El tío Camuñas, de héroe de guerra manchego a asustar a los niños
Escrito por
27.10.2022
|
7min. de lectura
Hay un lugar en Toledo cuyo nombre, aunque la mayoría de los niños del siglo pasado no lo sabían, servía para darles miedo. Cuando no comían, sus padres les decían que iba a venir el tío Camuñas a llevárselos. Lo mismo si no se dormían a la hora o si daban demasiado la lata. Ese lugar era Camuñas, que a través del tío homónimo, era muy común en la boca de los padres españoles. Y es que el tío Camuñas existió de verdad, aunque no, no se llevaba a los niños y se llamaba así porque era natural de ese pueblo.
El Camino, la novela del inmenso Miguel Delibes, comienza con una frase que es ya un clásico de la literatura: Las cosas podían haber sucedido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así. Ese mismo espíritu tiene este artículo, contar cómo fueron en realidad las cosas con el tío Camuñas, que, si bien tiene fama de ser un monstruo infantil del pasado, como el Hombre del saco o el Coco, no merece ese castigo. El propio Delibes, en El Camino, lo menciona en una lista de monstruos con los que se asustaba a los niños.
Pero, como las cosas sucedieron de una determinada forma, hay que aclarar que el tío Camuñas carga con una mala fama que los españoles, si fuéramos agradecidos, tendríamos que borrar. Porque ese pobre hombre fue uno de los nuestros en la Guerra de Independencia, uno más de los muchos guerrilleros que agarraron lo que tenían y se enfrentaron a los franceses.
En cambio, se le recuerda como hombre con el que asustaba a los niños y, en algunos lugares, como sinónimo de alguien poco aseado y arreglado. Seguro que muchos de ustedes recordarán haberlo oído mencionar en su niñez o incluso lo habrá usado en algún momento. En mi caso personal, lo de tío Camuñas lo he oído como ejemplo de hombre sucio, que también es algo común. Todo esto es, como digo, injusto. Contemos la realidad del pobre tío Camuñas.
El tío Camuñas fue un guerrillero español durante la Guerra de la Independencia
El tío Camuñas en realidad se llamaba Francisco Sánchez Fernández, aunque también se le conocía como Francisquete. A la vista de esto, no nos engañemos, para asustar es mucho más adecuado amedrentar a un niño con el tío Camuñas, que con Francisquete, que suena a nombre de amigo del niño. Nacido en 1762, ha hecho popular el nombre su pueblo, Camuñas, y el miedo a él lo sintieron y lo popularizaron los franceses.
La Guerra de Independencia cambió su vida para siempre, tanto que acabó con ella, como veremos. Una vida que hasta entonces no había sido especial. Casado y con 6 hijos, lo que le movió a coger las armas contra el invasor francés definitivamente fue la muerte de su hermano Juan Pedro. Este se había visto envuelto en la muerte de un afrancesado, y por ello se había convertido en un objetivo a capturar por los napoleónicos.
Era 1809, y tan sólo un mes después de que se ordenase su búsqueda, Juan Pedro fue sorprendido en el pueblo cuando estaba con Francisquete, y aunque este consiguió librarse, capturaron a su hermano. Los franceses lo maltrataron y lo colgaron de las aspas de un molino de viento. Por cierto, ese molino todavía se conserva en Camuñas y se conoce como de La Unión, porque se quemó y fue reconstruido gracias a la unión de todo el pueblo. La muerte de su hermano hizo que Francisquete redoblara su odio a los invasores y que perdiera la poca compasión que sentía hacia ellos.
Su nombre hacía temblar a los franceses y ahí nace toda la leyenda
Francisquete conocía al detalle los caminos y los terrenos de su zona, lo que le daba una ventaja considerable para atacar a las tropas francesas y para huir tras el ataque. Montaba muy bien a caballo y eso le permitía aparecer y desaparecer como si fuera una maldición, dejando tras su paso unos cuántos muertos. Se cuentan por decenas los soldados enemigos a los que quitó de en medio, aunque ya se sabe que en estas historias los números siempre están algo inflados. Aun así, hay un buen registro de algunas de sus acciones y bien se ganó el miedo que hacía brotar en los franceses.
Francisco Sánchez se creó fama de ser algo despiadado y brutal con sus enemigos. Así, cuando los soldados napoleónicos se veían emboscados y aparecían los guerrilleros españoles, gritaban eso que oían los niños españoles del siglo pasado: ¡que viene el tío Camuñas!
Su nombre le precedía y, como ocurría con el pirata Roberts en La Princesa Prometida, sólo su presencia ya ganaba parte de la batalla, porque el miedo aturdía a los franceses. Y más si el ataque era por sorpresa.
Como supondrán, no era sólo el tío Camuñas el que combatía y provocaba pavor entre los franceses, porque poco daño podía hacer un hombre solo. Sino que Francisquete lideraba una nutrida partida de guerrilleros. Además de combatir, también sirvió de protección para algunos compatriotas que huían de las tropas francesas y capturó mensajes de correo franceses. Estos mensajes eran vitales para que la guerra favoreciera a los españoles y a los ingleses que luchaban en la península contra los napoleónicos. Se habían roto los métodos de codificación de textos de los franceses y todos esos mensajes capturados, aunque estaban encriptados, se conseguían leer y así se conocían las posiciones francesas, sus movimientos, sus planes…
Seamos justos, el tío Camuñas era uno de los nuestros
Los días de Francisquete acabaron de mala forma en octubre de 1811, cuando fue capturado y fusilado en Belmonte, en la provincia de Cuenca, por las tropas del general D’armagnac.
No sé si a los niños de Camuñas también les amenazaban con el tío Camuñas, supongo que no. No sería esta voz de advertencia muy eficaz ya que los niños seguro que conocían la historia. Además, desde finales del siglo pasado hay un busto en su honor en la plaza de la localidad. En la peana del busto se le menciona como héroe. De hecho, cada agosto, desde hace unos años, se rememora en una fiesta su lucha contra los franceses.
Por lo tanto, como bien decía Delibes en El Camino, hay que contar las cosas como fueron. Y en vista de esta historia que acabamos de contar, sólo los soldados franceses deben temer al tío Camuñas y a sus compañeros. El resto de nosotros, perdonando los desmanes por ser tiempo de guerra, debemos dar a Camuñas el valor que tuvo como guerrillero, y saber que en realidad lleva el nombre de su pueblo.
Manuel Jesús Prieto
Etiquetas
Si te ha gustado, compártelo