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Los molinos de agua dan un carácter mágico a los entornos naturales. Se instalaron para aprovechar la fuerza del cauce del río para moler lo necesario. Se dice de Galicia que es la tierra mágica y aquellas zonas en las que estas maquinarias rústicas abundan también tienen su encanto. Es lo que ocurre en el sendero de los molinos del Parque de la Naturaleza del Río Barosa, en Barro (Pontevedra), que atrae a visitantes como si los duendes y las hadas que viven en el bosque les invitasen a su hogar.
En el transcurso de esta ruta, también conocida como Sendero dos muíños da Barosa, se pueden ver hasta 17 molinos, algunos en mejor estado que otros. Tiene una longitud de 2,1 kilómetros, es prácticamente circular, su dificultad es media (por los desniveles bastante marcados de algunos tramos) y se completa en menos de una hora. El nombre oficial es el sendero PR–G 105.
Ruta por el sendero de los molinos del Parque de la Naturaleza del Río Barosa
La senda empieza en un aparcamiento próximo a la carretera nacional N-550, aproximadamente en el kilómetro 140, conocida como los Muíños de Abaixo y que pertenece al concejo de Barro. Forma parte del Camino portugués de la costa del Camino de Santiago.
Longitud: 2,1 kilómetros
Dificultad: Moderada
Tipo de ruta: circular
Al entrar en el bosque, casi al inicio, está la cascada de Barosa, de 30 metros de desnivel. Según la época, este salto de agua puede ser apabullante o más discreto, como sucede en casi todos los rincones naturales. Las mejores épocas para visitarla son la primavera y el otoño pero, en realidad, este entorno es tan idílico que merece la pena en cualquier momento.
Los molinos dan la bienvenida a los senderistas prácticamente desde el primer momento. Su mantenimiento, como se ha comentado anteriormente, es irregular. Hay un amplio abanico entre los que se encuentran casi como nuevos hasta los que poco más o menos son ruinas nada más. De los que aún se conservan, ciertos ejemplares aún tienen algunas de las piezas imprescindibles para cumplir su labor.
El primer tramo discurre desde el punto de inicio hasta el puente de San Breixo. Ahí hay una desviación que se puede tomar para visitar la iglesia, consagrada al mismo religioso, que data del siglo XVII. Allí, además de admirar el templo también podemos disfrutar de las vistas panorámicas del entorno.
De nuevo, en el PR–G 105, se avanza hasta el área de recreo Muíños de Abaixo. Esta quizá sea la parte más complicada del sendero por lo acusado del desnivel. El bar de la zona recreativa puede animar un poco a quienes se encuentren cansados con un piscolabis.
El camino continua hasta el puente de A Búa, que conecta con un camino que regresa al puente de San Breixo, pero desde el otro margen del río. Desde ahí se llega, de nuevo, al punto de partida. En total, en la visita se han podido ver molinos, saltos de agua, algunos bolos graníticos y árboles como robles, entre otros. La sombra que proyectan hace que el Parque da Natureza do Río Barosa se haya convertido en un lugar en el que refrescarse durante el verano y disfrutar de temperaturas moderadas en otras estaciones.
Otros lugares de interés del Parque de la Naturaleza del Río Barosa
El sendero de los Molinos no es el único atractivo del concejo de Barro, por supuesto. Esta demarcación, que pertenece a Pontevedra, combina naturaleza, patrimonio y tradición gastronómica, tres elementos que definen la idiosincrasia gallega.
Por ejemplo, el Leguario de Perdecanai es una curiosidad que atrae a muchos interesados en la historia. Se trata de una especie de pirámide de granito del siglo XVIII. Originariamente, su uso servía para marcar la distancia que una persona podía recorrer a caballo en una hora en el Camino Real, y que comunicaba Santiago con Pontevedra (esa distancia en ese tiempo se llama legua).
Este leguario tiene un reloj de sol para informar al viajero del momento del día por el que pasa en ese punto geográfico. Desde este sitio se puede llegar también al cruceiro de Triabá, un monumento religioso del siglo XIX conformado por una cruz de piedra sobre un pilar que tiene una característica que lo hace muy peculiar: la figura de una serpiente enroscada.
Los petroglifos del monte Bazar también merecen una visita y, de hecho, existe una ruta de senderismo circular y de 3 kilómetros de longitud que se completa en una hora y con un nivel de dificultad moderado. Está llena de indicaciones que dirigen al caminante hacia los diferentes conjuntos arqueológicos muestra del arte rupestre gallego. Son los de Pedra Mirtada, Outeiro de Codeso y Castro Loureiro, muy populares.
Las iglesias de Santa María del Curro y de San Martiño de Agudelo son dos templos religiosos que también son dignos de visitar. El primero se encuentra en la parroquia homónima perteneciente a Barro y data del siglo XVII, aunque con el paso del tiempo su estructura experimentó diferentes reformas. Además, en sus inmediaciones también hay un cruceiro (sin serpiente).
En el caso de la iglesia de San Martiño de Agudelo, su fecha de construcción se fija en el siglo XII y se considera que es una muestra relevante del románico gallego. Está bien conservada y la ornamentación de la fachada se atribuye a la escuela del Maestro Mateo, un escultor y arquitecto que desarrolló su trabajo durante esa época histórica.
En la comarca de Barro se puede llenar el estómago con los productos típicos de las Rías Baixas, cuya riqueza gastronómica es incontestable. Destacan el marisco, la empanada, el pulpo á feira, el raxo, la zorza y cómo no, el vino.
De hecho, a mediados de junio y desde hace décadas, se celebra la Fiesta del Vino, una cita en la que bodegueros y cosecheros –colleiterios– hacen catas de sus vinos, hay juegos, verbenas y una sardinada popular en la que se toma este pescado maridado con los mejores caldos del lugar. Sin duda, una fecha para apuntar en la agenda.
Carmen López
Soy periodista y escribo sobre cosas que importan en sitios que interesan desde hace más de una década.
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