Basta mirar hacia el sur para darse cuenta de que Extremadura ofrece al viajero otros muchos rincones además de Mérida, el Valle del Jerte, Trujillo, Plasencia o Cáceres. Más allá del póquer de ases turísticos conocido por todos, entre los paisajes anchos, brevemente moteados por sierras onduladas, en tierras que muchos conocen como la Baja Extremadura, aparece un conjunto de tesoros ocultos en el que destacan poblaciones con un rico patrimonio histórico, monumentos naturales, castillos, ermitas, monasterios, yacimientos romanos y los sabores más intensos de la región.
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Castillo de Feria
Conforme se llega a este pequeño municipio de la comarca de Zafra, aparece la monumental torre del homenaje sobre un promontorio pelado. Atrae tanto la atención que diríase que este es un castillo pegado a una torre. La fortaleza defensiva que se puede visitar fue levantada en el siglo XV por encargo de Lorenzo Suárez de Figueroa, gran maestre de la Orden de Santiago, sobre los restos de una antigua fortaleza árabe del siglo XI.
Al entrar en la gran torre cuadrada de ventanas góticas, un museo en el que se exponen mobiliario y objetos de época lleva al visitante a emprender todo un viaje en el tiempo. El espectáculo en forma de panorámica aguarda en la terraza, desde la que se controla toda la comarca de Tierra de Barros, con Feria y sus casitas encaladas a los pies del castillo.
Para seguir con la visita de conjuntos monumentales, se puede proseguir camino hasta Zafra, junto a la antigua Vía de la Plata romana. La conocida como “la pequeña Sevilla” se encuentra a unos 20 km en coche. Hay que pasear por este municipio para enamorarse de su pasado de judería y villa medieval. Su centro histórico dentro de la zona de murallas se deja callejear con deleite.
Ermita del Ara, la Capilla Sixtina extremeña
Tal vez suene a exageración eso de que la ermita del Ara es la capilla sixtina extremeña. Más si uno se queda solo con el exterior, que parecerá según cómo hasta poca cosa. Pero tras visitarla en su interior la comparación parece acertada. Los frescos del siglo XVII de su interior provocan una sensación de éxtasis artístico comparable a la obtenida en el palacio del Vaticano. Cierto que aquí no hay pinturas de Miguel Ángel, pero la nave con bóveda de cañón está decorada también con escenas del Génesis que, según algunas teorías, fueron realizadas por autores locales de la escuela que tuvo Francisco de Zurbarán en la vecina localidad de Llerena.
Hay que prestar atención también al zócalo, decorado con figuras geométricas que parece ser fueron hechas con pinturas preparadas a base de minerales de la cercana Mina de la Jayona, que se puede visitar a tan solo diez minutos en coche. Dedicada a la extracción de hierro y abandonada en 1921, ha quedado como un sorprendente refugio entre cavidades kársticas que parece la entrada al centro de la Tierra.
Iglesia de Santa María de Magdalena
La iglesia de Santa María de Magdalena, en Olivenza, es toda una joya de estilo manuelino portugués que si enamora por fuera con sus decoraciones naturalistas, elementos marineros y sus sorprendentes falsas almenas, por dentro eleva la visita a toda una experiencia mística. Parte del mérito de ello está en la luz que filtran las vidrieras multicolores que se proyecta en las columnas torneadas propias del estilo.
Sin duda, la iglesia es un buen reclamo para proseguir con la visita por Olivenza, que si bien fue castellana de nacimiento debe su esplendor de villa privilegiada a Portugal. En la lista de imprescindibles, está su Palacio Municipal, símbolo del municipio y otro bello ejemplo de arquitectura manuelina, el alcázar o la iglesia de Santa María del Castillo.
Monasterio de Tentudía
No es mala ubicación la escogida para este monasterio de la Orden de Santiago, en Calera de León, en el punto más alto de la provincia de Badajoz. Cuenta la leyenda los orígenes de su construcción en el S. XIII, cuando en mitad de la batalla contra los árabes, viéndose venir la derrota, el capitán Pelay Pérez Correa imploró a la Virgen un “¡Santa María, detén tu día!”. Cuentan que el milagro se produjo y como agradecimiento a ello, el capitán ordenó levantar ermita dedicada a Santa María de Tentudía. Sea cierto o no lo que cuenta la leyenda, lo que de verdad cuenta es que gracias a aquella batalla, hoy podemos disfrutar de uno de los mejores exponentes del mudéjar español.
Puestos a disfrutar, se puede seguir trayecto hasta la vecina localidad de Monesterio, pasando junto al embalse de Tentudía. Allí aguarda el Museo del Jamón Ibérico, imprescindible alto en el camino para hacer una inmersión en los secretos del jamón ibérico. Sus salas son el perfecto inicio para seguir con la Ruta del Ibérico ‘Dehesa de Extremadura’ en Badajoz y degustar un producto que es en sí mismo todo un destino viajero.
Pósito de Hornachos
Observando la tranquilidad que se respira en Hornachos y la Sierra Grande no lo parece, pero estas fueron tierras de historia convulsa, como la expulsión en 1610 por orden de Felipe III de los últimos moriscos que tenían aquí su hogar. Para conocer la historia del que fue uno de los últimos reductos de población morisca de la península, hay que comenzar la visita por el Pósito de Hornachos, donde se ubica el Centro de Interpretación de la Cultura Morisca. Proyecciones, paneles informativos y juegos para los más pequeños ocupan el interior de este bello edificio mudéjar, originalmente un almacén de cereales.
De esta etapa histórica se conserva además un interesante patrimonio con la Fuente de los Moros o el Pilar de Palomas, ingeniería hidráulica que trajo el agua al pueblo y a las huertas. Pero no solo de moriscos vive Hornachos, otro de sus grandes atractivos es el enclave que ocupa en plena Sierra Grande, clasificada Zona de Especial Protección de Aves desde 1998. Allí, las aves acuáticas buscan cobijo junto a las aguas de los ríos que recorren sus laderas. Otro de los lugares que han convertido a Extremadura en destino soñado para el turismo de observación de aves.
Teatro romano de Regina
Parece un espejismo y tal vez el viajero no advertido pise el freno del vehículo asombrado; pero sí, lo que hay en un margen de la carretera es todo un teatro romano, con sus graderías, su escenario y columnas. Aparece la sorprendente imagen del teatro romano de Regina en medio de la campiña. Construido allá por el siglo I, este fue uno de los edificios más importantes de la antigua ciudad romana de Regina Turdulorum. Tras caer en el abandono, a los vecinos del lugar les llamaba la atención los restos de muros que sobresalen del terreno. Hoy, gracias a la restauración del lugar, es posible hacerse una idea de la vida de los romanos en estas tierras.
Sus graderías tenían una capacidad de hasta 1.000 espectadores y estuvo en funcionamiento hasta el siglo IV d.C. Ahora, cada año vuelve a la vida ya que es sede del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida.
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José Alejandro Adamuz
Extremadura es una región que suelo visitar a menudo, porque siempre encuentro algo que me sorprende.