Roda de Berà, el pueblo de las 500 radios
Escrito por
26.04.2021
|
6min. de lectura
Hubo un momento en el que los habitantes de una casa no se sentaban delante de una pantalla para enterarse de las noticias o seguir la serie de moda. Antes de la llegada de los aparatos de televisión, la radio era la estrella: de su altavoz salía música, las voces de los actores y actrices radiofónicos o de los locutores de los partidos de fútbol. Lo que se decía por aquel medio podía cambiar la vida de las personas, para bien o para mal.
Lo escenifica muy bien la película de Woody Allen titulada, precisamente, Días de radio. De pronto se interrumpe la emisión con una ‘noticia de última hora’: el presidente de los Estados Unidos ha declarado el estado de emergencia porque los marcianos están invadiendo la tierra. Por supuesto, no había ningún ser de otro planeta paseándose por Nueva York, sino que se trataba de la ficción La Guerra de los mundos que Orson Welles retransmitió por las ondas desatando el pánico en la población.
Muchas personas abandonaron sus casas, las líneas telefónicas de la policía se colapsaron por las llamadas que recibieron y la histeria fue colectiva. Si aquella noche alguien necesitó la ayuda policial de verdad, posiblemente no pudo contactar con el cuerpo y quién sabe si alguien saltó de la azotea ante la posibilidad de morir ahogado por un gas marciano. Al día siguiente Welles tuvo que pedir perdón en público ante la furia del pueblo, que quería hacer con él lo que supuestamente tenían planeado los marcianos.
En España un fenómeno radiofónico histórico fue la radionovela Ama Rosa, que se emitió por primera vez en 1959. Aquel drama –realmente trágico– estaba protagonizado por Ama, una mujer que da a su hijo en adopción. El niño va a parar a la casa de una familia rica, pero la madre adoptiva no sabe que no es su hijo biológico: este murió nada más nacer, así que el médico y su marido lo sustituyen por el de Ama quien, a su vez, entra a trabajar como asistenta en la casa. Enrevesado, sí, pero por ello mantenía pegada a la audiencia a los aparatos cada día a las cinco de la tarde.
Pero la idea original con la que se desarrolló este sistema de comunicación no fue precisamente el entretenimiento sino la victoria militar (como muchas otras tecnologías que ahora son parte de la vida diaria). A finales del siglo XIX se hicieron las primeras pruebas, pero la radio no llegó a entrar en las casas de la ciudadanía hasta los años 20 del siglo pasado. En España, EAJ-1 fue la primera emisora y comenzó a emitir en 1924.
Para los apasionados del tema
Si alguien sabe de radio es el periodista Luis del Olmo, pero tanto del oficio como de los dispositivos que difunden las voces que hablan al micrófono. Los dos únicos museos dedicados a la radio en el país están en pie gracias a las donaciones del afamado locutor, cuya colección alcanza los 700 aparatos. Uno de ellos está en su localidad natal, Ponferrada y el otro en la costa catalana, en un pueblo marinera llamado Roda de Bará perteneciente a la comarca del Tarragonés.
El museo situado en Cataluña se inauguró en 2012 y se hospeda en el Centro Cívico la Roca Foradada (el mismo nombre que tiene un puente natural de piedra de la localidad). Siete años después de su apertura, la muestra se amplió y ganó una planta más. Tiene más de 500 aparatos, algunos de los cuales se remontan al siglo XIX. El edificio, cuyo interior tiene un aire modernista, está ubicado en un pueblo llamado Roc de Sant Gaietà, que está dentro del perímetro Roda de Berà. No se trata de unas construcciones históricas, ya que empezó a construirse a principios de los años 60.
La idea fue de un promotor llamado Gaietà Bori Tallada y José María Fortuny Rodríguez, constructor. La urbanización no se adapta precisamente al estilo de un pueblo de pescadores clásico de la Costa Daurada: entre sus calles se pueden encontrar patios de estilo andaluz, detalles de estilo renacentista o góticos, jardines y otras licencias arquitectónicas. Solo por su carácter heterogéneo ya merece la pena la visita.
Además del museo en el que observar y conocer aún más detalles de la biografía de la radio, el pueblo tiene unos cuantos atractivos históricos más. Uno de ellos es el Arco de Bará. Según la información de la oficina de turismo de la localidad: “disposición testamentaria de Lucio Licinio Sura sobre el trazado de la antigua Vía Augusta”. Según los estudios, su origen data de finales del siglo I a.c. En 1926 se le otorgó el título de monumento nacional.
Las últimas investigaciones, basadas en el análisis de los elementos tipológicos y constructivos, sitúan su construcción a finales del siglo I a.c.”. Desde entonces lo han ido rehabilitando para que tenga el buen aspecto de la actualidad. Años más tarde, pasó a formar parte del conjunto monumental de Tarraco declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2000.
En cuanto al ámbito de las construcciones religiosas, hay varios puntos importantes. Uno de ellos es la ermita Virgen de Bará, que se construyó sobre las ruinas de una iglesia anterior dedicada a San Pedro del siglo XII. La actual se empezó a construir en 1717 y la primera misa se dio casi una década después. En la ermita se guarda la talla de la virgen que le da nombre, aunque no es la original ya que esa desapareció en la Guerra Civil.
Además, también está la iglesia de San Bartolomé que tiene partes más antiguas que otras. Por ejemplo, el cuerpo del edificio dataría de los siglos XVI y XVII pero el campanario (que mide más de 30 metros) y la fachada pertenecen al siglo XIX. Dentro del recorrido religioso también entraría la capilla Más Carreras, que es relativamente joven: se construyó en el siglo XX y pertenecía a una masía que ya no existe.
Pero a Roda de Berà también puede ir a disfrutar de un entretenimiento más propio del verano o del aire libre: sus playas a pie del Mediterráneo. Son cuatro –Larga, Punta del Zorro, Pallisseta y Costa Dorada– y están muy solicitadas en temporada estival, aunque merece la pena madrugar para coger sitio. Otra idea es conocer el pueblo en meses menos ‘vacacionales’ porque la playa puede disfrutarse más allá de la toalla y la sombrilla. Un paseo por la arena llena los pulmones de aire fresco y despeja la cabeza ¿Qué más se puede pedir?
Carmen López