Peñalba de Santiago y el reto de recorrer, en silencio, el valle del Silencio
Escrito por
02.09.2023
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«¡Silencio!«, exclamó de forma contundente San Genadio, intentando detener el incesante murmullo de los arroyos, que lo distraían de sus quehaceres. Y el río calló, callaron los pájaros y todo ser vivo que se hallaba cerca y escuchó aquella escueta pero firme orden que hizo enmudecer al valle, que desde entonces fue conocido como valle del Silencio.
Esta leyenda cuenta la historia de un topónimo muy sigiloso que nos lleva hasta los pies de los montes Aquilianos, en plena Tebaida berciana. Aquí, casi en medio de la nada, se establecieron antaño un puñado de ermitaños cristianos en busca de un lugar apartado, apto para sus retiros espirituales dedicados a la oración. No pudieron escoger mejor lugar, pues el silencio abrumador de las montañas es lo único que se advierte, y lo que más pesa, cuando te acercas a esta zona aislada de la comarca leonesa de El Bierzo.
Uno de estos extraños anacoretas fue San Genadio, una figura controvertida que entre los años 899 y 920 d.C. fundó varios monasterios en la zona y restauró otros muchos, entre los que destacan el monasterio de San Pedro de Montes y el de Santa Leocadia de Castañeda. Pero su obra cumbre fue un pequeño monasterio construido en Peñalba de Santiago, el pequeño pueblo donde se estableció y murió en torno al año 936 y donde dejó una huella indeleble.
Del monasterio hoy no quedan ni los restos. Tan sólo sobrevive la iglesia conocida como Santiago de Peñalba, obra de un abad conocido como Salomón, que la edificó entre los años 931 y 937 d.C. Esta iglesia es uno de los principales reclamos turísticos de Peñalba de Santiago, una construcción mozárabe considerada una auténtica joya en su estilo.
La entrada a la iglesia es gratuita, algo que sorprende por el carácter único de este importante templo prerrománico, sólo comparable a San Cebrián de Mazote en Valladolid. Los horarios, eso sí, son otro cantar, ya que cambian por momentos y es recomendable consultar la pagina de Turismo de Castilla y León para confirmarlos. Merece la pena encajar nuestra visita al pueblo de Peñalba con las horas de acceso a la iglesia para disfrutar de su belleza. Declarada Monumento Nacional en 1931 y Bien de Interés Cultural (como todo el pueblo de Peñalba), está construida en mampostería de pizarra y caliza, al igual que las viviendas de su entorno con las que se funde en un singular conjunto constructivo.
Llama la atención que su puerta principal no está en el frente de la iglesia, si no en su lado sur, algo característico de la arquitectura mozárabe. Es el elemento más impactante y hermoso del edificio, una portada formada por dos arcos de herradura sustentadas por tres columnas de mármol con capiteles corintios. Su interior sorprende en contraste con su discreto exterior: dentro se encontraron valiosas pinturas altomedievales y allí descansan los restos del citado San Genadio.
Por cierto, se dice y se rumorea que las figuras de ajedrez más antiguas de Europa, hechas en marfil y encontradas en Peñalba, pertenecieron a San Genadio. Pero dejemos al santo y a su iglesia y demos un paseo por el resto del pueblo, que esto promete.
Para llegar a Peñalba de Santiago hay que tener tres cosas: coche, ganas e interés. Porque el camino no es fácil, está lleno de sinuosas curvas y tramos de carretera estrechos y, dependiendo de la época del año, el acceso se vuelve imposible por las lluvias o la nieve. Hablamos de un pueblo aislado, cada vez más valorado por los amantes del turismo rural pero, a la vez, amenazado por el fantasma de la España Vaciada.
No obstante, a partir de septiembre de 2020 comenzó a instalarse una antena de telefonía móvil en Peñalba, algo que ayudará en las comunicaciones y quizá contribuya a que el pueblo, como otros de la zona, no acabe deshabitado y pueda progresar como destino rural de primer orden que es, aunando la modernidad con la tradición.
Podemos acceder a Peñalba de Santiago desde Ponferrada, capital de El Bierzo. Cruzando el puente medieval del Boeza alcanzamos San Esteban de Valdueza, pueblo tradicional puerta de entrada al valle del Silencio, y desde un desvío a la izquierda seguimos el curso del río Oza. Nos vamos encontrando con pequeños pueblos que aún conservan su autenticidad y sabor popular, como Valdefrancos y San Clemente.
Al llegar a Peñalba hay que dejar el coche en un aparcamiento habilitado al principio del pueblo. Todo el entorno es peatonal, con sus calles de piedra y sus casas con tejados de pizarra. Se observa el paso del tiempo en sus viejas, aunque bien conservadas, galerías de madera, cuya planta baja servía de almacén donde guardar aperos de labranza o cobijar animales. La planta superior se destinaba a vivienda familiar.
Entre todas las casas, que parecen de cuento, destaca la Casa de los Diezmos, donde los campesinos acudían a depositar la décima parte de sus cosechas para contribuir al mantenimiento del Obispado de Astorga. Nada nuevo bajo el sol en la España medieval de entonces. La parte superior del pueblo, con sus viviendas restauradas, era la zona de residencia de los monjes.
La belleza de Peñalba de Santiago es legendaria. Fue declarado Bien de Interés Cultural con categoría de Conjunto Etnológico y desde 2016 forma parte de la red de «Pueblos más bonitos de España». Hay mucha paz y poco movimiento en él en temporada baja. Tan sólo alguno de sus escasos habitantes -doce según el último censo- se asoma al exterior y emprende una conversación con el visitante. Una pequeña cantina donde comer, bien y en abundancia, es uno de los pocos establecimientos turísticos que encontramos en el pueblo.
Seguimos caminando y pronto nos tropezamos con las señales que indican algunas rutas de senderismo por el valle. La más famosa es la Ruta de la Cueva de San Genadio. Y es que aún no habíamos acabado con el omnipresente santo, que en su madurez se retiró desde el pueblo a una cueva que es lugar de peregrinación desde hace siglos. El camino hacia la cueva no es complicado ni demasiado largo, unos 4,5 kilómetros, pero sí algo pedregoso, por lo que hay que armarse de paciencia y, sobre todo, llevar un calzado cómodo para que los pedruscos no martiricen nuestros pies. No sea que acabemos como San Genadio.
Cruzando el valle del río Oza o valle del Silencio encontraremos numerosos riachuelos y saltos de agua. La carretera se estrecha hasta tal punto que no caben dos coches. Merece la pena el apuro para disfrutar de un espacio natural y etnográfico único.
Además de Peñalba hay otros pueblos del valle de imprescindible visita. Uno de ellos es Montes de Valdueza, diminuto y encantador junto a las orillas del río Oza, en el que destaca su herrería tradicional y el monasterio de San Pedro de Montes. Declarado Monumento Nacional, de este templo visigótico del año 635 fundado por San Fructuoso, mezcla de distintos estilos, sólo queda en pie la iglesia. Fue reconstruido por San Genadio tras ser afectado por la invasión musulmana. ¡Otra vez el santo que dio nombre a este valle aparece en escena!
Si nuestro interés por lo que se da en llamar “pueblos con encanto” no disminuye, estamos en el lugar adecuado. En los alrededores de Montes de Valdueza nos quedan un buen puñado que visitar, como Valdefrancos, San Cristóbal de Valdueza, Manzanedo de Valdueza y San Clemente de Valdueza.
Y si crees que la de San Genadio es la única ruta senderista de la zona, te equivocas. Estamos en un valle, pero también en los Montes Aquilianos, con picos que llegan a alcanzar hasta 2000 metros de altura y aquí hay rutas para dar y tomar. Muy conocida es la Senda de la Tebaida Berciana, que sale de Peñalba o las más complicadas que llegan hasta la cumbre del Morredero. Primavera y otoño son grandes épocas para hacer estas rutas, ya que así se evitan los calores del verano. También son buenas estaciones para recorrer el valle del Silencio casi en completa soledad y, aunque suene redundante, en absoluto silencio.
¿Y de comer qué tal? ¡La duda ofende, que estamos en El Bierzo! Embutidos de la comarca, cocido berciano, platos de cuchara como los caldos de verduras y carnes asadas a la vieja usanza, en cocina de leña, son algunas de las delicias que pueden degustarse en el valle del Silencio. En Peñalba de Santiago sólo sirve la citada Cantina de Peñalba pero en otros pueblos, como San Esteban de Valdueza, encontramos algún que otro mesón.
Empezamos esta ruta por el valle del Silencio en coche, haciendo zigzag hasta llegar a Peñalba, continuamos caminando a paso firme por sus aislados senderos y acabamos el recorrido con un homenaje gastronómico. Un viaje por un un territorio casi inexplorado a dos pasos de Ponferrada donde reina el sigilo, sólo interrumpido por algún pajarillo despistado que ignora la ley del silencio impuesta por San Genadio, a grito pelado, eso sí: «¡Silencio, he dicho!»
Emma Sexto
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