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Si están convenientemente diseñados, los entornos urbanitas son más sostenibles a nivel medioambiental que sus homólogos rurales; de igual modo, como señala Derek Thompson en Creadores de Hits: «Cuanta más gente rica haya en una ciudad, más larga será la vida de los pobres que viven en ella». Las ciudades son un triunfo de la civilización, no cabe duda, y hay quintales de argumentos para sostener esta idea tan contraintuitiva: muchas de ellas las podemos encontrar en el fabuloso El triunfo de las ciudades, de Edward Glaeser.
Sin embargo, evolutivamente hablando nosotros procedemos del ambiente rural. Desconectar totalmente de él no es positivo. De hecho, internarnos en él, regresar a él, reconectar con nuestros instintos y abrir senda por los bosques más frondosos, practicar senderismo, ofrece indudablemente un sinfín de ventajas neurocognitivas y cardiovasculares.
Andar por el verde
Andar es bueno. Según un nuevo estudio realizado en 16.741 mujeres con una edad media de 72 años, andar parece que reduce la mortalidad en general si se realiza una media de 4.400 pasos diarios. La intensidad de los pasos no se relacionó directamente con tasas de mortalidad más bajas tras contabilizar los pasos totales por día. Es decir, que parece importar más cantidad que intensidad.
Pero si andar es bueno para la salud cardiovascular, si queremos sumar salud emocional, entonces también debemos fijarnos en el entorno que escogemos para realizar esta actividad. Si lo hacemos por una ciudad, ganaremos en salud cardiovascular. Pero si optamos por un entorno natural, entonces sumaremos salud psíquica, tal y como sugiere un estudio realizado por la Academia Nacional de Ciencias, que constató que caminar 90 minutos a través de un entorno natural tiene un gran impacto positivo sobre el estado anímico de las personas reduciendo la melancolía, el estrés y la preocupación.
Los resultados indican que la experiencia en la naturaleza redujo el pensamiento obsesivo y hubo una disminución del flujo sanguíneo en la corteza prefrontal subegnual, una región asociada con el mal humor, y también con los sentimientos de tristeza y preocupación. Estos resultados sugieren que las áreas naturales accesibles pueden ser vitales para la salud mental en nuestro mundo en rápida urbanización.
Según un estudio de la Universidad de Utah, cada hora de sedentario incrementa el riesgo en más de un 3% de tener problemas de corazón, obesidad y hasta muerte prematura en adultos. Ese riesgo es todavía elevado incluso si se hace ejercicio intenso pero la mayoría del día se pasa sentado e inactivo. Otro estudio multicéntrico PREDIMED-PLUS, que se inició en España en octubre de 2013, y cuyos resultados fueron publicados en PLoS ONE, sugieren que practicar una hora más al día un ejercicio físico de intensidad moderada-alta se vincula a una protección de entre un 3-6% frente a la obesidad, diabetes, obesidad abdominal y colesterol HDL-bajo.
Ahora la literatura científica es clara sobre este aspecto, pero apenas hace un siglo no era así: fue Jeremy Morris, un médico del Consejo de Investigación Médica de Gran Bretaña, quien halló una relación entre los niveles de actividad y la incidencia de ataques cardiacos y enfermedades coronarias. Tal y como explica Bill Bryson en su libro El cuerpo humano: «Fue la primera vez que alguien demostraba un vínculo directo y mesurable entre el ejercicio y la salud».
Senderismo, cerebro y pensamiento
Otro estudio de la Universidad de British Columbia, en el que se obligó a un grupo de personas a caminar durante una hora dos veces por semana a través de la naturaleza, también concluyó que ello hizo aumentar la memoria de los participantes. Algo que ha sido refrendado por otro estudio que sugiere cómo el senderismo aumenta la plasticidad neuronal. Concretamente, un año de caminata aumentó la conectividad funcional entre las cortezas frontal, posterior y temporal. Eso sí: los efectos a favor del grupo de caminata se observaron solo después de 12 meses de entrenamiento, en comparación con tendencias no significativas después de 6 meses.
Nuestro cerebro también se torna más creativo cuando se zambulle en la naturaleza, como concluyeron los psicólogos Ruth Ann Atchley y David L. Straye tras cuatro días de desconexión en la naturaleza y sin acceso a la tecnología. Por esa razón no es insólito que, desde antaño, hayan existido los filósofos peripatéticos: pensadores que invocaban la reflexión a través de la locomoción, sobre todo si era por algún entorno natural. Como explica el profesor de filosofía contemporánea y estudios culturales en la UNED Ramón del Castillo en su libro Filósofos de paseo:
“Algunos repiten el mismo recorrido cada día y otros no paran de explorar nuevos caminos; hay quienes odian el campo y quienes adoran los parajes sublimes; unos disfrutan a la sombra de limoneros y otros se ocultan en bosques misteriosos. La naturaleza nunca será un mero decorado para Nietzsche, Heidegger, Adorno, Sartre y otros grandes pensadores, sino la dimensión fundamental de algunas de sus más famosas ideas”.
Andar. Una filosofía, de Fréderic Ros, también es un recorrido filosófico y literario en compañía de ilustres autores como Rimbaud, Thoreau o Kant cuyo hilo conductor es el simple hecho de caminar. En Walkscapes: El andar como práctica estética, de Francesco Careri, descubrimos que el andar es un acto cognitivo y creativo capaz de transformar simbólica y físicamente tanto el espacio natural como el antrópico. David Le Breton abunda en ello en Elogio del caminar, y Melvin Coverley hace lo propio en su fascinante The Art of Wandering. Como dice Le Breton a propósito del hábito de andar sin más: «Su ética del merodeo y la curiosidad hacen de él un instrumento ideal para la formación personal, el conocimiento del cuerpo y de todos los sentidos».
En suma, el ejercicio estimula el nacimiento de nuevas neuronas en la región cerebral del hipocampo, una zona relacionada con la memoria y el aprendizaje. Ya lo intuían los que decían aquello de «mens sana in corpore sano», pero ahora la neurociencia lo confirma. El ejercicio aeróbico regular, además, no es sólo beneficioso para el cerebro sino que retrasa el envejecimiento. Si además se realiza por un ámbito rural o natural, todo resulta mucho más beneficioso.
Sergio Parra
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Por eso os recomendamos visitar Abuela Benita: http://www.casaruralabuelabenita.es/senderismo-en-cebreros.html