Sant Miquel del Fai, el santuario con cascada, cuevas y leyenda
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13.11.2023
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Si alguien pregunta a un residente en Cataluña por un lugar situado en un paraje natural que poder visitar y maravillarse es posible que le envíen al conjunto monumental conocido como Sant Miquel del Fai. La recomendación está más que justificada porque algunos de sus elementos clave son infalibles para lograr ese efecto, sobre todo si se pueden disfrutar todos a la vez: un gran salto de agua, arquitectura eclesiástica histórica y un imponente escenario montañoso en el que la piedra catalana se puede apreciar en todo su esplendor. Uno de esos lugares de los que los vecinos pueden presumir sin miedo a pecar de exagerados.
Este conjunto fue declarado Bien Cultural de Interés Nacional (BCIN) por la Generalitat de Catalunya en 1949 y en 2017, la Diputación de Barcelona adquirió Sant Miquel del Fai para asegurar su buen mantenimiento. El ‘complejo’ está integrado por varios elementos: la ermita de Sant Martí del Fai, la iglesia troglodítica de Sant Miquel del Fai, el paso de la Foradada, el puente del Rossinyol, la entrada fortificada y el casal prioral. A través de ellos se puede hacer un recorrido temporal que empieza en el año X y llega hasta el día de hoy.
Lo primero a tener en cuenta antes de desplazarse hasta allí es que la carretera que conduce al lugar está llena de curvas, así que quienes tengan tendencia a marearse deben tomar precauciones (las que sean). Además, ahora hay que reservar y pagar una entrada (adulto 8€, pensionista 6€ y niños 4€) y la organización, lógicamente, puede cortar el acceso en caso de riesgo por condiciones meteorológicas o peligro de incendio. Es decir: lo más recomendable es consultar la página web oficial o llamar por teléfono (666 541 593) antes de emprender la excursión para asegurarse de que se va a poder entrar.
Una vez hechos todos los preparativos, el siguiente paso ya es ponerse en marcha. Este lugar se encuentra a solo 50 kilómetros de Barcelona ciudad, en el valle del Tenes y forma parte del parte del Espai Natural dels Cingles de Bertí (nombre que reciben los riscos y montañas que forman parte de la cordillera prelitoral catalana). Estos accidentes geográficos –impresionantes a la vista– ya se pueden observar desde la carretera, desde donde también se avista la abadía y el salto de agua del río Rossinyol (si no hay sequía), entre otros.
Para acceder al espacio, hay que cruzar a pie un pequeño puente románico que data del año 1592 y que dirige hacia el Pas de la Foradada, un hueco entre piedras que hace las veces de puerta coronada por sillares. En unos pasos más adelante se llega a la casa prioral, uno de los elementos arquitectónicos más importantes del conjunto. Allí, como su propio nombre indica, vivía el prior y también los monjes benedictinos. El edificio tiene una forma más bien cuadrada, es de estilo gótico y se construyó entre finales del siglo XVI y principios del XVII.
Quienes estén interesados en los templos religiosos disfrutarán con la visita a la iglesia románica de Sant Miquel. Aunque no quedan documentos que confirmen el dato, se cree que en el año 1006 ya estaba consagrada. Se trata de una iglesia troglodita –es decir, que está instalada en una cueva de la montaña– cuyo techo es la propia gruta. Ostenta el título de ‘la más grande del país’ y su interior fue modificado muchas veces entre los siglos XVI y XIX, aunque su esencia sigue intacta.
A los pies del salto del Rossinyol, una de las cascadas más conocidas de Barcelona, está la cueva de Sant Miquel, descubierta en el año 1836. Tiene una longitud de unos 60 metros y está formada a partir de toba calcárea. Según la web oficial, que también indica que actualmente no se puede visitar: “no tiene potencial arqueológico, ya que ha sido completamente modificada con estructuras modernas e infraestructuras para que pueda visitarse, pero tiene un gran interés didáctico por los procesos geológicos actuales de formación de tobas calcáreas”. Un dato: puede haber murciélagos.
Para descansar, no hay mejor lugar que la plaza del Repòs (el nombre no puede ser más claro). Allí hay un banco en el que está sentada una estatua de bronce del escritor Josep Pla elaborada por el artista Tomàs Atienza. El literato y periodista escribió sobre este rincón en su Guía de Catalunya (1971), en especial de la cascada que no pudo ver porque aunque existe “solo funciona los domingos”, comenta que le dijo una mujer de la zona. Muy cerca está el conocido como el lago de Les Monges, una balsa de agua que, según dice la leyenda, se formó tras el derrumbe de un convento a causa de un rayo caído en una tormenta muy potente: fue el castigo a una juerga nocturna que se dieron las inquilinas en compañía de hombres.
Y además del salto de agua del Rossinyol, los amantes de las cascadas también pueden disfrutar de los 100 metros de altura de la caída del río Tenes desde el risco de El Fitó. Detrás de esta cortina de agua, hay una galería por la que se puede pasar y así ver estalactitas, estalagmitas y cortinas de piedra generadas con el paso del tiempo. Una vez esquivada esta cascada, se puede seguir caminando hasta la ermita de San Martí, que data del año 877 (según la documentación que existe) y a la cueva de Les Tosques también conocida como El Bon Pastor o Sant Martí.
Con esta ristra de puntos de interés, bien vale el viaje por la carretera de las curvas. Para rematar la excursión, se puede parar en Riells del Fai a disfrutar de la gastronomía catalana en alguno de sus restaurantes o pasar el fin de semana conociendo los alrededores, también repletos de zonas naturales interesantes.
Carmen López
Soy periodista y escribo sobre cosas que importan en sitios que interesan desde hace más de una década.
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Creo que deberías actualizar el comentario, muy redactado por cierto,
Pues actualmente no cuesta nada la entrada, pero si que debes sacar la entrada por Internet. Y después de la cueva con el salto de agua, ya no hay paso más allá. Esta cortado el camino a la ermita.