Tumbas de personajes históricos que descansan donde nacieron
Escrito por
25.10.2023
|
7min. de lectura
Índice
Hay un lugar en Huelva donde están los restos de un poeta y su mujer, a pesar de haber muerto ambos al otro lado del Atlántico, en Puerto Rico. Hay un lugar en Murcia donde está enterrado un marino (enterrado un marino, qué paradoja) a pesar de haber muerto en Berlín. Hay un precioso lugar en Asturias donde está enterrado un científico español, junto a su mujer, a pesar de haber muerto en Madrid. Estos tres hombres importantes de nuestra historia están sepultados donde nacieron, a pesar de haber muerto lejos de allí. Tiene su punto ser sepultado donde uno vino al mundo. Es como un círculo que se cierra.
Hay un turismo de cementerios que no nace del morbo, sino que tiene más que ver con el aire especial de esos lugares y con que, en muchos casos, son casi museos. Tiene que ver con el arte de sus tumbas y con el entorno o ambiente que generan todas ellas juntas, formando un heterogéneo grupo escultórico. Pero no vamos a hablar de esos cementerios.
Por otra parte, hay cementerios y lugares que acumulan personajes históricos, a menudo reyes y nobles. Bien porque son los cementerios principales de las principales ciudades, o bien porque son catedrales, monasterios o iglesias que han dedicado una parte a este fin. Tampoco vamos a hablar de estos casos, pero si están interesados en ellos, el Monasterio de Santa María La Real de Las Huelgas, en Burgos, y la Cripta Real del Monasterio de El Escorial, son dos visitas obligadas.
En este artículo vamos a hacer una breve selección de tres tumbas de personajes importantes de nuestra historia que están en un cementerio normal. Son tumbas que merecen un pequeño esfuerzo para llegar hasta allí cuando visitamos el lugar en el que están, pero lo merecen por respeto y recuerdo al personaje. He seleccionado estos tres, además, por esa peculiaridad de volver a donde uno nació.
Isaac Peral y Cartagena
Normalmente, cuando se traza la biografía de un personaje se comienza hablando de dónde y cuándo nació. Siendo el tema que nos ocupa las tumbas, empezaremos por el final, es decir, por dónde y cuándo murieron. Así, el 22 de mayo de 1895 falleció en Berlín Isaac Peral y Caballero, el conocido pionero del submarino. Antes de su invento ya hubo submarinos, pero el suyo fue el primero de propulsión eléctrica y, probablemente, el primero realmente útil. Este militar tuvo una carrera destacadísima y si bien su diseño no llegó a tener el uso que debiera, nadie puede quitarle el mérito de haber ideado algo que fue un salto enorme en el campo de la navegación.
Murió en Berlín por las complicaciones de una operación quirúrgica relacionada con un tumor cerebral. Fue enterrado en Madrid en un primer momento. Incluso la Armada abogó por que descansara en el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando, junto a nombres como Gravina o Churruca. Pero en 1911 sus restos fueron depositados en una tumba en el cementerio de Nuestra Señora de los Remedios, en Cartagena. La ciudad donde había nacido.
La tumba, más bien mausoleo, tiene escrito su apellido, Peral. Es un sarcófago de bronce cubierto por una gran bandera de España, de mármol blanco. En el suelo, como medio enterrado de costado, un submarino. No es mal detalle este de que un submarino asome sólo en parte, como lo haría en mitad del océano, aunque no sea en posición vertical, su posición natural, sino en horizontal, como acostado, podríamos decir.
Severo Ochoa y Luarca
En 1 de noviembre de 1993, hace 30 años, falleció en Madrid el médico y científico español Severo Ochoa de Albornoz. Según parece, escuchando música en la habitación del hospital donde estaba ingresado. No es mala forma de irse. En el año 1959 había ganado el premio Nobel de Medicina por el descubrimiento de los mecanismos de la síntesis biológica de los ácidos ribonucleico y desoxirribonucleico. Lo compartió, el premio, con el estadounidense Arthur Kornberg.
Los homenajes, los reconocimientos y las estatuas y bustos en su honor son numerosos. Desde sellos de correos, a nombres de calles, estaciones de metro, centros de investigación… Y no es para menos.
Sus restos reposan en Luarca, en Asturias, donde había sido enterrada su mujer, que falleció antes que él. No muy lejos de la casa donde había nacido el nobel 88 años antes. En un cementerio junto al mar Cantábrico, ciertamente espectacular y con unas vistas maravillosas.
Por cierto, los camposantos desde los que se ve el mar tienen un atractivo especial. Quizás por las miles de metáforas que se han hecho entre el mar y la muerte, o quizás porque uno siempre recuerda a la Anabel Lee del poema de Poe, cuando oye hablar de una tumba o un sepulcro junto al mar.
Juan Ramón Jiménez y Moguer
El 29 de mayo de 1958 murió Juan Ramón Jiménez en Puerto Rico. Vivía allí exiliado por culpa de la guerra civil española. El autor de Platero y yo unió su vida y su nombre a el de Zenobia Camprubí. Ella fue también escritora y una importante traductora, además de ser clave en la vida literaria de su marido.
Tres años antes de que ganara el Premio Nobel de Medicina Severo Ochoa, había ganado Juan Ramón Jiménez el de literatura. Es decir, en 1956. Ese mismo año, el 28 de octubre, fallecía Zenobia Camprubí en San Juan de Puerto Rico, donde fue enterrada. Ella se fue tan sólo tres días antes de que él ganara el premio, que no recogió en persona precisamente por la muerte de Zenobia.
Como decíamos, Juan Ramón Jiménez murió en Puerto Rico, pero pocos días después de ese fallecimiento los restos de ambos fueron trasladaos a España. Desde Madrid, donde aterrizaron, fueron llevados a Moguer, en Huelva, donde él había nacido.
Tiene este poeta un poema titulado El viaje definitivo, que como supondrán trata de la muerte. Y su primer verso dice:
Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando.
Hace años, la primera vez que leí ese poema, apunté en una libreta ese verso para no olvidarlo. Efectivamente, se vaya quien se vaya, lo pájaros siguen cantando y el mundo sigue girando. Y está bien que sea así, creo yo.
Una nota final
No repetiremos en este artículo lo que ya contamos sobre Punta Umbría y la historia del hombre que nunca existió, pero sí recodaremos que su tumba está en el cementerio de Nuestra Señora de la Soledad, en Huelva. Esa tumba sobre la que estuvieron apareciendo flores misteriosamente durante muchos años. Esa es otra tumba que merece una visita.
Manuel Jesús Prieto
Excelente historia. Un detalle: la posición «natural» o más bien habitual de los submarinos es la horizontal; no la vertical (de cabeza) como apunta el artículo.
Uppss…me corrijo: viendo de nuevo la foto, veo que el escrito se refiere al eje transversal del submarino; no al eje antero-posterior. Y supongo que esa licencia del escultor fue para que la torreta del submarino no sobresaliera de la superficie, pero sí se apreciara la silueta del submarino.