Índice
- Alquería El Gasco (Nuñomoral)
- Arco de Cáparra, Siglo I (Oliva de Plasencia)
- Castillo de Belvís de Monroy
- Castillo de Mirabel
- Castillo de Trevejo (Villamiel)
- Convento El Palancar (Pedroso de Acim)
- Cristo de la Victoria (Serradilla)
- Granadilla (Zarza de Granadilla)
- Iglesia de San Nicolás (Plasencia)
- Ruinas romanas de Augustobriga (Bohonal de Ibor)
- Sagrado Mantel (Coria)
Al hablar del norte de Extremadura viene a la mente el Monasterio de Yuste o el conjunto monumental de Plasencia, el Valle del Jerte, la Sierra de Gata y tal vez Las Hurdes. Son destinos de fama mundial, de eso no hay duda, pero hay mucho más por descubrir. Aguardan también secretos ocultos que pueden protagonizar un viaje fascinante al encuentro de pequeñas alquerías, vestigios romanos, reliquias, castillos de pasado épico, pueblecitos encantadores, iglesias y conventos singulares, mucho arte y, por supuesto, una gastronomía única con la que celebrar los gozos de un viaje por tierras extremeñas.
Gana un fin de semana para dos personas:
- Alquería El Gasco (Nuñomoral)
- Arco de Cáparra, Siglo I (Oliva de Plasencia)
- Castillo de Belvís de Monroy
- Castillo de Mirabel
- Castillo de Trevejo (Villamiel)
- Convento El Palancar (Pedroso de Acim)
- Cristo de la Victoria (Serradilla)
- Granadilla (Zarza de Granadilla)
- Iglesia de San Nicolás (Plasencia)
- Ruinas romanas de Augustobriga (Bohonal de Ibor)
- Sagrado Mantel (Coria)
Alquería El Gasco (Nuñomoral)
Una estrecha carretera comarcal serpentea junto al Malvellido, que avanza entre las rocas hasta El Gasco. Antes de llegar, se abre a la izquierda un mirador desde el que asombra ver los meandros del río, tan cerrados que parece que no quisiera avanzar. Siguiendo por la carretera, se llega a esta alquería del municipio de Nuñomoral. Un paseo por sus calles estrechas y adoquinadas permite observar las tradicionales casitas hurdanas construidas con pizarra. Para conocer mejor su arquitectura, lo mejor es pasar por el Centro de Interpretación de la Casa Hurdana. Como alternativa para los caminantes, la ruta al Chorro de la Meancera brinda la oportunidad de conocer la esencia paisajística de Las Hurdes, con sus valles cerrados y las terrazas labradas con paciencia y esfuerzo.
Quienes quieran hacerse con una de las imágenes más míticas de Las Hurdes, el Mirador de La Antigua queda a menos de 30 km, una vez recorridos los tres kilómetros de pista forestal desde Riomalo de Abajo. Enfrente, el río abraza la península que algunos llaman isla Romerosa. Si se cruzara el río se dejaría Extremadura atrás para entrar en Castilla y León.
Arco de Cáparra, Siglo I (Oliva de Plasencia)
El arco tiene cuatro caras y se mantiene sorprendentemente bien. Por debajo de su bóveda de arista se cruzaban las dos principales vías de la ciudad, el Cardo y el Decumano. Alrededor suyo, se ven los restos de la antigua ciudad de Cáparra entre olivares y encinas: es el lugar del arco romano más fascinante de toda la Península, todo un emblema local que lleva ahí desde el S. I y por el que vale la pena desplazarse hasta este límite entre los términos de Oliva de Plasencia y Guijo de Granadilla.
Estando en plena dehesa, donde el silencio es casi absoluto, tal vez sorprenda al visitante saber que este fue en su día un lugar bastante transitado al encontrarse en la confluencia de la Vía de la Plata. De hecho, esta importante vía en la red de comunicaciones que los romanos desarrollaron en Hispania se despide de Extremadura en Baños de Montemayor. No son pocos los senderistas que se animan a recorrer en la actualidad algunos kilómetros de esta histórica vía por la que, aunque parezca una contradicción por su nombre, nunca pasó más plata que la que pudieran llevar en los bolsillos sus transeúntes. En realidad, es una derivación del término árabe balat, que venía a significar “enlosada” o “empedrada”.
Castillo de Belvís de Monroy
No hay pérdida, basta seguir la Calle del Castillo para darse de bruces con la imponente construcción de esta defensa histórica que se comenzó a construir en el S. XIII, en plena Reconquista. Sigue ahí, sobre el cerro, aunque ya, con el paso del tiempo, mezcla de diferentes estilos arquitectónicos que se fueron superponiendo y del abandono. Hasta hace poco se podía ver un cartel que anunciaba que el castillo estaba en proceso de consolidación tras haberlo comprado un particular. Cierto es que vivió mejores años, cuando soportó las batallas constantes entre dos familias de la zona, los Monroy y los Belvís. Las diferencias acabaron como se solía hacer en aquellos tiempos, con una boda entre los vástagos de ambas familias.
Puestos a visitar el castillo, mejor hacerlo en la época de reproducción de los cernícalos, que es cuando estas aves llenan el cielo azul de garabatos aéreos. El interior de Belvís de Monroy está declarado como ZEPA Colonias de cernícalo primilla, uno más de los muchos enclaves que prueban el idilio de Extremadura con las aves, algo que convierte la región en foco de interés para muchos aficionados internacionales al birding.
Castillo de Mirabel
Cuenta la leyenda que, en su desesperación, las tropas cristianas asentadas en este poderoso castillo arrojaron todos los panes que encontraron a su paso y que los árabes que les asediaban, al ver tal desperdicio de comida, pensaron que estaban sobrados de ella, por lo que, desmoralizados, levantaron su asedio. No podían saber que, en realidad, aquellos 13 panes que lanzaron desde lo alto era lo único que tenían aquellos para echarse a la boca. Desde la zona alta del castillo, donde hoy un mirador se abre al excepcional paisaje de la dehesa, vieron con alivio cómo las tropas enemigas huían.
Si la cosa va de panes, lo mejor que puede hacer el viajero en esta zona es hacerse con una botella de aceite de oliva virgen extra Gata-Hurdes y algo de Queso Ibores, propio de la comarca Villuercas-Ibores-Jara y de Trujillo. Un verdadero manjar hecho de leche cruda de cabras serranas que merece su propia D.O.P. Será buen acopio para seguir la ruta circular de 12 km que pasa a través de la Umbría de Barbechoso y así hacer un picnic en mitad de la naturaleza. Puestos a caminar, conviene desviarse mínimamente de la ruta para contemplar al Padre Santo, un alcornoque de casi mil años y 27 metros de copa.
Castillo de Trevejo (Villamiel)
Basta con llegar a los pies de la torre del homenaje, que, conjuntamente a la muralla, son los únicos vestigios que quedan de la fortaleza, para saber por qué a este castillo se le conoce como el vigía de la Sierra de Gata. Y es que, debido a su perfecta ubicación, jugó un papel importante en el control de los valles que daban a la sierra.El origen de este castillo roquero se remonta nada más y nada menos que al s. XII. A los pies de sus defensas, se encuentra la iglesia de San Juan Bautista, la torre espadaña y unas tumbas antropomorfas no menos interesantes.
La breve silueta de estas ruinas luce misteriosa en las fotografías nocturnas, frente a la lámina perfecta de estrellas en que se convierte el cielo nocturno en esta comarca cacereña. Por la mínima contaminación que hay, Trevejo es uno de los mejores lugares de la sierra de Gata para contemplar el majestuoso espectáculo del firmamento. Es también muy recomendable conocer la cultura oleícola de la zona y visitar las almazaras que forman parte de la Ruta del Aceite de Extremadura.
Convento El Palancar (Pedroso de Acim)
Fundado por Fray Pedro de Alcántara en el siglo XVI, este convento es una demostración de que el tamaño no tiene nada que ver con el valor. “El Conventino”, como se le conoce cariñosamente, tiene una capilla muy colorida, un comedor, una cocina, un patio y diez celdas, una de ellas, la de su santo fundador, que dormía sentado unas pocas horas cada noche. Parece poco, pero es suficiente para sorprender al visitante. Su reducido claustro es de esos lugares donde uno se quedaría tranquilamente, dejando pasar el tiempo con una buena lectura. Además de bello, el convento presume de ser el más pequeño del mundo.
Aparte del recogimiento y la paz que se respira en el lugar, se puede aprovechar para hacer una rápida inmersión en lo mejor de la gastronomía y saborear algunos de sus productos más emblemáticos, como los quesos, el cordero o el vino DO ‘Ribera del Guadiana’. Entonces la experiencia pasa a ser sublime.
Cristo de la Victoria (Serradilla)
Es paseando por sus estrechas calles con casas de fachada blanca que se siente que Serradilla tiene historia y suma tradiciones. Una de las más conocidas es la del Santo Cristo de la Victoria, una talla barroca de excepcional belleza creada en 1630 por el imaginero Domingo de Rioja. Se ubica en el santuario del municipio, al que se puede llegar siguiendo un pequeño paseo desde la plaza del Ayuntamiento. No hay que desaprovechar la oportunidad para conocer el sorprendente patrimonio del pueblo, con la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción (siglo XV) y la colección de ermitas barrocas del siglo XVIII de San Antonio de Padua, Santa Ana, Santa Catalina y Santa Bárbara.
Ya en el convento del Santísimo Cristo de la Victoria, la imagen en medio del retablo mayor de la iglesia conmueve. No en vano le envuelve el misterio y su historia está hecha de leyendas y milagros. Como milagroso es también, aunque de carácter natural, el Parque Nacional de Monfragüe, del que Serradilla es puerta de entrada. Reserva de la Biosfera desde 2003, Parque Nacional desde 2007 y destino Starlight desde 2016, es un milagro de paisajes bellos donde ir al encuentro del águila imperial, del buitre negro, la cigüeña negra y grandes colonias de buitres leonados entre otras muchas especies.
Granadilla (Zarza de Granadilla)
Las dehesas de las Tierras de Granadilla se esparcen entre Las Hurdes, Sierra de Gata y el Valle del Ambroz. Son tierras históricas al norte de Cáceres, vertebradas en su día por la legendaria Vía de la Plata. Allí, fundada en el s. IX por los musulmanes sobre una península pizarrosa, estuvo la villa de Granadilla, la que fuera capital de la comarca hasta que sus últimos habitantes fueron desalojados en 1965 al ser construido en esos años el embalse de Gabriel y Galán.
Así fue que habiendo sido enclave importante para la Casa de Alba, el castillo, la iglesia, su plaza mayor y sus murallas fueron quedando en el olvido, rodeadas por el agua. Afortunadamente, fue declarada conjunto histórico-artístico lo que le valió entrar en diferentes programas de recuperación de patrimonio. Por eso hoy luce para ser visitada. Hay una parte colorida, con sus casas rehabilitadas y otra aún en ruinas desde su abandono. El plan estrella tras callejear es subir a lo más alto del fabuloso castillo de los Duques de Alba para divisar desde allí el paisaje de Granadilla. En los días claros, aparece la silueta de la sierra de Gredos en el horizonte.
Iglesia de San Nicolás (Plasencia)
La Perla del Valle del Jerte fue una de las ciudades más codiciadas durante la Edad Media. De ello da buena cuenta su soberbio conjunto monumental. Su catedral (en realidad, dos en una), la Plaza Mayor, la muralla o la bellísima Plaza de Vicente Ferrer son solo algunos de los elementos patrimoniales del conjunto monumental de la ciudad. Sin embargo, hay muchos más secretos, como la Iglesia de San Nicolás. Construida en el S. XIII y de aspecto gótico desde su última restauración en el siglo XV, tiene el honor de ser una de las primeras iglesias de Plasencia. Tal vez por ello se escogió su portada norte como el lugar para celebrar los pleitos entre judíos, musulmanes y cristianos. Sobria por fuera, sorprendente por dentro, con elementos de gran belleza como su pila bautismal románica y las capillas de los enterramientos de Fernando de Loaisa (s. XVI). Para reponer la energía después de tanta visita, se puede hacer una ruta de tapeo por algunos de los bares especializados de una ciudad donde brillan productos de proximidad como las cerezas del Jerte o el pimentón de La Vera.
Ruinas romanas de Augustobriga (Bohonal de Ibor)
Fundada en honor a Augusto, Augustóbriga pasó a ser conocida en época medieval como Talavera la Vieja. Luego, cuando se construyó en la década de 1960 el Embalse de Valdecañas, todo quedó anegado. ¿Todo? No, gracias al empeño de los vecinos, se rescató un pórtico y unas columnas que fueron trasladadas piedra a piedra a la ubicación actual, junto al puente que cruza el pantano de camino a Bohonal de Ibor. Las ruinas rescatadas se conocen como «los Mármoles» por el particular brillo del estuco con el que se cubrían las columnas.
Sagrado Mantel (Coria)
Se puede acceder a la parte antigua de Coria por la puerta de la Virgen de la Guía, al oeste de la ciudad, en el Arrabal de San Francisco. Pero también podrían valer cualquiera de las otras tres puertas que se conservan. Con el eco tras sus pasos, el viajero se transporta al tiempo de otra época transitando por sus callejuelas. Las calles de la Alojería o Albaicín conducen hasta la Plaza de la Catedral. Allí está el Sagrado Mantel, una de las grandes reliquias de la cristiandad, pues según la tradición sería el mantel que vistió la mesa de La Última Cena.
Si se quiere disfrutar de una actividad de lo más relajante, vale la pena desplazarse hacia el norte, dirección Hervás. A poco menos de una hora de trayecto, aguarda en el Valle del Ambroz, Baños de Montemayor, cuyo principal atractivo, tal como indica su topónimo, son las aguas termales. De hecho, recientemente ha sido catalogada como “Villa termal” en reconocimiento a su larga tradición termal.
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