Sí, has leído bien. Hoy nos vamos al pequeño pueblo de Orbaneja del Castillo, en la provincia de Burgos, para ver África. Bueno, no literalmente el continente africano. No alcanzaremos a ver sus paisajes ni sus gentes; tampoco llegaremos a divisar algunos de sus animales más emblemáticos, como el león o el elefante. Pero sí podremos apreciar, desde allí, en plena Castilla y León, su silueta. ¿Que no te lo crees? Echa un vistazo a estas fotos. Vale, hemos jugado a captar tu atención, pero, ¿verdad que es sorprendente?
Como ves, en las cresterías rocosas que flanquean Orbaneja del Castillo por su parte superior, nos encontramos con la forma de África dibujada en el agujero que dejan dos rocas que parecen a punto de abrazarse. Estas estructuras calcáreas están esparcidas por todo lo alto del cañón del pueblo y parece que lo protejan, por lo que se las conoce como “El castillo”. A las que albergan este curioso mapa se les llama “El beso de los camellos”. Y es que parece que estos animales tan simpáticos y típicos del continente africano están tocándose los labios en un gesto en el que, al mismo tiempo, dibujan a su madre patria.
Hay que colocarse bien para discernir la forma de África nítida en el roquedo superior de la montaña y sobra decir que tiene que haber unas condiciones de luz adecuadas para poder sacarle una foto. Pocos se resisten a volver a casa sin su recuerdo gráfico de cuando estuvieron en África… ¡en Castilla y León!
Mucho más que África en Orbaneja del Castillo
Al margen de este curioso capricho geológico, el pueblo de Orbaneja del Castillo, de apenas 50 habitantes, tiene mucho encanto. Está en uno de los cañones del curso alto del río Ebro, de manera que su entorno ha sido esculpido por sus aguas, lo que ha propiciado un relieve kárstico (o calizo).
Su paisaje está conformado por dos elementos principales: el cresterío en el que está la silueta de África y una espectacular cascada que brota de la llamada Cueva del agua y que atraviesa el pueblo y lo divide en dos mitades (la Villa y la Puebla), antes de precipitarse el río Ebro, con una caída de unos 25 metros de altura. Y esta es otra curiosidad de Orbaneja del Castillo: se trataría del único pueblo-cascada de España, algo que le da una personalidad seductora e inconfundible.
En el valle de Sedano, que es donde está Orbaneja del Castillo, dicen que en este pueblo hablan muy alto; cuando se pasea por sus calles, es fácil entender el porqué: si el transcurrir de un río a menudo evoca paz y tranquilidad, aquí lo impregna todo con su “sonido” o “ruido” (dejamos que tú decidas si es una cosa o la otra). Además de un rumor persistente, deja estampas preciosas en forma de saltos, terrazas y pozas de un impresionante color azul turquesa, entre musgos y líquenes que le dan aún más magia al paisaje.
Estas aguas han moldeado la roca de la zona y con ella se fueron construyendo, en su día, las casas del pueblo, que hoy lucen con una personalidad muy característica y dibujan un entramado urbano de cuento, con callecitas empedradas y balcones de madera. Un aspecto que ha sido reconocido como Conjunto Histórico Artístico y que también alberga huellas de las diferentes culturas que han habitado el pueblo, como mozárabes, cristianos y judíos. Los edificios más singulares de Orbaneja del Castillo es la casa Fuerte, que se ve en lo alto de una roca, y la casa de los Pobres, que es un antiguo hospital del siglo XVI.
¿Dónde está el «castillo»?
Por cierto, si tienes la tentación de preguntar cómo ir para visitar el castillo (por algo se llamará Orbaneja “del Castillo”, ¿verdad?), mejor no lo hagas: habría estado en pie hasta mediados del siglo XIV, pero en la actualidad no queda nada, ni una torre, ni muralla, ni tan solo las ruinas.
Aunque no hay castillo como tal, tienes otros planes alternativos para hacer en la zona, como practicar senderismo en los alrededores del Parque Natural de las Hoces del Alto Ebro y Rudrón: la senda del desfiladero del río Rudrón, que es lineal y hace un recorrido sinuoso de 9 kilómetros; o la ruta circular del cañón del Ebro, que pasa por Valdelateja y Orbaneja del Castillo, y permiten apreciar la biodiversidad de la zona a través de 17 kilómetros. Y, de vez en cuando, alzad la mirada al cielo: no es muy difícil ver buitres leonados sobre las hoces del Ebro.
Otras formas caprichosas en la roca
Los diferentes elementos que erosionan la roca son capaces de esculpir figuras de lo más sorprendentes. Los camellos y su mapa de África en Orbaneja del Castillo no son un caso aislado. Otros lugares también albergan formas muy peculiares en sus paisajes, sin que el ser humano haya intervenido.
Por ejemplo, las montañas de Montserrat en la provincia de Barcelona son un enclave de gran misticismo en el que hay unos pináculos sobrecogedores con siluetas con gran parecido a formas reales, como una mujer embarazada, una momia, un elefante o un mono. Se ven desde lejos y los montañeros y escaladores de la zona los suelen utilizar como brújula o referencia espacial.
Otro paradigma lo tenemos en Los callejones de las Majadas, un municipio de Castilla-La Mancha en el que se ha “construido” de forma natural una especie de ciudad encantada a base de rocas. Estas adoptan figuras que se asemejan mucho a elementos típicos que podemos encontrar en una urbe, como puentes, arcos, plazas y monolitos; tradicionalmente estas “calles” salvajes las han aprovechado los pastores para guardar al ganado.
Muy cerca está la famosa Ciudad Encantada de Cuenca, próxima al pueblo de Valdecabras, es uno de los destinos más conocidos para descubrir formas en la piedra. Es algo así como pasear por las páginas de un cuento de fantasía. Las principales formaciones rocosas tienen nombres que le han concedido el imaginario popular y que hoy incluso figuran en carteles con su correspondiente explicación. Entre ellos, podremos ver la “cara del hombre”, “la foca”, “los osos”, “el tobogán”, “el mar de piedra”, la “lucha del elefante y el cocodrilo” o “el perro”. Y, por supuesto, el emblemático “Tormo Alto”, que es el símbolo de la Ciudad Encantada.
Raquel Andrés
Periodista y aventurera. Colaboradora en Escapada Rural, Diari Nosaltres La Veu, La Vanguardia y otros medios. Habitante y amante de las zonas rurales, sea cual sea el destino. Procuro escaparme una vez por semana con las botas de montaña, el arnés o el neopreno. En mi mochila nunca falta saco ni esterilla. Ah, también soy un intento de baserritarra.
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