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Decidí dar la vuelta en bicicleta de montaña a Ibiza y Formentera porque acababa de hacer mi primer gran viaje en bici: el Camino de Santiago con mi padre. En apenas 3 días di cuenta de la belleza costera de Ibiza, de aquella otra vida de los hippies y quizás con más avidez que delicadeza probé los platos típicos de su gastronomía.
Me sobró tiempo, así que quise completar el viaje recorriendo Formentera, un paraíso (precioso y caro). En total, recorrí unos 200 km acompañado por el Mediterráneo. Lo sabía antes de llegar, pero lo comprobé: #HayOtraIbiza
1.- De Ibiza a Sant Antoni de Portmany, por Es Vedrà
2.- De Sant Antoni de Portmany a Portinatx, por las cuevas fluorescentes
3.- De Portinatx a Ibiza, por el mercado hippie de Las Dalias
4.- Formentera, el Paraíso es un zapato
Os dejamos con este fascinante timescape de José A. Hervas, Ibiza Lights, para ir calentando motores (pedales):
¡Buen camino!
1. De Ibiza a Sant Antoni por Es Vedrà
Llegamos desde Barcelona a Ibiza en barco. Metí la bicicleta en el buque a las 22 h y después de cenar fui directamente al camarote. Allí conocí a dos viajeros más que iban a relajarse a las calas de la isla. «Nada de discotecas», me dijeron, lo cual me animó a pesar del oleaje porque iba precisamente a eso: a conocer la otra Ibiza.
Terminó de quitarle el cliché a Ibiza la puesta de sol que nos recibió con el desembarco. Foto, desayuno y directo a reunirme con los responsables de la Fundación de Promoción Turística de Ibiza. Ya tenía todos los datos, las recomendaciones y el avituallamiento. A las 10 h de la mañana puse rumbo a Sant Antoni de Portmany desde la capital, pero no por carretera, sino por la montaña y por la costa.
Sant Josep de sa Talaia y es Vedrà
Sin duda la ilusión con la que emprendí el viaje me llevó más allá de mis fuerzas. Llegué a mi destino exhausto, aunque muy contento, porque quise recorrer más de lo que el tiempo permitía. Primero llegué a Sant Josep de sa Talaia. Allí comí, dejándome aconsejar por el personal del local. Tenía por delante uno de los hitos de la isla: Es Vedrà y Cala d’Hort.
Escuché la leyenda de Es Vedrà, me di un chapuzón en Cala d’Hort y seguí camino hacia Sant Antoni. Tenía todas las fuerzas, como si no hubiese comenzado ruta. Pero a partir de aquí el itinerario se complicó. Y ascendió.
Seguía la ruta propuesta por jaumar, porque circulaba por la costa. Una vez probada, recomiendo que desde aquí cojáis carreteras secundarias hacia Sant Antoni. Podríais desviaros hacia alguna lugar de costa que os salga al paso y queráis visitar. Así evitaréis una serie de senderos pedregosos, de cierta dificultad y exigencia.
Puesta de Sol en Ses Variades
Os recomiendo que lleguéis a tiempo a Sant Antoni, antes de que caiga la noche, porque desde aquí se disfrutan de algunas de las puestas de sol más celebradas de la isla. Recomiendo en este punto la Puesta de Sol de Ses Variades. En septiembre, el ambiente turístico era mucho más relajado y pudimos disfrutar de un atardecer memorable.
Llegué a Sant Antoni con la lengua fuera, pero muy satisfecho. Por el camino había conocido a otros cicloturistas y locales. Alguno pudo enseñarme fotografías antiguas de cómo era Sant Antoni hace 50 años, antes del boom turístico que puso el ladrillo en sus orillas. Otro me indicó lugares cercanos e imprescindibles, como la cueva rupestre de Ses Fontanelles. Y algunos más me dieron sus señas, para seguir la charla en otra ocasión.
Lamentablemente me quedé sin batería en el GPS, así que pude grabar la primera parte del itinerario, hasta Es Vedrà. Podéis seguir el siguiente tramo en el track de jaumar en wikiloc. Os recomiendo, eso sí, que después del chapuzón sigáis por el margen de la carretera, porque el sendero no es ciclable.
Había recorrido unos 70 km de distancia. El día siguiente sería mucho más tranquilo y visitaría uno de los rincones más bonitos de la isla: la zona norte, en Portinatx. O eso creía. Qué ingenuo.
2. Ibiza en BTT, por las cuevas fluorescentes
La segunda jornada de la Vuelta a Ibiza en BTT terminaría en Portinatx según mis planes. Me esperaban, como así fue, 50 kilómetros a través de las zonas más rurales de la isla y las visitas a lugares imprescindibles como la Cova de Can Marçà.
El arrobo que produjo el paisaje y especialmente las tradiciones conservadas en la isla, contra mi pronóstico, me depararon algunas aventuras típicas de los cuentos para niños: perderse en un bosque y buscar la salida antes del anochecer 🙂
El precio de un viaje: una enseñanza
Me levanté frente a la bahía de Sant Antoni de Portmany y después del desayuno comencé a pensar en el peso de mi mochila. De nuevo, digo de nuevo refiriéndome a cuando cocino algún tipo de pasta, me había vuelto a pasar. El peso era un problema. La solución fue sencilla: debía deshacerme para siempre de algunos objetos.
A veces por las buenas y otras por las malas, los viajes me han demostrado que vivo por encima de mi capacidad de almacenaje. Cuando sólo necesitas lo básico para moverte a paso ligero, compruebas la cantidad de objetos que guardas. Ocurre también con las mudanzas, ese otro tipo de viajes. A mí me ocurre una y otra vez.
Dejé, para que nos entendamos, un par de pantalones, algún jersey (¿por qué llevaría un jersey en verano a Ibiza?) y dos libros. Sentí satisfacción y sobre todo ganas de continuar. Llené la barriga, vacié la mochila y puse rumbo a Portinatx siguiendo la costa norte de Ibiza.
La tradición ibicenca sólo olvidada por los visitantes
Constaté a lo largo de la jornada lo que sospechaba antes de llegar a la isla: la tradición de los ibicencos continúa intacta. La causa de que no sepamos nada sobre ello antes de llegar la cargo sobre los hombros del marketing. Aquella isla de fiesta y discoteca y desenfreno se difumina por los caminos tranquilos de interior.
Mientras pedaleaba me fijaba en las construcciones típicas, en la arquitectura de la isla, que luego un camarero pudo explicarme más detalladamente. Ya sabéis qué construcciones: iglesias, pozos, casas. Todas ellas blancas y cubicales, radiantes como los dientes de un presentador de televisión. No me sorprendió el encalado, sus contrastes con el verde y el marrón de la tierra, sino su adaptación al territorio.
Las casas, por ejemplo, presentan un tejado plano. Pensé que la causa del diseño radicaba en la escasez de lluvias, pero es más bien la tradición de un legado defensivo, la historia constructiva de una necesidad. Los ibicencos no estaban aislados, estaban expuestos. Las iglesias, (¡las iglesias!), conservan ese carácter rígido de las fortalezas.
Había más tradición en las casas: las reuniones entre familiares y vecinos en es porxo (el porche), esa práctica que quizás hemos olvidado en las ciudades, donde parece que realmente nos aislamos unos de otros. Los campos de olivos, las almazaras, los viñedos. Todo en Ibiza parecía desubicado porque yo no llegaba con las coordenadas bien ajustadas. Ibiza ya era otra, pero yo seguía siendo el mismo.
El golpe final a la tradición del día fue el ball de pagès. Es la danza popular de los ibicencos. Cualquier día festivo se llenan las plazas, o los antiguos pozos comunales, de abuelos, hijos y nietos que entonan las canciones populares. Los más pequeños perpetúan la tradición, una música y un baile muy alejados de las luces de neón.
Podréis ver una muestra del ball de pagès todos los domingos de octubre a mayo en el Paseo de Ses Fonts de Sant Antoni, a las 11:45. También tendréis oportunidad durante las fiestas patronales de los pueblos de la isla.
La Cueva de Can Marçà
Después de todo, aún quedaba ruta. Una comida más que estupenda en la pequeña villa de Sant Mateu d’Albarca y tomo ruta hacia el Port de Sant Miquel. Aquí, además de calas, me espera uno de los principales atractivos naturales de la isla: la Cova de Can Marçà.
Llego 10 min antes de la siguiente visita y nada más entrar compruebo que el esfuerzo de subir hasta aquí con la bici ha valido la pena. Bajamos el precipicio por unas escaleras y cerca del nivel del mar inicio la visita a la cueva.
Mi grupo y yo nos hemos internado en un mundo poblado 100.000 años atrás. Es una gruta que acusa la vejez: se está secando. El goteo que fue conformando sus dientes ha cesado. Cuando a principios de siglo XX fue descubierta por contrabandistas, el proceso de desecación ya se estaba produciendo.
Aquellos hombres que traficaban con alcohol, con tabaco y, en fin, con lo que les permitiese vivir, que no enriquecerse, ajenos al valor geológico de la gruta, pintaron señales de huida (rojas y negras) ante la amenaza del peso de la justicia.
Nuestro guía lo sabía todo. Incluso lo que había de artificial en la cueva. Para hacerla más atractiva a los viajeros, se ha dispuesto un juego de aguas, luces y fosforescencias. El resultado convence y salimos de la Cueva frescos e instruidos. Han sido 10€ bien pagados, me digo, y tomo el último tramo de la ruta.
Desorientado, atento, recuperado y agradecido
Antes de que llegase a pensar que la jornada había concluido, descubrí que había tomado la dirección contraria. Tenía fuerzas, pero estaba desorientado sin el GPS activo y el paisaje influía positivamente en mi ánimo.
El tramo de la última bahía de la jornada fue una aventura. Un bosque montañoso repleto de señales desconcertantes. La señalización, francamente mejorable, me supuso algunos rodeos. La noche estaba por echarse encima, en el momento de mayor desorientación, cuando apareció como un milagro Luis, un cordobés que aquella tarde decidió coger la bicicleta y cuyas primeras palabras al verme (más bie intuirme) fueron: «¿tú también te has perdido?».
Luis conocía el camino, llevaba ejerciendo de metre en un restaurante de Portinatx durante 40 años, muy cerca, y era aficionado a las excursiones en BTT. Gracias a Luis salí del bosque y me hice una idea muy aproximada del carácter de las personas del lugar. Charlamos durante unos 20 min, hasta que me indicó por dónde debía seguir mi camino, el descanso de una habitación.
Agradecidos ambos por el buen rato y la buena charla, nos despedimos. Luis aprovechó para invitarme, más tarde, «cuando estés ya descansado», a su restaurante a continuar la conversación. Acepté.
Antes de acostarme reconocí el valor de perderse a cambio de compartir aventuras y estrechar lazos con personas hasta el momento desconocidas. A partir de esta jornada lo mejor de Ibiza no era el paisaje, sino sus habitantes.
3. Ibiza en BTT: De Portinatx a Ibiza por el mercado hippie
La naturaleza de Ibiza se ha fijado con más sensatez y para mayor asombro de los viajeros mucho antes que las discotecas. Era el tercer y último día de la Vuelta a Ibiza en bicicleta y quedaba cultura y paisaje suficiente para seguir sorprendiéndome.
Yo imaginaba los almendros en el Valle del Jerte, pero no en Ibiza. De esta jornada me interesaba la vida hippie, aquella otra vida soleada y alejada del capitalismo feroz en el que nos instalamos el resto de los mortales. Y pude descubrirlo. Pero finalmente me impresionaron más los almendros. Y las calitas.
La etapa que os presento yo la hice en dos, aunque es muy breve y asequible en una sola jornada. La dividí porque trataba de pasar unos días más en la isla y porque vi algunas playas que merecían un remojo tranquilito, más allá de conseguir la meta cuanto antes. Después de conocer la vida hippie, la meta era el mismo camino.
Evité, como veréis en el mapa de la ruta, la costa oriental de la isla. Mi intención era recorrer la línea litoral, pero tuve a bien hacer caso a las recomendaciones que dos personas distintas (en lugares y situaciones muy distintas) me regalaron.
Sant Joan, la Ibiza más rural
La Ibiza más tradicional y menos concurrida se encuentra en torno a Sant Joan. Sant Joan de Labritja es una villa breve, blanca como todas las villa de Ibiza, con dos edificios principales: la iglesia y la Casa Consistorial.
Como ocurre en Galicia, este municipio se compone por 4 parroquias (Sant Joan, Sant Miquel, Sant Vicent y Sant Llorenç). En torno a estos núcleos se desarrolla la Ibiza más rural, lo de «un vecino de toda la vida», el pequeño refugio para los viajeros más inquietos.
Y si lo que necesitáis son ejemplos de la arquitectura popular (esa que te viene a la cabeza cuando piensas en Ibiza), os recomiendo visitar el poblado de Balàfia de camino a Sant Carles de Peralta.
Los edificios responden a las exigencias del clima y a las necesidades de defensa de los habitantes frente a los piratas. Cinco casas conforman el conjunto fortificado, todavía habitado, protegido por dos torres bien conservadas.
El Mercado Hippie de las Dalias
Todos los sábados del año, desde las 10 de la mañana se celebra el Mercado de Las Dalias (somosdecolores). Aquí encontraréis productos artesanos, pero sobre todo personas con un estilo de vida muy distinto al urbano. No es aquello del paz y amor por los cuatro costados, sino una expresión, una forma de vida distinta.
Me atraen estas reflexiones. El Mercadillo de Las Dalias se presta a este tipo de observaciones, aunque aquí se viene a curiosear y a sonreír. La comida del restaurante maneja nuevos sabores con recetas tradicionales. Yo me comí una hamburguesa, pero no podría haberlo asegurado con los ojos cerrados.
Además del mercadillo se organizan en el recinto más actividades de interés. Música en vivo los Night Market los lunes (de junio a septiembre) y los martes (de julio a agosto). Los domingos de verano se exponen obras de arte y se organizan talleres. Incluso se organiza un mercadillo para niños los jueves.
Queda lo que no pude ver, que es quizás la actividad más interesante: Namaste, una propuesta de cena en el ambiente más hippie imaginable. Los miércoles desde las 21, de junio a septiembre.
Por supuesto, aquí encontraréis curiosidades sobre la Moda Adlib: la libertad hippie expresada en los vestidos.
Es Canar
Llegué a la zona de Es Canar y en lugar de seguir ruta hacia la capital decidí pasar allí el día. Eran las 12:00 h, y tenía un litoral que recorrer a pie y muchos baños que darme. Esta fue, sin duda, la jornada de más relax de toda la vuelta.
Es un lugar turístico. Olía a crema solar y yo sólo había recorrido 23 km de distancia, pero me quedé. Algo, un «no sé qué» instintivo, me impidió continuar y me obligó a quedarme. Dejé la bicicleta, me puse el bañador y me puse a remojo en Cala Nova, Cala Llenya y la playa de Es Canar. Pasé de viajero a turista en menos de lo que se tarda en secarse al sol ibicenco.
Santa Eulalia del Río
Dormí como un angelito, así que bien temprano cojo la bicicleta y me dirijo hacia Ibiza pasando por Santa Eulalia del Río. De camino voy pensando en por qué no sería capaz de permanecer dos días de turista todo incluido, sin hacer nada más que descansar. No llego a ninguna conclusión, lo acepto, cuando de repente sí llego a Santa Eulalia.
Acabo de llegar sin darme cuenta al segundo municipio más poblado de la isla. Vine con los deberes hechos: aquí hay dos lugares que quería visitar. El Museo Etnológico de Ibiza y el templo fortificado de Es Puig de Missa.
Aislados, en contacto con la naturaleza y cerca del cielo se ubican la mayoría de templos en la península. En Ibiza, tampoco es una excepción. Es Puig de Missa se refugia en lo alto del monte, dominando la villa. Destruido tras varios ataques, el templo-fortaleza que contemplamos hoy es del siglo XVI.
Un paseo por las calles empedradas des Puig de Missa, una visita al museo y la entrada al templo, escusas si queréis para disfrutar de las vistas desde aquí arriba.
Y si tenéis tiempo, un bañito en Cala Llonga.
La puerta a Formentera
La vuelta a Ibiza se acababa. Después de la visita cultura en Santa Eulalia tomé la directa hacia el puerto de Ibiza. Faltaba poco para que saliera el ferry hacia Formentera.
Tantas eran las expectativas de visitar la menor de las Pitiusas que ni siquiera miré atrás cuando abandoné Ibiza. Por poco más de 20€, bicicleta incluida, se abrió la puerta a lo que ya considero mi refugio personal. Ya veréis.
4. Formentera, el paraíso es un zapato
Si hay algún lugar más bonito y apacible que Formentera, tendrán que empeñarse en convencerme. Tendrán que dar muchos argumentos, porque yo con una sola foto y el recuerdo de mi experiencia he ligado para siempre el concepto de paraíso a la isla.
Llegué con la bicicleta desde el puerto de Ibiza. En apenas 40 min ya estaba rodando por la menor de las pitiusas. Y si no conseguí dar la vuelta a Formentera no fue por su extensión, claro está, sino porque tuve que parar cada poco a contemplar el paisaje o bañarme en aquel mar cristalino.
Formentera, la isla seductora
Su forma de zapato ya es una seducción que la naturaleza se ha permitido comunicar con cierta ironía. Formentera dispone su puerto, el de La Savina, en el talón. El tacón de aguja lleva hacia el Far de Barbaria y los acantilados. Siguiendo esa forma sinuosa, el perfil y la planta de ese atractivo pie se estrechan casi hasta juntarse: forman un bonito paisaje con playas en sus costados que se puede admirar desde la cafetería mirador antes de llegar al Far de la Mola, ya en la zona dactilar.
En el broche de la bota, a modo de diseño, se han dispuesto los dos lagos de agua salada: s’Estany des Peix i s’Estany Pudent, ambas con sus respectivas leyendas sobre su origen. Con 69 km de litoral, Formentera es capaz de dar distintas versiones de una playa paradisiaca: de arena, rocosas o protegidas por acantilados
En el dedo gordo (más o menos) ha crecido el monumento a Jules Verne. Fue precisamente la forma de la isla lo que atrajo la atención del popular escritor. Llana en el centro y elevándose hacia los extremos, algo parecido a una plataforma genial para el despegue de naves espaciales. Allí, en el punto más alto de La Mola, el visitante aprende que en Formentera se inspiró la novela Hector Servadac. Se dice que quizás también El faro del fin del mundo.
Las praderas submarinas de posidonia oceánica se consideran el ecosistema más importante del litoral mediterráneo. La extensión de posidonia de Formentera es Patrimonio Mundial de la Unesco.
¿Qué se puede decir de Formentera que no expresen sus imágenes? Formentera ocupa una superficie de 83,2 km2 y una población de 9.962 habitantes. Desde luego en verano son muchos más y los puntos más turísticos se atestan (llenar de cabezas, «atestan», qué palabra). El punto más elevado es Sa Talaiassa, a 192 m de altitud, en el altiplano de La Mola. Y aunque parezcan 192 m irrisorios, hay que ponerse encima de una bici para poder reírse de ellos.
Formentera fue destino de moda para la clase pudiente italiana durante la década de los 90. Sigue siéndolo, aunque en menor medida, y muchos italianos han abierto negocios en la isla. Aún quedan cierto reductos hippies, y es posible encontrar tanto productos artesanales que llaman a la espiritualidad como vespas bien coloridas.
Con ser pequeña, cómo se mueve la isla. La actividad en Formentera que no se realiza en tierra se lleva a cabo en el mar: los senderistas cansados de las 19 rutas verdes (la mayor desde El Pilar hasta La Mola, de 10,7 km) o de la mountain bike se lanzan al buceo, al piragüismo o las excursiones en catamarán o el snorkel.
Consejos y datos de interés
- Mi rincón favorito es el Parque Natural de Ses Salines, una lengua de tierra rodeada de mar: playa delante, detrás, a izquierda y derecha.
- La belleza tiene un precio, y el de Formentera es demasiado alto. Si vais de visita un día, os recomiendo hacer acopio de comida y bebida en Ibiza.
- No obstante, recomiendo una visita de un par de días. La isla es cara, especialmente en verano, pero vale la pena pasar unos días y disfrutar del paraíso.
- Se llega por mar exclusivamente y desde el puerto de Ibiza. No tendréis problemas en encontrar navieras en el puerto:
- Trasmapi
- Mediterranea Pitiusa
- Balearia
- Acciona Transmediterránea
- Oficina de turismo de Formentera: 971 32 20 57
- Descárgate el track del paseo en bici por Formentera
Todos los tracks de la vuelta a Ibiza y Formentera en bici
Escapada Rural
Vuelta a Ibiza y Formentera en BTT http://t.co/LKsOXdSP
Acabo de leer este post y me han entrado unas ganas tremendas de hacer la ruta esta semana santa! Están todos los tracks colgados? ¿Alguna recomendacion? Gracias!
¡Hola, Sara! Recomendaciones sólo unas pocas. Yo tuve momentos realmente duros porque los caminos no estaban preparados para la bicicleta. El paisaje, eso sí, es precioso. La primera ruta me sirvió para poder evitar las dos jornadas siguientes los tramos menos ciclables. Desde Portinatx hasta Ibiza, evitó la zona montañosa y me di a la carretera. Te recomiendo que sigas ese itinerario para disfrutar tranquilamente de la isla. Puedes hacer coincidir tu última etapa con el día del Mercado Hippie de las Dalias, los miércoles y los domingos.
Cuando llegue el buen tiempo publicaremos la última etapa: Formentera, un paraíso.
¡Un saludo!
Hola, esta Semana Santa viajamos a formentera con idea de recorrerla en bici entera…estaremos 5 días…y nos alojaremos en casa dorita…alguna recomendación para hacer varias etapas con la bici? Lo que no podemos perdernos?
Gracias un saludo
Hola Laura!
La isla es tan pequeña que en 5 días de pedaleo la descubriréis enterita. No os preocupéis. Lo que no os podéis perder, en mi opinión, es el Parque Natural de Ses Salines. Tendréis que aparcar la bici para poder dar un paseo por la arena.
Saludos y buen viaje!
Hola Javi
Me ha gustado mucho esta ruta. Quisiera entrenarme en el mundo del cicloturismo haciendo esta ruta.
Mi idea es hacerlo en mountain bike electrica, lo recomiendas.
Me gustaria preguntarte sobre el tema de dormir. En cuántos días lo hiciste?
Gracias