Cuatro tradiciones de Castilla-La Mancha que seguramente desconoces

Sabéis que las tradiciones conforman la identidad de un territorio. Sabéis que los cultos, las fiestas, los oficios, dicen tanto del presente de un lugar como de su pasado. Y sabéis por último que vivir las tradiciones de una tierra enriquece el viaje, supera las expectativas, crea vínculos memorables.

Como nosotros también lo sabemos, en este artículo queremos hablaros de cuatro tradiciones de Castilla-La Mancha. Para que volváis con la boca abierta a casa, para que enseñéis todas las fotos que habéis sacado mientras contáis de qué se trata y para que sepáis que, como con la cultura y la gastronomía, las tradiciones de Castilla-La Mancha son mucho más interesantes de lo que pensábais.

1. Tamboradas de Hellín y Tobarra (provincia de Albacete)

Un pueblo desbordado por el sonido del golpe percutido sobre los tambores, al unísono, puede provocar que a uno se le erice la piel.

En Hellín, durante la Semana Santa más de 20.000 tamborileros conmocionan las calles del pueblo con estampidos de tambores el miércoles santo, el Viernes de Dolores, el Sábado de Gloria y el Domingo de Resurrección.

Los tamborileros atronan durante días vestidos con un pañuelo rojo (o capuz negro) y una túnica oscura con el escudo sobre el pecho. Casi sorprende más, tras tanto ajetreo sobre el aire, cuando llega el silencio durante las procesiones y las misas. Así se lleva desde el siglo XV.

Veréis el mismo compás durante la misma época en el pueblo de Tobarra. Pero en este pueblo encontraréis el único museo del mundo sobre el tambor.

El museo está en la iglesia de la purísima y es curioso ver cómo un instrumento tan común ha alcanzado en Tobarra la categoría de joya. La percusión ha acompañado al ser humano desde sus comienzos y son por lo tanto los instrumentos más antiguos, tribales e instintivos que reconocemos.

Veréis una muestra de 50 tambores que vienen de los lugares más remotos del planeta. La variedad cultural del mundo se expresa en Tobarra a través de un tambor cuadrado portugués o un tambor de piel de reptil de Indonesia o incluso un tambor forrado de Kenia.

2. Mimbre (Cañamares, Cuenca)

El mimbre se recoge de finales de noviembre a mayo. Durante esta época, el cultivo se vuelve de color rojo y púrpura y se extiende como una alfombra sobre la Serranía de Cuenca.

El paraje, sin el mimbre, ya es excepcional. El río Escabas y su afluente, el Trabaque, serpentean por las tierras otorgando color y vida. Muy cerca está la Alcarria y el Parque Natural Alto Tajo.

Cañamares es el mayor centro de producción de artesanía con el mimbre. En esta zona, su cultivo supone el 80% de la producción nacional de mimbre.

Un buen artesano, como José Luis Encijo Cava, convierte el mimbre en sillones, cestas o baúles con oficio y paciencia.

3. Gancheros (Alto Tajo, Guadalajara)

Antes de los coches y las señales de tráfico, los pueblos de España comerciaban de la mejor manera que podían. Algunos de los que tenían ríos cerca, como los de la Serranía de Guadalajara, pero también en Lleida (‘raiers’ de la Pobla de Segur) y en Huesca (los ‘nabateros’ del Sobrarbe), construían una balsa de troncos compactos.

En la Serranía de Guadalajara, los gancheros pertrechan los troncos, se visten con su bichero y sus ropas de época y recorren el río Tajo y el Guadiela hasta Aranjuez, Toledo y Talavera de la Reina.

La Fiesta de los Gancheros reproduce el modo de vida que se utilizó en estas tierras durante cinco siglos (¡cinco siglos!).

Cada año se celebra en uno de los cinco pueblos que conserva la tradición de los gancheros. Los veréis cada primer sábado de septiembre en Poveda de la Sierra, Peñalén, Zaorejas, Taravilla y Peralejos de las Truchas. Para saber dónde se celebrará cuando vayáis, podéis consultar la Agenda de septiembre de Turismo Castilla-La Mancha.

Para saber más: El río que nos lleva, novela de José Luis Sampedro. El director de cine Antonio del Real la convirtió en película bajo el mismo título.

4. Fuente del vino (Méntrida, Toledo)

Hay un lugar de la Tierra de Torrijos que tiene una plaza con dos fuentes. Una da agua. La otra, vino. Es la plaza de Méntrida, un municipio a 54 km de Toledo que podría ser el paisaje idealizado de cualquier niño manchego que haya crecido lejos de las ciudades.

El casco antiguo de Méntrida está declarado Conjunto Histórico, con su iglesia gótica, la de San Sebastián, que incluye las tradiciones artísticas de las culturas que dominaron esta tierra: el artesonado mudéjar, el retablo cristiano del Altar o el órgano barroco.

Los vecinos de Méntrida esperarán dos cosas del viajero: que vea su orgullosa romería de la ermita de la Virgen de la Natividad, del 25 al 27 de abril, y que cate su vino con Denominación de Origen.

Los mentridanos no recomendarían su vino solo en la actualidad. Podrían llevar recomendándolo desde el siglo XII, cuando ya era fama la calidad de los viñedos de Méntrida. A sus uvas les da el Sol de La Mancha, las baña el agua del río Alberche y les cubre la sombra monumental de la Sierra de Gredos.

La DO de Méntrida cuenta con 16 bodegas y 10 cooperativas diseminadas entre 7 municipios, incluido Méntrida. Una muestra gratuita, fina y desenfadada está en la fuente del vino.