Ruta a la cascada de Los Litueros, la más alta de Madrid
Escrito por
07.05.2021
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3min. de lectura
La Sierra de Madrid es muy afortunada. Sus más de 1.200 km2 están bañados por arroyos, ríos, riachuelos y, cómo no, cascadas. Dentro de éstas últimas las hay coquetas, como la Cascada del Hervidero, arropadas por un entorno natural formidable, como la Chorrera de San Mamés y, espectaculares, como nuestra protagonista de hoy: la Cascada de Los Litueros.
La Cascada de Los Litueros tiene el placer de ostentar el título de ser la más espléndida y de mayor altura de la Comunidad de Madrid. Cierto es que su belleza es una cualidad subjetiva pero son mayoría las voces que así la definen; entre ellas, la nuestra.
Su agua emana de las cumbres, creando el Arroyo del Caño, y se desliza entre impresionantes paredes rocosas hasta precipitarse con fuerza formando una cola de caballo. Un caudal que, poco después, se entrelaza con el Arroyo de Las Pedrizas originando el nacimiento de uno de los ríos más importantes de la geografía española: El Río Duratón.
Para visitar la Cascada de Los Litueros subiremos a Somosierra, el último pueblo madrileño de la autovía A1 antes de cruzar el límite provincial con Castilla y León. Una vez aquí, nos dirigiremos hasta la pequeña Ermita de Nuestra Señora de la Soledad y, justo en el lado opuesto, donde está la gasolinera, tomaremos la antigua N1 durante 400 metros hasta dar con el comienzo del sendero.
Si se prefiere, este primer tramo de carretera puede recorrerse en coche.
La ruta de senderismo es muy corta y sencilla. Apenas 10-15 minutos desde el inicio del sendero. Tras atravesar una cancela, que volveremos a cerrar para que no salga el ganado, avanzaremos por una amplia pista de tierra con la impresionante mole pétrea en la visual del horizonte.
Unos metros más adelante, cruzaremos el curso de un arroyo -con especial precaución para no resbalar- y, poco después, tomaremos una senda que aparece a nuestra derecha y que sube ligeramente por la ladera.
Al no estar señalizada, hemos de prestar especial atención pues es fácil que pase desapercibida.
La senda es estrecha, está muy bien definida y no tiene pérdida alguna. Pocos pasos después, comenzaremos a divisar la potencia y belleza del agua precipitándose; una perspectiva que, irremediablemente, nos acelerará ligeramente el paso para alcanzar nuestra meta lo antes posible.
Apenas cinco minutos después, habremos llegado. Ante nuestra retina tendremos la majestuosa cola de caballo descendiendo por las rocas a través de sus tres escalones de piedra. Espectacular. Con suerte, hasta podremos disfrutar de algún que otro arcoíris.
El espectáculo visual es hipnótico; sobre todo si se visita en los meses de abril o mayo cuando el caudal es máximo.
Como colofón de la visita, y si las fuerzas acompañan, se puede subir hasta lo más alto de la cascada, allí donde el agua aún es un arroyo.
Una subida que acostumbran a realizar los amantes del barranquismo y el rafting para dar rienda suelta a su afición y, ya de paso, soltar un poco de adrenalina. Las panorámica desde este punto es sobrecogedora.
Elísabet García
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