Ventajas y desventajas de que los españoles se estén mudando a ciudades cada vez más grandes

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06.09.2021

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Madrid. Por Julius_Silver.

Un apotegma que todos deberíamos rubricar rezaría más o menos así: uno no debería aspirar a evitar tanto la mortalidad como la movilidad, porque aumentar demasiado la segunda como tributo de la primera te condena a la vida, no a vivir. No moverse, por miedo, por inercia (o “contrainercia”), es una forma de no vida.

Moverse implica cambiar. También implica mudarse a otros lugares, probar otras experiencias. Y eso incluye trasladarse a vivir a ciudades cada vez más grandes, un fenómeno relativamente reciente.

Tan reciente que, hace apenas cien años, no existían ciudades que tuvieran más de diez millones de personas (apenas había unas pocas que, de hecho, tenían más de un millón de residentes). En 1969, cuando el ser humano pisó la Luna (otro gran traslado), solo había tres ciudades con más de diez millones de habitantes: Nueva York, Tokio y Osaka.

Actualmente, hay 30 ciudades del mundo con más de 10 millones de habitantes. Ahora ciudades como Tokio tienen más de 40 millones de habitantes. Toda la población de España en una única ciudad.

En el año 1000, en las ciudades vivía el 3%. En el 1500, el 3,6%. Tal y como explica Jeffrey D. Sachs en su libro Las edades de la globalización:

Todavía en 1900, la tasa de urbanización mundial era sólo del 16%. No es hasta el siglo XX cuando más de la mitad de la humanidad vive entonces en entornos urbanos (se calcula que el 55% en 2020).

Estos cambios en la organización social, estar más juntos unos de otros, en suma, ¿son positivos? ¿Negativos? ¿Neutrales?

En primer lugar, tal y como dijo Aristóteles: «No hay que confundir una gran ciudad con una muy poblada». Es decir, que no todas las grandes ciudades son iguales. Las hay buenas y las hay malas. Las hay acogedoras, pero también deshumanizadas, impersonales y alienantes. Algunas ciudades son meros ejercicios de geometría y repetición, sin apenas espacios verdes. Interminables dédalos de calles llenas de gente y de ruido, amén de contaminación.

La gente, empero, necesita ir a las ciudades. Sobre todo la que es más rica o aspira a serlo. Por esa razón, para 2030, las dos terceras partes de la riqueza del mundo no solo estarán en manos del 1% más acaudalado, sino que en su mayoría estas personas vivirán en ciudades. En 2018, por ejemplo, había en Hong Kong diez mil residentes con ingresos netos de 30 millones de dólares. El 20% de sus habitantes, sin embargo, también es pobre. El cénit y el nadir en un mismo lugar. Las ciudades, pues, albergan a los más ricos, también a algunas de las personas más pobres.

MEDIOAMBIENTE Y ÉXODO RURAL

FotoRural 2020
«El pastorcillo», Beunda – Zegama (Gipuzkoa). Concurso FotoRural 2020. Por: Jose Miguel Romero Barco

Por primera vez en la historia de la Humanidad, hay más personas viviendo en ciudades. Es algo que también estamos experimentando en España. Este cambio de paradigma tiene sus pros y contras.

Empecemos por las ventajas. Vivir en una ciudad, en general, nos hace mejores personas.

Según este estudio publicado en Nature, quienes viven más aislados que las personas más urbanitas puntúan más bajo de media en algunos rasgos psicológicos como son la amabilidad, la responsabilidad, la extraversión, la apertura a la experiencia y el neuroticismo. Esta tendencia puede deberse a, entre otros factores, a lo que señalaba Edward Glaeser en su libro El triunfo de las ciudades: las ciudades permiten que confiemos más los unos en los otros, aunque no nos conozcamos de nada.

Vivir en ciudades también tiene un impacto positivo en el medioambiente: mayor densidad demográfica, menores emisiones de CO2, si bien pueda haber algunas excepciones. La ciudad con la menor contaminación ambiental del mundo se encuentra en la Columbia Británica, en Canadá. Su nombre es Powell River. En el otro extremo medioambiental hallamos Delhi, la capital de la India

Sin embargo, sin ciudades, estamos perdidos en lo tocante a la contaminación. Tal y como expone el economista Tim Harford, en su libro La lógica oculta de las cosas, Manhattan es una suerte de utópica comunidad ecologista:

Las ciudades, ciertamente, producen más contaminación por cada kilómetro cuadrado. Sin embargo, si la medimos por persona, la cosa cambia.

Por supuesto, deberemos ir mejorando las ciudades. El futuro deberá pasar por la construcción de ciudades gigantescas pero sostenibles, equilibradas, perfectamente proyectadas y amables con el medio ambiente y el ser humano.

Lo que no quita que ese cambio de paradigma sea racional y ponderado, porque trasladarnos a vivir a ciudades también acarrea efectos gravosos que debemos amortiguar tanto como sea posible. El éxodo rural no solo tiene un impacto económico, sino también ecológico y social, como se resume en el concepto de la «España vaciada». Madrid, por ejemplo, ya aglutina al 39% de las personas que emigran dentro de España, y el éxodo no tiene lugar sólo de las poblaciones rurales, sino cada vez en mayor medida de las capitales de provincia. Cataluña ocupa la segunda posición como polo de atracción de personas.

Al igual que ocurre cuando las fallas friccionan entre sí, estas tendencias están provocando importantes seísmos socioculturales y económicos. Sin embargo, si observamos la tendencia con mayor perspectiva, advertiremos que lo que ocurre es lo que está ocurriendo en todo el mundo, que es inevitable y que, usando las cataplasmas oportunas, es algo bueno para todos.

Sergio Parra

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