Sidraturismo en Gijón, el caso del Llagar Castañón
Escrito por
18.06.2014
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La sidra se toma con un sentimiento de hermandad, de grupo, como se ejecutan los bailes del Mediterráneo. Me lo dijo así una camarera de Cimadevilla, en Gijón, cuando le pregunté por qué tiraba el poco de sidra que quedaba en mi vaso: «aquí tiramos el culín por educación. Así podemos limpiar el vaso con el poco de sidra que queda y lo compartimos. Los asturianos tomamos la sidra con un sentimiento de hermandad».
Ocurrió justo después de entrar en el bar y preguntar qué era el «picadillo» que había en el menú. «Tú no eres mucho de por aquí, ¿no?», me cazó. «Vengo de Barcelona», le dije. Me respondió que era la carne del chorizo desmenuzada y frita, con o sin patatas, todo eso después de las lentejas. «¿Una sidra?», propuso. Terminó por convencerme de que me acabara toda la botella. Una hora después de entrar en el bar ya estaba listo para conocer qué debía pasarle a una manzana para que llegara tan rica a mi mesa. Es lo que iba a descubrir enseguida en el llagar Castañón. Ya estaba hermanado con esta tierra en apenas 3 horas.
El Llagar Casatañón está cerca de la Universidad de Gijón, La Laboral, donde se celebró el TBMGijón. Allí me recogió Marta García, la encargada de las visitas guiadas por el lagar, capaz de hablar castellano, inglés o alemán con un perfecto dominio de la entonación asturiana. No lo pueden evitar, ni quieren, por supuesto. Los asturianos aman su tierra. O así lo parece.
Me puso en antecedentes con un vídeo de introducción y luego me explicó: «el 90% de la sidra se toma en Asturias. Hay un porcentaje que además hemos empezado a exportar a Estados Unidos, cerca de un 2%, pero es un producto con el que hay que exportar también toda la cultura asturiana y eso es difícil». El olor a manzana conquistó los otros sentidos durante un minuto. Luego, volví al oído con lo que me explicaba Marta y a la vista en todas las instalaciones.
Quizás no haya un producto tan arraigado al Principado como la sidra. Ni en los peores años, durante la Guerra Civil, dejó de producirse.
La historia del Llagar Castañón comienza en 1938, con «el abuelo». El abuelo fue Afredo García Menéndez, que comenzó produciendo la sidra de la forma más artesanal. Viendo las imágenes de archivo comparadas con las instalaciones de ahora, aquella forma de producir sidra era más que rudimentaria, pero encantadora. Los tiempos de fermentación eran otros y para aliviar el tedio surgieron fiestas tradicionales, dichos. Continuó el legado su yerno, Julián Castañón Gil. Puso su nombre al negocio y hoy sigue perpetuando el nombre su hijo, Julián Castañón García. Julián me estrechó la mano mientras Marta me daba a probar su sidra natural. «Tienes que probar ‘Val de Boides’, ya verás», me dijo.
Así que Marta escanció las dos variedades de sidra que producen: la sidra natural y Val de Boides. ¿Qué es Val de Boides? Es una sidra elaborada con una selección de 6 variedades de manzana con D.O., fresquita, un poco más ácida que la otra variante, que también se produce con manzanas autóctonas, aunque no designadas por el Consejo Regulador. Yo soy incapaz de notar las diferencias exquisitas del vino. Para mi humilde paladar, todo se reduce a si está bueno o no lo está. Con la sidra me pasó lo mismo, aunque con un matiz: estaba buena o estaba mejor, según la variedad.
«Seguro que todo el mundo lo sabe, pero tengo que saberlo Marta: ¿por qué se escancia la sidra?«, le dije. La explicación fue por una argumentación química en la que me perdí enseguida, de manera que Marta, risueña, concluyó: «Es para despertar el carbónico, que está como dormido».
La última parte de la visita transcurrió entre toneles de madera, en un ambiente hogareño. Había un olor a bodega antigua que casi se masticaba. Olía a manzana, a madera y al aire campestre que rodea el llagar. En ese espacio, donde celebran eventos de todo tipo, Marta me explicaba conceptos como el mallu, el amagüestu (magosto), el espichau y el simpático dicho a duru la meixada, «a duro la meada», que se utilizaba para sacar algo de las celebraciones en los tiempos del abuelo, una vez la sidra ya estaba hecha, aprovechando el valor diurético de la bebida.
Al Llagar no se puede acceder en transporte público, aunque es muy sencillo hacerlo en coche propio. Está en la carretera de San Miguel, en Quintueles, justo en la frontera entre Villaviciosa y Gijón. De hecho, el llagar linda con el río Frontera, que separa los dos municipios. La visita guiada básica cuesta 6€.
Sorprende que Turismo de Asturias no ponga más empeño en la promoción del producto «Sidraturismo«. Marta me confesó que dos días después recogería a un grupo de alemanes que venían de crucero para irse de llagares y conocer el paisaje mientras se lo beben y se lo comen. Dejo una pregunta para el debate: ¿cómo se habrán enterado en Europa de lo que no valoramos aquí?
Más información | Llagar Castañón
Escapada Rural
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