Ruta de las Xanas en Asturias: el pequeño Cares
Escrito por
17.08.2024
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Hay un villancico en el que la virgen se peina sus cabellos de oro mientras los peces beben en el río. Y en la mitología asturleonesa, las xanas hacen lo mismo en las inmediaciones de las aguas en la naturaleza. Esos personajes son ninfas
que pueden tener melenas muy largas y doradas, ojos verdes, aspecto humano pero pequeño y guardan tesoros con los que, a veces, obsequian a las personas que las encuentran.
Pero también hay otras versiones de la leyenda, donde pueden tener color oscuro, tamaño reducido y la fea costumbre de cambiar a sus retoños –xanines– por bebés humanos para que esas otras madres los amamanten y les bauticen ya que ellas no pueden. Además, según quién cuente la historia, pueden realizar otros encantamientos que se rompen de diferentes formas como con el pan de los cuatro picos o acciones en la noche de San Juan, mágica en muchas culturas.
La ruta de las Xanas
Sea de la manera que sea, las xanas son celebridades en Asturias y León. Todo el mundo las conoce, aunque quien afirme haber visto a alguna se encontrará con caras de incredulidad porque lo de ‘haberlas haylas’ funciona bastante más en Galicia con las meigas. Como a las famosas que se precien, se les han dedicado estatuas, cuadros, libros y hasta una senda por la montaña. La ruta de las Xanas es una de las más frecuentadas del norte de la Península y también se la conoce como ‘el pequeño Cares’, ya que el camino es parecido aunque más corto y más fácil de recorrer.
La ruta de las Xanas puede hacerse de varias formas: solo de ida, de ida y vuelta por el mismo lugar o de forma circular si se enlaza con la senda de Valdolayés en el descenso. Dependiendo de la opción que se escoja tendrá una longitud, duración y desnivel determinado, así que en esta ocasión tomaremos la opción lineal de ida y vuelta.
En total son unos 8 kilómetros que se recorren en menos de tres horas y un grado de dificultad fácil. El desnivel en positivo y en negativo es de 661 metros. Es adecuada para realizar con niños, siempre que se lleve el calzado adecuado para no resbalar y agua para hidratarse. Se puede hacer en cualquier momento del año, aunque quizá el invierno sea la estación menos recomendable.
Se parte del área recreativa del molín de Las Xanas, en el concejo de Santo Adriano, donde se puede dejar el coche. Una vez con los pies en el suelo literalmente, se sube un tramo de la carretera que se dirige a Tenebro. A menos de 300 metros, a la derecha, se encuentra el desvío en el que da comienzo la ruta por el desfiladero de las Xanas.
El primer tramo de la ruta transcurre por un camino labrado en la propia montaña, desde donde se puede ver el pueblo de Villanueva de Santo Adriano. Esta parte es, quizá, la más complicada ya que se transita por túneles escarbados en la piedra y precipicios. Hay paredes en las que se han puesto cuerdas a modo de pasamanos y barandillas de madera para dar seguridad a quienes les inquieten las alturas o se sientan inseguros (al fin y al cabo, si alguien se cae, lo hace desde más de 80 metros de altura).
Hay tramos bastante estrechos, así que es recomendable arrimarse a la pared cuando se pase por ellos. El arroyo de las Xanas fluye a los pies del desfiladero y la vegetación colorea de verde todo el camino. De hecho, una vez caminados unos dos kilómetros y medio, la senda se adentra en un frondoso bosque de avellanos y castaños, entre otros árboles propios de la región, que salva el río con un pequeño puente. También se pueden ver los restos de un molino y la boca de una mina, ambos abandonados.
Esta parte del camino es de subida y, aunque no sea demasiado pronunciada, corta un poco el aliento. Hay peldaños rematados con madera para hacer más fácil la senda (y evitar los resbalones, hay que tener en cuenta que la humedad es constante en el bosque) hasta llegar a la pradera donde termina el desfiladero. Allí está la ermita de San Antonio de Pedroveya, que ya pertenece al concejo de Quirós, con su tejo centenario haciéndole compañía.
Si se continúa por la carretera, se llega al pueblo de Pedroveya, considerado uno de los más bonitos de Asturias. Se trata de un pequeño rincón plagado de hórreos y paneras en muy buen estado y en donde se encuentra uno de los tesoros gastronómicos de la región: el restaurante Casa Generosa (es recomendable reservar).
Es un buen lugar en el que reponer fuerzas antes de la vuelta al punto de partida y disfrutar de la experiencia de una buena comida asturiana, tan famosa fuera de sus fronteras. También hay quien opta por comer un bocadillo o hacer un pícnic en la pradera, una solución para quitar el hambre mucho más ligera pero también satisfactoria. Sea como sea, el camino merece la pena sin ninguna duda y siempre cabe la posibilidad de avistar alguna xana, quién sabe.
Carmen López