayedo de la Tejera Negra
Por Elísabet García Rodríguez

Un sendero sin desniveles da comienzo ahora, permitiendo iniciar el camino de regreso inmersos en los más bonitos e inolvidables escenarios del Hayedo de la Tejera Negra y regalando alguna que otra sorpresa, como la de un precioso e imponente tejo que ayuda a recordar el tipo de bosque que pobló, años a, esta zona de la península ibérica y que, como no podía ser de otra forma, dio nombre a este excepcional parque natural.

Elísabet García

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