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Si en algún sitio debe ser un clásico la película de El exorcista, es en el pueblo de Trasmoz, en Zaragoza. Este pequeño municipio de apenas 89 habitantes presume del dudoso reconocimiento de ser el único excomulgado por la Iglesia Católica de España. Así que podemos decir que, según las sagradas y divinas instituciones, estamos ante un destino “maldito”.
Lo que debería ser una cruz –en el mal sentido de la palabra– en su momento, hoy se ha explotado y aprovechado como atractivo turístico. Y es que como dice el refrán, que aquí se cumple de manera literal, “no hay mal que por bien no venga”. Todo el mal que recayó sobre sus calles y casas, es una anécdota que hoy le da una personalidad única y especial. Una peculiaridad que se suma a una ubicación privilegiada, a los pies del siempre imponente Moncayo.
¿Por qué Trasmoz es un pueblo “maldito”?
Hay diferentes historias que explican por qué Trasmoz acabó siendo excomulgado por la Iglesia Católica. Una oscura leyenda habla de que era el único pueblo de la zona que no pertenecía al cercano Monasterio de Veruela, de manera que vivían de manera independiente y no tenían que pagar impuestos al clero.
Como la envidia es muy mala, el vecindario de aldeas cercanas empezó a acusar a los locales de tener brujas que hacían magia negra; una leyenda que, con el paso de los años, se fue acrecentando. Otra historia que se cuenta es que el abad del citado monasterio, Andrés de Tudela, siempre estaba discutiendo con los habitantes de Trasmoz por la provisión de madera del Monte de la Mata, por lo que decidió excomulgar a la aldea a mediados del siglo XIII.
Tres siglos más tarde, el señor de Trasmoz, Pedro Manuel Ximénez de Urrea, se acabó enfrentando al abad del templo porque al parecer los religiosos habían desviado el curso del río para que las familias de la aldea no pudieran acceder a sus aguas. Pese a que las Cortes de Aragón le dieron la razón al mandatario del pueblo, el abad no pudo con su rencor y volvió a maldecirlo: cuentan que cubrió el crucifijo del altar con un velo negro mientras recitaba el salmo 108 de la Biblia, que hace referencia a la ayuda contra el enemigo, mientras hacía sonar la campana. Desde entonces, se dice que los habitantes de Trasmoz ya no pueden ir al cielo porque se les cerró la puerta.
Por el pueblo llegó a pasar hasta el famoso poeta Gustavo Adolfo Bécquer, que contribuyó todavía más a alentar la leyenda de la maldición. Fue con su hermano al mencionado Monasterio de Veruela para intentar que le curasen la tuberculosis y durante su estancia vio las ruinas del castillo que quedaron tras un incendio. En ellas se inspiró para describir el edificio con frases lúgubres, como: “Las torres oscuras y dentelladas, patios sombríos y profundos fosos”.
También mencionó a la Tía Casca, una mujer que al parecer tenía “greñas blancuzcas”, “formas extravagantes”, un “cuerpo encorvado” y unos “brazos disformes»; la leyenda contaría que fue una bruja que acabó siendo linchada en público y que su espíritu se quedó vagando por las calles de la aldea.
Lo que está claro es una cosa: que la única persona que puede levantar la maldición de Trasmoz es el Papa de Roma. Otra cosa es, si a día de hoy, a los habitantes del pueblo les interesa perder tan llamativa seña de identidad.
La maldición y la brujería como atractivo turístico: de una feria a un museo
Pese a todos estos improperios históricos, lo cierto es que en la actualidad el pequeño pueblo de Trasmoz lleva una vida tranquila y corriente. De hecho, aunque está excomulgado, tiene una iglesia que funciona con normalidad: en ella se ofician misas, bodas, bautizos y comuniones (si se da el caso).
Todavía más. Sus habitantes no solo viven sin ningún tipo de pesadumbre, sino que explotan la peculiaridad de estar en el único pueblo excomulgado de España y se aprovechan de ese halo misterioso relacionado con las artes oscuras. Muestra de ello es la celebración anual de la Feria de Brujería y plantas medicinales el 1 de julio, organizada por el Ayuntamiento de Trasmoz, la Asociación Cultural El Embrujo y la Fundación Castillo de Trasmoz.
La Feria de Brujería arranca con un desfile en la entrada del pueblo que acaba en la Plaza de España. Lo encabezan dos mujeres que han sido elegidas como “Bruja del Año” y “Bruja de Honor” y van acompañadas de una corte de caballeros y personajes extravagantes, como “El Yerbero de Trasmoz”, un hombre que obsequia a las distinguidas con un ramo de plantas aromáticas. Desde el balcón del consistorio se pronuncia el pregón, que da pie a la apertura de un mercado.
El día continúa con exhibiciones de cetrería, magia, combates de espadas y representaciones sobre la captura y tortura de brujas. Por la noche, hay degustación de “migas diabólicas” y una actuación central que cambia cada año. Se aprovecha el evento para contar la historia de la maldición y excomunión de Trasmoz y la fiesta concluye con un impresionante espectáculo de la mano de diablos, brujas y otras bestias que llenan el pueblo de música, fuego y pirotecnia. Algo así como un aquelarre moderno.
Por otro lado, es interesante visitar el Castillo de Trasmoz y el Museo de la Brujería, que está en su interior, allá donde el imaginario popular dice que se celebraban fiestas de brujas; en él nos proponen, incluso, seguir una “ruta de las brujas”. En la actualidad se ha restaurado la Torre del Homenaje de la fortaleza y poco a poco sigue adelante un proyecto de reconstrucción. Así que podemos decir que la maldición de los religiosos del Monasterio de Veruela se ha convertido, con el tiempo, en una suerte de bendición (al menos, turística).
Raquel Andrés
Periodista y aventurera. Colaboradora en Escapada Rural, Diari Nosaltres La Veu, La Vanguardia y otros medios. Habitante y amante de las zonas rurales, sea cual sea el destino. Procuro escaparme una vez por semana con las botas de montaña, el arnés o el neopreno. En mi mochila nunca falta saco ni esterilla. Ah, también soy un intento de baserritarra.
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